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Breve historia de cuatro asesinatos
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Nacho Cardero

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Breve historia de cuatro asesinatos

Todos aquellos que podían suponer un riesgo para la supervivencia política de Rajoy se han ido volatilizando de un día para otro como los discos duros de Génova

Foto: PLL.
PLL.

“Cada vez que planto una semilla, me dice que la mate antes de que crezca”

'I shot the sheriff' (Bob Marley)


Que parezca un accidente. Rubalcaba, Rosa Díez, Bárcenas, Gallardón, Guindos, Valdeón… todos aquellos que podían suponer un riesgo para la supervivencia política de Mariano Rajoy, ya fuera un riesgo exógeno o endógeno, se han ido volatilizando de un día para otro como los discos duros de Génova. Cada vez que 'las voces' reclaman un candidato alternativo y piden su cabeza, al presidente le basta con sentarse a las puertas de La Moncloa y ver pasar los cadáveres de sus enemigos. Sin pestañear. Con las piernas cruzadas y el ‘Marca’ en una mano. El método devenido en rutina: Rajoy no los mata, ellos solos se suicidan.

Los cuerpos se agolpan en estas tres legislaturas que son solo una, como la Santísima Trinidad. Este fin de semana, Rosa Valdeón, que estaba llamada a dar continuidad a la égida popular en Castilla y León (casi 30 años en el poder) como sucesora ‘in pectore’ de Juan Vicente Herrera, se cayó de golpe del caballo. Se cayó a todo trapo: 170 kilómetros la hora.

Valdeón había sido la primera en clamar contra la decisión de colocar al exministro Soria en la cúspide del Banco Mundial. Lo escribió en Twitter, que es lo mismo que decirlo en televisión en horario de máxima audiencia: “Que algunos políticos dejen de hacer daño a la política de verdad”. Días después, sábado a media tarde, la vicepresidenta dimitía de su cargo tras conocerse que había sido retenida por conducir sobrepasando la tasa de alcoholemia. Alegó que “había tomado una pulguita y dos cervezas” y que estaba bajo tratamiento de ansiolíticos (alprazolam). Aquello recordaba al solomillo con clembuterol de Contador.

Con las piernas cruzadas y el 'Marca' en una mano. El método devenido en rutina: Mariano Rajoy no los mata, ellos solos se suicidan

Luis de Guindos tampoco se ha librado de la razia de los últimos días. Al ministro de Economía e Industria en funciones, al que algunos quisieron colocar como posible sucesor de Rajoy justo en el momento el que ya era imposible que lo fuera —cuando estalló el caso Soria—, le han cortado las alas en pleno vuelo, esto es, cuando empezaba el ‘roadshow’ para la promoción de su libro. “La nominación de Soria al BM ha sido una histórica metedura de pata del jefe”, señala un alto cargo de Economía. “Le cercena cualquier aspiración”.

Rajoy no lo va a dejar caer. No es su estilo. Cuanto más le presionen, más le aguantará. Otra cosa es la carrera política. Las escasas afinidades que mantenía Guindos con sus compañeros las ha tirado a la papelera con este movimiento. Ni en el Ejecutivo ni en el partido sabían de la candidatura al Banco Mundial. Apenas cuatro personas estaban al corriente: Rajoy, Guindos, Soria y el bendito encargado de redactar la nota de prensa.

El ministro asegura en su defensa no haber visto “una campaña de acoso igual” a la sufrida en los últimos días. En cambio, en Génova, que tienen más los pies en la tierra y son los que ponen la cara para recibir los guantazos, le culpan de haber dañado los intereses electores de Feijóo y Alonso en Galicia y País Vasco.

De Guindos presentará este miércoles su libro 'España amenazada' en la Fundación Rafael del Pino. Hay quien no descarta que se encuentre una cabeza de caballo cuando alcance el atril. Mariano Rajoy clausurará el acto.

