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Marta Pascal y la 'operación Elefante'
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Nacho Cardero

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Marta Pascal y la 'operación Elefante'

La coordinadora general y parte de la nueva PDeCAT pertenecen al grupo de los que quieren que el elefante caiga de pie, parar el cronómetro independentista y sustanciar la aproximación con Madrid

Foto: Marta Pascal durante una rueda de prensa del PDeCAT. (EFE)
Marta Pascal durante una rueda de prensa del PDeCAT. (EFE)

Frisa los 34 años y desde julio de 2016 es la coordinadora general del Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT), formación heredera de la antigua Convergència. Ella, Marta Pascal, tiene juventud y fuerzas para tomar el testigo de un nuevo y emergente nacionalismo catalán. Sangre independentista corre ágil por sus venas, pero sin espejismos. Pies en tierra. Nada de ensoñaciones ni de palabras que funcionan como ácido cuando se lanzan al vacío. Lo primero es lo primero: salvar al PDeCAT. Salvarlo como sea. Caiga quien caiga.

En este sentido, la vieja guardia de CDC que ha mudado a la nueva formación, más que un activo, supone un lastre. Los cachorros del PDeCAT, liderados por Pascal y arropados por los alcaldes que copan el todavía potente poder territorial convergente, lo saben e intentan levantar un cordón sanitario que los libre de esa 'old school' retrato en sepia del 'pujolismo'.

Se guardan, primero, de Artur Mas, acorralado por el Palau, la Pika y la Pretoria, cuyo afán consiste en seguir capitaneando el barco (ejerce de presidente del partido y amenaza con presentarse a las próximas elecciones) para orillar la corrupción; segundo, de Puigdemont, al que tienen en alta estima por su perfil afable y haber mantenido la causa a flote, pero del que recelan por estar fuera de control, sin más dueño que él mismo y con la melancolía de quien añora el terruño gerundense, y en tercer lugar, también se guardan de Junqueras, del que sospechan como en una novela de Agatha Christie. De cuando en vez, les viene la duda de si habrá pactado con Moncloa.

[Pascal: “La corrupción me da asco”]

Cimentado en este caótico puzle soberanista y en los intereses espurios de sus protagonistas, los gobernantes hicieron revolotear pájaros de independencia sobre una parte notable de la población. Más que pájaros, se trataba de elefantes. Con el afán de ser más soberanistas que ERC y mantenerse en el poder, los líderes de Convergència empezaron a transmitir a los suyos la idea de que los elefantes volaban. Para que se lo creyeran, les pegaron alas con Loctite y los lanzaron por la ventana. Ahora, el elefante cae a plomo. Y solo quedan dos posibilidades: dejar que se estampe contra el suelo o intentar que caiga de pie.

De Junqueras sospechan como en una novela de Agatha Christie. De cuando en vez, les viene la duda de si habrá pactado con Moncloa

Marta Pascal y esa nueva PDeCAT pertenecen al grupo de los que quieren que caiga de pie, parecer compartido por una clase empresarial (y mediática) huérfana de una corriente conservadora que los represente. Nacionalista, sí, pero también europea —y española en tanto que europea—, que sea capaz de enarbolar los valores liberales de la antigua CDC hoy enterrados entre los informes de la UCO y las imputaciones que les endosan los juzgados.

Una vez que, como desmigajaba Joan Tapia en sus Confidencias Catalanas, el tren independentista empieza a mostrar más agujeros que un queso gruyer, estos sectores entienden indispensable pasar de la ‘operación Diálogo’ a la ‘operación Elefante’, esto es, parar el cronómetro independentista y sustanciar la aproximación. Se habla de cariño, de reconocimiento, pero sobre todo se habla de inversiones y financiación. Gestos que evitarían el descalabro del animal, algo que sería fatal para una parte de la población que, creyéndose a pies juntillas los cantos que llegaban de plaza de Sant Jaume, entendía que no había vuelta atrás y la independencia esperaba ya a la vuelta de la esquina.

