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La perdiz catalana continuará dando vueltas
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Álvaro Robles Cartes

Ángulo Inverso

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La perdiz catalana continuará dando vueltas

La gallina catalana fue reconocida por la UE en 1996 como una raza particular. Es originaria de El Prat (Barcelona) y se caracteriza por el tono azulado

Foto: El presidente de la Generalitat, Artur Mas. (Reuters)
El presidente de la Generalitat, Artur Mas. (Reuters)

La gallina catalana fue reconocida por la UE en 1996 como una raza particular. Es originaria de El Prat (Barcelona) y se caracteriza por el tono azulado de sus patas. Las estructuras de Estado que reclama el president, también las avícolas, son imprescindibles en las naciones emergentes. Alimentar a la generación llamada a conquistar la libertad del pueblo catalán con gallinas y huevos estatales habría sido una ignominia.

La perdiz catalana, ave galliforme de la familia phasianidae, también presenta rasgos diferenciales frente a la perdiz común. Como es sabido, esta especie no migratoria resulta propensa a ser mareada, característica que en la política catalana se desarrolla hasta extremos asombrosos. La perdiz se marea en este ámbito hasta la extenuación, pero no es esta su única nota distintiva. Nuestra perdiz es además capaz de camuflarse como ninguna en el hábitat institucional, donde aspira a convertirse en especie endémica, camina en círculos sobre moquetas mullidas y no pone huevos.

El MHP Mas ha conseguido cerrar un acuerdo que rubrica solemnemente la ausencia de puntos en común con ERC, problema para cuya resolución las partes se han emplazado a reunirse al terminar el verano. El acuerdo –celebrar elecciones al Parlament dos semanas después de la Diada de 2015– le permite a Mas tres cosas: aprobar presupuestos, no pasar a declarar por la Comisión que investiga el enriquecimiento del clan Pujol y seguir mareando la perdiz. Hacer tiempo, once meses, saludando al personal tras haber caído el telón de la consulta del9-N, único hito de su segunda legislatura temática. Pero, sobre todo, le permite no convocar elecciones hasta entonces. Unas elecciones que perdería.

El president no ha logrado imponer a los republicanos una lista única presidida por él mismo ni tampoco enredarles para que compitieran contra una oferta de gobierno de país, es decir, su lista enriquecida con soberanistas de prestigio (Guardiola et alia) sin carnet. Junqueras no ha dejado que Mas confundiera los tonos de la perdiz colorada que él representa con los de la perdiz pardilla, y ha evitado una trampa segura. Hay que reconocerle mérito por haber evitado su escabechamiento. Sin embargo, atacado por los llamados Mas Media, la nutrida –tanto por numerosa como por bien alimentada– legión de prensa presidencialista, que criticaban su falta de patriotismo, ha cedido apoyando al Gobierno y retrasando unos comicios que sería lógico haber celebrado el 10-N de 2014.

Un año y pico para preparar la consulta, 25 días para votarla, otros cuantos para realizar el conteo y unos meses para pactar una larga campaña electoral de 9 meses adicionales y desembocar en la tercera convocatoria autonómica en cinco años. Iniciamos el carril de aceleración de otros comicios temáticos, y van… demasiados. Aunque esta vez ni siquiera podremos apellidarlos como plebiscitarios ante la ausencia de listas y programas comunes. Junqueras ha declarado, sin embargo, que serán… "vinculantes". (¿?)

El caso es que sumadas a las elecciones europeas, generales y municipales, y al simulacro (éste no vinculante) del 9-N antes citado, hacen que el esguince de muñeca ante el reiterado ejercicio de voto ciudadano pueda alcanzar este año en Cataluña dimensiones de pandemia, lo que lógicamente preocupa a los traumatólogos de la sanidad pública. Pero los mayores riesgos para la población son psicológicos. Anunciar en plena cuesta de enero, en estos días cortos, fríos y sin dinero, nueve meses más de monotema en tertulias, telediarios y prensa escrita disparará el consumo de ansiolíticos y antidepresivos entre quienes aún compramos periódicos. Aunque algunos nos sintamos como el que adquiere el último cartón de tabaco, a punto de quitarnos de comprar la prensa local.

El tedio y la falta de combatividad del rival por aburrimiento pueden convertirse en la mejor arma del independentismo.

El tacticismo permanente, la prevalencia de los intereses personales, los lugares comunes, la previsibilidad, los dobles lenguajes, las pequeñas traiciones y la falta de interés de tantas idas y venidas, saludadas con grandilocuencia por el corifeo de medios serían graciosos si no fuera una broma tan larga y reiterativa. Han conseguido que el análisis de la política autonómica catalana se asemeje, en los días buenos, a los de aquella Mercedes Milá fingiendo tensión mientras desgranaba las novedades del día: el edredoning y las tareas de limpieza en Gran Hermano, el avejentado formato de realidad interactiva creado por Endemol a principio de siglo. Nueve meses más por delante de vacuidad y provocaciones controladas para mantener el share con la cuestión soberana como único contenido político es un castigo desproporcionado para la audiencia.

Caminando en círculos y sin poner huevos tras la convocatoria electoral y hasta el 27-S, la perdiz catalana, como se dice de su primo el pato americano, ahora además es coja. Prepárense para taza y media de su sabrosa sopa.

La gallina catalana fue reconocida por la UE en 1996 como una raza particular. Es originaria de El Prat (Barcelona) y se caracteriza por el tono azulado de sus patas. Las estructuras de Estado que reclama el president, también las avícolas, son imprescindibles en las naciones emergentes. Alimentar a la generación llamada a conquistar la libertad del pueblo catalán con gallinas y huevos estatales habría sido una ignominia.

Cataluña Artur Mas Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)