Foto: Luis de Guindos, Sáenz de Santamaría y Cristóbal Montor, en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. (EFE)

Rajoy exhibe un rostro mustio y un tanto taciturno de tanto quilombo y hostilidad sufrida últimamente. Le hubiera gustado tomarse unos días sabáticos, pero los suyos le han mandado a Galicia a patearse las aldeas durante la campaña al más puro estilo Manuel Fraga, entre trochas y pucheros. Es allí donde está enraizada la leyenda de la Santa Compaña, esa procesión de ánimas que atraviesa los pueblos de madrugada avisando de próximos óbitos, y es allí, en Galicia, donde algunos vaticinan el principio del fin de Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. Lo dice la Santa Compaña que flanquea a Rajoy y lo dicen los datos del CIS.

En el País Vasco, los socialistas caen hasta la cuarta posición, pasando de una representación de 16 escaños actuales a ocho, la mitad. En Galicia, el PSdeG baja y empata con En Marea, que incluso podría sacarle un diputado. Por malos que sean, estos resultados dudosamente van a propiciar una abstención patriótica del PSOE en favor de Rajoy antes de que se pare el reloj constitucional de dos meses para la convocatoria de elecciones. Ese puente, como diría Sánchez, ya lo han cruzado. El PSOE ha ido demasiado lejos en su negativa y ambos bandos, afines y críticos, consideran temerario dar un paso atrás.

Foto: El líder del PSOE, Pedro Sánchez, junto al secretario del PSC, Miquel Iceta, durante un encuentro con socialistas catalanes. (EFE) Opinión

Lo que sí podría propiciar es un cambio de actitud tras los terceros comicios. Luego de encadenar derrota tras derrota (los candidatos de Galicia y País Vasco, Xoaquín Fernández Leiceaga e Idoia Mendia, pertenecen a su equipo de fieles) y permitir que el PP ensanche la ventaja, a Pedro Sánchez se le acaban los argumentos para mantener el bloqueo institucional. A él y a unos barones que contemplan indolentes como el PSOE se aproxima a la marginalidad dentro y fuera de Madrid.

A estas alturas, pocos dudan de que la solución a la parálisis del país pasa por que los socialistas arreglen sus problemas internos. O más concretamente, por que despejen el futuro de Pedro Sánchez, con quien no se hablan y al que trataron de asesinar hace un año.

Le puso la cruz a Rivera nada más reconocer que lo suyo era un matrimonio de conveniencia, que en verdad quien le gustaba al de C's era Pedro Sánchez

En las casas de apuestas, la posibilidad de unas terceras elecciones es la casilla más solicitada. Por mucho que el PNV dé un giro copernicano y que a Puigdemont se le vaya la mano con la banderita, no hay signos visibles que lleven a pensar que la situación puede ser reconducida. Ni en el Partido Popular ni en el Partido Socialista. “Es como si Rajoy y Pedro Sánchez se hubieran puesto de acuerdo para ir a terceras elecciones. Están coordinados”, repite Albert Rivera como un mantra.

Rivera es el tercero en la lista de Rajoy. Le puso la cruz en el mismo momento en que el de Ciudadanos reconoció que no se fiaba de él y que lo suyo era un matrimonio de conveniencia. Como los ‘café society’ de Woody Allen: estoy enamorado de Pedro Sánchez, pero me caso con Mariano Rajoy. No lo puede ocultar. El ‘sí quiero’ de los diputados de C’s al presidente en funciones el viernes de investidura sonó a trágala. Lo dieron sin levantarse del asiento y mascullado entre dientes, casi inaudible. Las palabras de Rivera en el hemiciclo tuvieron a su vez tono de elegía. Más que una boda, aquello guardaba semejanzas con un funeral.

Ciudadanos trata de desembarazarse de este estigma que lo coloca como filial del PP, que diría Pablo Iglesias, y para ello exhibe desafección al partido de la gaviota. Si la formación naranja no saca un solo diputado en las gallegas, muchos entenderán que su pacto con el PP no es sino el abrazo del oso. Por el contrario, si obtiene un escaño y resulta imprescindible para Feijóo, los resultados serán interpretados como un plácet de los votantes a la alianza.

Algo de verdad hay en que Rivera tiene en sus manos la futura presidencia de Mariano Rajoy, pero más cierto es que la supervivencia de Ciudadanos como partido pasa por el entendimiento con el PP. Rajoy lo sabe y se reserva esa bala para las terceras elecciones. A aguantar no hay quien le gane.

“Cada vez que planto una semilla, me dice que la mate antes de que crezca”

Mariano Rajoy