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Sánchez 'blanquea' el pacto con Iglesias: el pantalón de pana de ayer es la coleta de hoy
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Nacho Cardero

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Sánchez 'blanquea' el pacto con Iglesias: el pantalón de pana de ayer es la coleta de hoy

"No nos debe asustar gobernar con Podemos. Nuestro enemigo es el PP y nuestra hoja de ruta solo persigue ese objetivo: apartarlo de la Presidencia", dice un alto dirigente de Ferraz

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Pablo LL

Cuenta un histórico miembro de la CEOE que, tras asistir a la toma de posesión de Luis Solana como presidente de Telefónica, allá por el año 1982, una sensación de abatimiento se apoderó del ánimo de los empresarios. Recuerda cómo regresó a casa cabizbajo y con apenas fuerzas para decirle a su mujer que había que irse de España. Para ellos, gente de orden, colocar a aquel personaje en lo más alto de Gran Vía 28, entonces sede de la operadora, era como poner a un trilero del Rastro al frente del Banco de España.

Luis Solana militaba en el PSOE y pertenecía a esa camada de chavales que querían cambiar el país hasta que no lo reconociera ni la madre que lo parió. Era ideológicamente peligroso, había pasado dos años en prisión por sus actividades antifranquistas y tenía esas extrañas ideas revolucionarias… Con todo y con eso, lo que más escamaba a la encorbatada gente de la patronal, mucho más que lo anterior, era que el día de su toma de posesión en Telefónica se presentara con pantalones de pana. A los empresarios les mudó el rictus y se quedaron como Rajoy cuando vio pasar al gigante de las rastas frente a las escalinatas del Congreso. Luego, con los años, se darían cuenta de que resultó inocuo. Más aún, en aquella época la multinacional española emprendió su hoy exitoso camino a la internacionalización.

En el comité federal del fin de semana, algunos socialistas se han valido de este tipo de anécdotas para justificar un posible Gobierno de coalición con Podemos. Arguyen que no hay que tener miedo a los nuevos tiempos, que el contenido social de su programa viene a ser el mismo que el del PSOE, que los mensajes de los Felipe González, Alfonso Guerra, Solchaga y Corcuera son mensajes anclados en el pasado, que ya no representan al PSOE del siglo XXI, que los que verdaderamente están conectando con las nuevas generaciones son los chicos rebeldes de Podemos. Los pantalones de pana de ayer, dicen, son las coletas de hoy.

Vídeo: Pedro Sánchez consultará a los militantes

Es el mantra que una de las personas de confianza de Pedro Sánchez repetía machaconamente este sábado en 'petit comité': “O gobernamos en coalición o con acuerdos puntuales con ellos. No hay más. Nuestro enemigo es el PP y nuestra hoja de ruta solo persigue ese objetivo: apartarlo de la Presidencia. De ahí el posible pacto con Pablo Iglesias. Los de Podemos no son tan peligrosos como nos quieren hacer creer. Lo que sí es peligroso es el escenario que se le va a quedar al PSOE si no gobierna. Puede haber escisión en el partido”. En esa tesis anda también José Luis Rodríguez Zapatero -hoy más podemita que socialista, más próximo a Monedero que a la dirección de Ferraz-, a quien su profunda animadversión hacia Pedro Sánchez no le impide ver las bondades de una coalición con la formación morada.

Cualquier excusa es buena en la conquista del poder. Incluso equiparar a PSOE y Podemos. Pero si bien es verdad que ambas trayectorias pueden guardar ciertas similitudes, igual de verdad es que tienen sus diferencias, y que estas últimas son abisales y, sobre todo, insalvables, de esas que no se pueden orillar con una anotación a pie de página. Estas diferencias, recuerda un destacado socialista, atacan la misma esencia del PSOE. El propio Luis Solana lo ponía negro sobre blanco en su blog: “Es una pena que no haya algún punto de encuentro entre dirigentes actuales de Podemos y viejos dirigentes del PSOE: lo pasarían muy bien comprobando que esta formación está repitiendo las mismas exageraciones que hicimos en el PSOE para empezar el cambio por el que luchábamos. Lo que pasa es que los socialistas nunca fuimos una amenaza para la libertad y los de Podemos sí lo pueden ser”.

Zapatero, hoy más podemita que socialista, más próximo a Monedero que a Ferraz, también ve con buenos ojos una coalición con la formación morada

Los garantes de la ortodoxia socialista recelan de la idea de Estado de Pablo Iglesias, un señor cuyo modelo de democracia es el de Robespierre. Es a este político francés, el más radical de los jacobinos, a quien dedica la primera referencia de su libro 'Disputar la democracia'. Toda una declaración de intenciones: “Robespierre dijo que la democracia es un Estado en el que el pueblo soberano, guiado por las leyes que son obra suya, actúa por sí mismo siempre que le es posible, y por sus delegados, cuando no puede obrar por sí mismo”, se puede leer al comienzo del ensayo. “Por eso podemos decir que la democracia es el movimiento dirigido a arrebatar el poder a quienes lo acaparan (el monarca o las élites) para repartirlo entre el pueblo”. Ahí radica el quid de la cuestión. Pablo Iglesias no quiere gobernar con el PSOE. Iglesias lo que quiere es cortarle la cabeza a Pedro Sánchez.

La decisión del secretario general de los socialistas de someter a la votación de sus casi 200.000 militantes un posible pacto con Podemos viene a estresar todavía más la ya de por sí frágil estructura del partido. Algunos ya han empezado a pedir los papeles del divorcio alegando que esto es el fin, que Podemos carece de pedigrí y no es de fiar. “Es una irresponsabilidad comparar al PSOE con Podemos. El PSOE estaba en la Internacional Socialista y Felipe González venía avalado por Willy Brandt. ¿Quién avala a Pablo Iglesias? ¿Chávez? ¿Maduro…? ¡Por favor, estos señores han estado haciendo papeles políticos para Venezuela!”, se queja un antiguo asesor de Ferraz. “¿Es lo que quiere el PSOE? ¿Es lo que queremos para el país…?”.

Los sectores más moderados de PP, PSOE y Ciudadanos todavía albergan la esperanza de que, antes de despeñarnos arrastrados por los egos desmedidos de los actuales líderes políticos, se puedan alcanzar unos nuevos Pactos de la Moncloa para acometer una legislatura corta y con unos puntos concretos consensuados, esto es, la cuestión territorial, la reforma de la Constitución, el apuntalamiento de la economía y el terrorismo islámico. Nadie entendería que si los comunistas y los herederos de la dictadura pudieron llegar a un acuerdo en el 77, en una situación tan compleja como aquella y después de haberse derramado tanta sangre, no se entendería, digo, que esas nuevas generaciones que presumen de formas, transparencia y diálogo no puedan hacerlo. A no ser que estemos hablando de otra cosa.

Cuenta un histórico miembro de la CEOE que, tras asistir a la toma de posesión de Luis Solana como presidente de Telefónica, allá por el año 1982, una sensación de abatimiento se apoderó del ánimo de los empresarios. Recuerda cómo regresó a casa cabizbajo y con apenas fuerzas para decirle a su mujer que había que irse de España. Para ellos, gente de orden, colocar a aquel personaje en lo más alto de Gran Vía 28, entonces sede de la operadora, era como poner a un trilero del Rastro al frente del Banco de España.

Pedro Sánchez