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Gritos y susurros de Carme Forcadell
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Antonio Casado

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Gritos y susurros de Carme Forcadell

Una devastadora descarga de realidad ha caído sobre el independentismo. La maquinaria judicial y el 155 se llevan por delante el insensato desafío al Estado

Foto: Carme Forcadell a su llegada al Tribunal Supremo. (Reuters)
Carme Forcadell a su llegada al Tribunal Supremo. (Reuters)

El independentismo vive incómodo con la verdad. Lo escribía ayer Antonio Fernández en "El Confi". Cierto. Las verdades matan a los independentistas catalanes como mata la luz a los habitantes de la noche. Y a quienes abandonan las sombras carcelarias por un plato de lentejas.

Una formidable descarga de realidad con efectos devastadores ha caído sobre ellos. La maquinaria judicial y el 155 se han llevado por delante el insensato desafío al Estado. Por unos cuantos años, también se ha desvanecido el sueño de la Cataluña independiente. Un sueño prometido por unos dirigentes políticos irresponsables y acariciado por muchos catalanes de buena fe.

Los gritos ante las masas pasaron a ser susurros ante los jueces. El editorial de un periódico hablaba ayer del “susurro exculpatorio” de Carme Forcadell en el Tribunal Supremo. Entre dientes y con la cabeza baja. Comunicación no verbal, dicen los expertos. En realidad, verbalización al mínimo. O sea, balbuceo. Para capear su mala conciencia. Garantizarse una vida confortable a cambio de acatar en sede judicial lo que odia en público ante sus seguidores no es para sentirse orgullosa.

A Puigdemont le queda subirse a una silla en la Gran Place convenciendo a los turistas de que Rajoy ha sacado a Franco de la tumba"


La presidenta de la diputación permanente del disuelto Parlament salió de la cárcel previa confesión de respeto a las leyes vigentes y el pago de 150.000 euros de fianza. Ahora el martirologio queda inservible como fuente de vida para la causa. “Ni un paso atrás”, decía hace unos días, a raíz de la intervención de la Generalitat por parte del Gobierno del Estado, mientras el 155 se hacía cada vez más sólido y la independencia cada vez más líquida en el clima preelectoral creado por Moncloa.

Pero la malograda esperanza de una lista única y el deslucido mesianismo de Puigdemont en Bruselas han acabado de sembrar el desconcierto entre los defensores de una república catalana que, según ha sostenido ahora Forcadell, respondía a una simbólica declamación sin pretensiones jurídicas. Así que no persistirá en el error, so pena de “reiteración delictiva”.

placeholder  Carles Puigdemont en el acto que 200 alcaldes independentistas celebraron en Bruselas. EFE
Carles Puigdemont en el acto que 200 alcaldes independentistas celebraron en Bruselas. EFE

¿Cómo hacer campaña contra el Estado represor si se asume la aplicación del artículo 155 como un aceptable resorte legal de obligado cumplimiento? El mismo problema tendrán Junqueras y siete exconsellers encarcelados, que pronto van a seguir el mismo camino, cuando todas las causas judiciales abiertas contra los impulsores del “procès” se acumulen en el Supremo (”Esto no es la Audiencia Nacional”, les dijo el juez Llerena). Es el escenario anhelado por el Gobierno, el bloque constitucional (PP, PSOE y Ciudadanos) y la izquierda no independentista.

Por otra parte, Puigdemont perderá automáticamente la ventaja electoral de su condición de “perseguido” político. A partir de ahora, mientras espera la muy probable entrega a la Justicia española, solo le va a quedar encaramarse a una silla de tijera en el centro de la Gran Place tratando de convencer a los turistas de que Rajoy ha sacado a Franco de la tumba.

Los gritos ante las masas pasaron a ser susurros ante los jueces. Susurro exculpatorio de Forcadell en el Tribunal Supremo"


Se ha invertido la carga de la prueba. El aislamiento internacional, la fuga de las empresas, la reactivación de la maquinaria estatal, el despertar del españolismo, la fractura del bloque independentista, etc., han ido enfriando el subidón nacionalista del 1 de octubre y taponando los cuentos sobre presos políticos, Estado represor, “brutal” ofensiva judicial, golpismo contra las instituciones catalanas, etc.

Y de repente el teatro del “procès” se quedó sin decorados en el escenario, sin público en la sala y sin agua en la piscina.

El independentismo vive incómodo con la verdad. Lo escribía ayer Antonio Fernández en "El Confi". Cierto. Las verdades matan a los independentistas catalanes como mata la luz a los habitantes de la noche. Y a quienes abandonan las sombras carcelarias por un plato de lentejas.

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