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Los empresarios se juegan el final de la 'cosa catalana' a una cena en la Tour D’Argent
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Nacho Cardero

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Los empresarios se juegan el final de la 'cosa catalana' a una cena en la Tour D’Argent

Ángel Simón, presidente de Aguas de Barcelona, y Jaume Giró, director general de la Fundación La Caixa y alter ego de Isidro Fainé, se han apostado

Foto: El rey Felipe VI junto a Isidro Fainé en la clausura del congreso anual de CEDE.
El rey Felipe VI junto a Isidro Fainé en la clausura del congreso anual de CEDE.

Los empresarios catalanes no dejan de hacer cábalas. De entre ellos, Ángel Simón, presidente de Aguas de Barcelona, y Jaume Giró, director general de la Fundación La Caixa y alter ego de Isidro Fainé, se han apostado una cena en La Tour d’Argent, ese restaurante parisino que otrora compitiera en glamour con Maxim’s e inspirara con su atrezo la película Ratatouille, a ver quién acierta con el desenlace de la ‘cosa’. Lo llaman así, la cosa, porque ya no saben cómo llamarlo. Achacan tal desidia terminológica a ese síndrome cada vez más extendido conocido como ‘galbana nacionalista’.

Simón se juega un plato de escargots a que habrá elecciones anticipadas en Cataluña, mientras Giró está convencido de que Artur Mas aguantará hasta final de legislatura. El primero aplica la lógica; el segundo se deja llevar por los deseos de Fainé y, por ende, de buena parte del empresariado catalán. El primero considera que al president no le queda más salida después del 9-N si quiere capitalizar los réditos de entonces; el segundo cree que esperará a que haya elecciones generales para que Podemos reviente el Congreso de los Diputados. Son las mismas disquisiciones que comparte el seny catalán. Todos ellos coinciden en que este tiempo gastado en el proceso ha ido en prejuicio del desarrollo económico de Cataluña y del resto de España.

El mundo del dinero tiene la percepción de que Mas ha dedicado sus dos años de mandato a la consulta catalana y ninguno a gobernar. Como consecuencia de todo ello tenemos una Cataluña en quiebra, unos consellers más inmóviles que las figuras del museo de cera y una formación, Convergència, que ha dejado de existir. La sede de este partido en la calle Córcega cada vez se asemeja más al barco fantasma de Jack Sparrow, sin rumbo ni capitán. La gran empresa catalana no sabe a qué atenerse. La gestión de CiU brilla por su ausencia y sólo sirve para recompensar a los mecenas.

Del total de licitaciones de más de cinco millones de euros realizadas por los gobiernos de CiU en la Generalitat y Ayuntamiento de Barcelona de enero de 2013 a junio de 2014, más de la mitad fueron a las ‘constructoras del régimen’. De los 205 millones de euros, casi el 60%, es decir, 121 millones, recayeron en Comsa, Copisa y Copcisa, los grupos de los Sumarroca y Miarnau, de la familia Cornadó y de los Carbonell, respectivamente, cuyos nombres aparecen en las notas apócrifas de la UDEF que versan sobre los tejemanejes de Jordi Pujol Ferrusola.

Frente a la estrategia inicial de la gran empresa catalana de echar la cremallera a la boca por lo que pudiera pasar, se vislumbran ciertos movimientos tácticos conforme se acerca el Día D, sea cual sea este. Más que hartazgo, estas manifestaciones son producto de la frustración. “Después del 9-N, ¿cuál debería ser la prioridad de la política catalana durante los dos años que quedan de legislatura?”, inquiría Antón Costas, presidente del Círculo de Economía en La Vanguardia. “¿Dedicar todas las energías políticas a la realización de unas elecciones plebiscitarias o afrontar los formidables retos económicos y sociales que tenemos delante?”.

De estos movimientos tácticos, sutiles, casi imperceptibles y de dudosa efectividad para ir penetrando en la sociedad catalana con otros mensajes más allá de los secesionistas, también participa el Gobierno de Madrid, “consciente de que tenemos que hacer más pedagogía, esforzarnos en estar más allí, de tener más espacio en los medios de comunicación”, tal y como dejaron caer este 6 de diciembre en los actos de la Constitución. El hecho de que el dueño de Freixenet, José Luis Bonet, haya sido elegido presidente de la nueva Cámara de Comercio de España, organismo de nueva creación que representa a todos los ciudadanos y que cuenta con la tutela del Ministerio de Economía, y que otro catalán, Miquel Valls, vaya a ocupar el cargo de vicepresidente, ahondan en esta incipiente línea de acercamiento.

Lo mismo puede decirse de la entrada de José Manuel Lara en el capital de El Periódico para romper el monolítico discurso ideológico de los medios de comunicación catalanes, donde las principales cabeceras no se declaran abiertamente independentista pero luego abren sus bolsillos a las subvenciones de la Generalitat e inundan sus páginas de firmas que bien podrían redactar los discursos a Carme Forcadell. Isidro Fainé, propietario de facto del Grupo Zeta debido a las dificultades económicas de la familia Asensio, ha optado por vender el 23% de El Periódico a José Manuel Lara, paquete suficiente para controlar el rotativo y equilibrar la línea editorial. Después de negociar con Javier Moll, dueño de uno de los mayores conglomerados de prensa regional del país, con cabeceras como La Nueva España o Diari de Girona, y con el conde de Godó, que pretendía cerrar la operación sin desembolsar un euro para luego liquidar a su principal rival en Cataluña, La Caixa se decidió por el editor de Planeta.

Las fuerzas vivas se preparan para la última embestida del president. Artur Mas no es un independentista recalcitrante, ni siquiera un converso. Como señala David Madí, el que fuera uno de sus más estrechos colaboradores, Artur Mas es sólo un cartesiano al que, según se le van cerrando las puertas, trata de abrir otras. Su pensamiento tiene más de fórmula matemática que de ideología secesionista. Si le tocan el Estatut, se va a por la consulta; si le niegan la consulta, lo intenta con la independencia, y si no le dejan con la independencia, tratará de pasar a la historia caiga quien caiga.

Como ya presagiamos hace nueve meses, el precipicio ya está aquí. No hay vuelta atrás. No hay camino de retorno. Igual que sus consejeros e incluso equipo más estrecho desconocían el contenido del discurso que pronunció el 25 de noviembre, es decir, la hoja de ruta a seguir tras la consulta, tampoco ahora tienen idea de lo que les viene encima. No hay Generalitat, no hay partido… En definitiva, nadie sabe nada. Sólo esperan la llamada del Mesías.

Los empresarios catalanes no dejan de hacer cábalas. De entre ellos, Ángel Simón, presidente de Aguas de Barcelona, y Jaume Giró, director general de la Fundación La Caixa y alter ego de Isidro Fainé, se han apostado una cena en La Tour d’Argent, ese restaurante parisino que otrora compitiera en glamour con Maxim’s e inspirara con su atrezo la película Ratatouille, a ver quién acierta con el desenlace de la ‘cosa’. Lo llaman así, la cosa, porque ya no saben cómo llamarlo. Achacan tal desidia terminológica a ese síndrome cada vez más extendido conocido como ‘galbana nacionalista’.

Artur Mas Isidre Fainé