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Confesión de un dirigente independentista: "Necesitamos otros Pactos de la Moncloa"
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Nacho Cardero

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Confesión de un dirigente independentista: "Necesitamos otros Pactos de la Moncloa"

De toda Cataluña, habría dos terceras partes que no tendrían problema en rubricar la 'paz' con España. Hay otra tercera a la que no le gustaría, pero tampoco se echaría al monte

Foto: Ilustración: Pablo López Learte.
Ilustración: Pablo López Learte.

“Nosotros solo pretendemos un nuevo modelo de financiación y el reconocimiento de la asimetría territorial de España. Si accedieran a estas concesiones, acababa ahora mismo el enfrentamiento con el Gobierno central”, se confesaba un alto dirigente de Convergència. “Son básicamente cuatro puntos: el primero, una distribución equitativa de la riqueza teniendo en cuenta la renta per cápita de cada comunidad autónoma; segundo, garantías para el mantenimiento del Estado del bienestar; tercero, un paquete de medidas de lucha contra la corrupción, y cuarto, la confirmación de la singularidad de determinadas comunidades históricas”.

Esta declaración, que algunos situarían en el albur de los tiempos, no se remonta tan atrás, ni siquiera es previa a la conocida reunión que mantuvieron Mariano Rajoy y Artur Mas hace dos años y medio en La Moncloa, 20 de septiembre de 2012, espoleta de esa carrera independentista en la que se embarcó el nacionalista (“El diálogo no ha ido bien. Lo digo no contento, más bien triste”), después de que el líder del Ejecutivo le dijera ‘nones’ a un nuevo pacto fiscal. Estas declaraciones son mucho más cercanas, de hace cinco minutos, es decir, coincidentes en el tiempo con un nuevo Gobierno catalán que amenaza con desconectarse de España en un abrir y cerrar de ojos.

¿Cómo casa esa puerta abierta al entendimiento con la espada de una declaración unilateral de independencia? “Los plazos son relativos. ¿Te has fijado? El de 18 meses para la desconexión es el único plazo de la historia que jamás avanza. Siempre ha sido de 18 meses. Lo era hace un año, hace dos… Siempre son 18 meses. Fíjate ahora en Oriol Junqueras. Dice que su Agencia Tributaria estará lista… ¡en 30 meses!”.

Después de unos pésimos resultados autonómicos, del desfile de imputados por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) por desobediencia en la consulta del 9-N, del vodevil antisistema de la CUP para sustentar la Generalitat y de la inmolación 'in extremis' de Artur Mas, después de una cascada de despropósitos que han dejado el escenario político catalán casi tan devastado como la ciudad siria de Homs, algunos independentistas del núcleo duro de la antigua Convergència han recuperado de repente el resuello institucional. Se trata, en realidad, de un discurso que no difiere sobremanera del exhibido por el PNV este fin de semana en Pamplona, donde abogaba por una “segunda transición” para encajar el País Vasco, Cataluña y Galicia, y un mayor autogobierno mediante vías legales y pactadas con el Estado.

“Esto se arregla con otros Pactos de la Moncloa”, continúa el de CDC, “no solo para solventar la situación de bloqueo en que se encuentra Madrid sino también para arreglar la cuestión catalana. Con los cuatro puntos mencionados puestos negro sobre blanco, que no son muy diferentes a los que Mas presentó a Rajoy en su visita a La Moncloa, los nacionalistas podríamos suscribir sin problemas dichos acuerdos. De toda Cataluña, habría dos terceras partes que no tendrían problema en rubricar la ‘paz’ con España. Hay otra tercera parte, la más independentista, a la que no le gustaría, pero tampoco se echaría al monte. Yo formo parte de esa tercera parte y ten por seguro que no me saldrían sarpullidos”.

En las rondas negociadoras para formar Gobierno, Pedro Sánchez se reunirá hoy con Democràcia i Llibertat (DiL), antigua Convergència, a quien no pedirá apoyo para la investidura sabedor de que tal reclamación sería malinterpretada como concesiones futuras a los independentistas. En esta segunda fase, los nacionalistas catalanes han adoptado un papel secundario, sin apenas nada que poder apuntar ni aportar. “Pero habrá una tercera fase, a la que todavía no hemos llegado, en la que tendremos un papel más activo y en la que no descartamos una abstención para facilitar el Ejecutivo”.

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Esta transformación no se entiende sin un lavado de pies a cabeza de la formación política que, a día de hoy, todavía comanda Artur Mas. En un nuevo ejercicio de travestismo, el defenestrado ‘molt honorable’ pretende impulsar una nueva plataforma soberanista como eje de la renovación del partido, algo así como una reedición de la Casa Grande del Catalanismo, esa especie de vehículo político ‘offshore’ con el que CDC recuperó la Generalitat en 2010.

“Se está especulando mucho con el nuevo nombre de la formación. Después de querer desterrar Convergència por todas las connotaciones que tenía de herencia del pujolismo y después de este juego de acrónimos al que nos hemos dedicado, parece que Ejecutivo y militancia quieren recuperar las siglas de CDC. Son con las que más nos sentimos identificados”, admite este alto dirigente del partido. “Artur Mas pretende capitanear esta refundación, apuntalar las bases, pero no va a volver a la primera línea. Lo que estamos buscando es un nuevo secretario general”.

El 'exconseller' de Justicia Germà Gordó ha anunciado su intención de optar a este cargo después de tiempo postulándose para el mismo, como ya indicamos en su día en este mismo diario. Gordó pretende coronarse mediante primarias, haciendo valer su marcado carácter pactista. Vehemente pero no mesiánico, es un firme convencido del diálogo como solución al problema catalán. Como principal rival, se apunta a la figura de Jordi Turull, presidente del grupo de Junts Pel Sí en el Parlament, perteneciente a la ‘guardia de corps’ de Mas y uno de los personajes que más notoriedad han alcanzado con el proceso independentista.

Es en este proceso de mutación del nacionalismo catalán donde no hay que olvidar tampoco la muerte del pujolismo. La “gran decepción”, que es como se refieren ahora los convergentes a su otrora gran patriarca, se paseó cabizbajo por la Audiencia Nacional. Los de su rededor le evitan como si llevara la peste. ¿Cómo dices que se llama ese señor achaparrado?, preguntan. La UDEF destapó el entramado familiar, el juez De la Mata lo acorraló con las rogatorias y sus antiguos compañeros de partido lo lapidan hasta el escarnio emulando 'La vida de Brian'. La refundación de CDC lo tiene claro: primero se mata al padre, Pujol, y después al hijo, Artur Mas.

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“Nosotros solo pretendemos un nuevo modelo de financiación y el reconocimiento de la asimetría territorial de España. Si accedieran a estas concesiones, acababa ahora mismo el enfrentamiento con el Gobierno central”, se confesaba un alto dirigente de Convergència. “Son básicamente cuatro puntos: el primero, una distribución equitativa de la riqueza teniendo en cuenta la renta per cápita de cada comunidad autónoma; segundo, garantías para el mantenimiento del Estado del bienestar; tercero, un paquete de medidas de lucha contra la corrupción, y cuarto, la confirmación de la singularidad de determinadas comunidades históricas”.

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