Foto:  El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy (d) conversa con la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría (i). (EFE)

Los acontecimientos que se radian a diario han dejado desnudo al 'procés' y lo han puesto frente al espejo, acelerando la desafección de propios y extraños. No hay un plan trabado sino caos e improvisación. Cinco puntos lo ponen negro sobre blanco:

1.- El arcano de las leyes de desconexión: lo han querido vender como la espoleta decisiva para la independencia, pero se desconocen el texto y el momento de aprobación. ¿Qué sentido tiene sacar adelante una ley que en la práctica supone declarar la independencia y a la vez reclamar un referéndum? ¿Acaso la independencia va antes que el referéndum? Los promotores reconocen que todavía están analizando cómo hacerlo, si aprobarlas antes o después, o si votar un mínimo indispensable que habilite el referéndum.

2.- Legitimidad y urnas de cartón: segundo dilema, cómo ejecutar la votación para que goce de reconocimiento y no caiga en el simulacro de cartón del 9-N. En la Generalitat aseveran contar con proveedores y sistema informático para la realización de la consulta, pero sus pensamientos tropiezan unos con otros hasta contradecirse. Igual que dicen lo anterior, también admiten que no todos los colegios se van a prestar a abrir sus puertas, y es posible que no cuenten con un mínimo de puntos de votación. Recelan igualmente de los Mossos. Dan por hecho que ni serán aliados ni se pondrán en posición de firmes.

Aseguran contar con proveedores y sistema informático para el referéndum, pero les faltan colegios para votar y el apoyo de los Mossos

3.- La incógnita Puigdemont: otra de las interrogantes tiene que ver con el actual inquilino del Palacio de la Generalitat. Si es 'president' en virtud del Estatuto y se aprueba una ley que deroga dicho Estatuto, ¿en qué posición quedaría a partir de entonces? El Gobierno catalán no cuenta con una respuesta clara a esta pregunta, pero entiende que el Estado activará los resortes para que sea suspendido o inhabilitado, circunstancia esta a la que, dicho sea de paso, parece quitar importancia.

4.- Las manos de Junqueras sobre los hombros de Soraya: la cuarta de las incógnitas está relacionada con la ‘alianza Frankenstein’ que sustenta el Govern. Mientras Artur Mas enarbola la estelada entre llamas y atiza la teoría conspiratoria para justificar el desfile de convergentes por los tribunales, otros se dan de empellones por aparecer en la foto junto al Rey de España; mientras unos posan sus intereses en los hombros de Moncloa con vista a los próximos comicios, otros vuelven a amenazar con vetar los Presupuestos de 2017 si se modifica su redacción, tal y como recomienda el Consejo de Garantías Estatutarias (CGE). Que cada cual haga la guerra por su cuenta.

5.- La presidencia de Estonia y su obsesión europea: por último, la gira de los prebostes de la Generalitat para obtener el reconocimiento internacional una vez Cataluña se declare independiente está resultando más inútil que una cerilla metida en una caja. Ellos mismos reconocen que ni lo tienen ni lo van a tener, y se excusan arguyendo que su intención no es tanto el ‘reconocimiento’ como el ‘conocimiento’. Miran esperanzados, eso sí, a un segundo referéndum en Escocia y la llegada a la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea de Estonia, país báltico desgajado de la Unión Soviética al que los 'embajadores secesionistas' han lanzado puentes con el objeto de que se muestre más permeable a sus intereses, haciéndole ver presuntas afinidades.

No es una gran mayoría sino unos pocos que han arrastrado a otros muchos tejiendo un tapiz con verdades, medias verdades y mentiras. Y ahora hay que hacer que el elefante caiga de pie. Mimbres para recomponer la situación, haylos. En un lado y en otro. La remontada es posible.

Frisa los 34 años y desde julio de 2016 es la coordinadora general del Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT), formación heredera de la antigua Convergència. Ella, Marta Pascal, tiene juventud y fuerzas para tomar el testigo de un nuevo y emergente nacionalismo catalán. Sangre independentista corre ágil por sus venas, pero sin espejismos. Pies en tierra. Nada de ensoñaciones ni de palabras que funcionan como ácido cuando se lanzan al vacío. Lo primero es lo primero: salvar al PDeCAT. Salvarlo como sea. Caiga quien caiga.

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