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¿Quién se esconde realmente tras Albert Rivera?
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Nacho Cardero

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¿Quién se esconde realmente tras Albert Rivera?

Rivera es un liberal a secas que representa a la derecha moderna desafecta con el Partido Popular. Poco que ver con el socioliberalismo de Macron, quien estaría más próximo a PSOE que a C's

Foto: Ilustración: Pablo López Learte.
Ilustración: Pablo López Learte.

¿Quién es Albert Rivera? ¿Es el gigante de la fotografía que lucía en la fachada de la sede de Ciudadanos, en la madrileña calle de Alcalá, cual Cristiano Ronaldo de la política, o tal vez la muletilla coja de la que se vale el PP, ora una de garbanzos, ora una de lentejas, para ir surfeando la legislatura? ¿Se ajusta a su perfil la chaqueta de liberal? ¿O le quedaba mejor la de socialdemócrata? ¿Hasta qué punto es comparable con Macron? ¿Podrá emular la gesta del francés? ¿Acaso será el líder de Ciudadanos el próximo presidente de España?

Durante la campaña a las presidenciales francesas, han sido tantos los guiños que Rivera le ha dedicado al nuevo inquilino del Elíseo, y viceversa, que a uno le venía a la mente la imagen del cartel de la película ‘Los Idus de marzo’, de George Clooney, pero en formato europeo: un primer plano del líder de Ciudadanos mostrando una mitad de su cara y siendo la otra mitad completada por la portada del periódico ‘Le Monde’, donde supuestamente aparecería el rostro de Emmanuel Macron con el siguiente titular: “¿Será este señor el próximo presidente de la República francesa?”.

Pues bien, así ha sido finalmente. Ayer se confirmó con su victoria con el 66,06% de los votos. En un primer análisis rápido, estos resultados podrían servir para desmontar esa idea tan extendida de que el centrismo es una posición, pero no una ideología, y que los partidos que se sitúan en este campo de juego se emplean de bisagra para facilitar la labor de gobierno, que no para gobernar, y más tarde o más temprano acaban canibalizados.

Macron y Rivera, Rivera y Macron. Ambos frisan los 40 años, son jóvenes y prometedores. Ambos se muestran profundamente ambiciosos. Ambos despegaron con plataformas ciudadanas, sin estructura, sin programa y, posiblemente, sin saber muy bien hacia dónde se dirigían. Y ambos se declaran liberales. Sin embargo, por mucho que el español quiera mirarse en el espejo del francés, hasta ahí llegan las similitudes. Aun siendo verdad lo anteriormente expuesto, lo cierto es que uno y otro poco tienen que ver.

Macron se dejó arrastrar hacia el centro más por necesidad que por convicción. Trató de ocupar ese espacio para arañar papeletas al republicano Fillon, tocado y sin apenas posibilidades tras el ‘Penelopegate’. Una táctica diseñada con escuadra y cartabón. Si hay que encasillarle en algún recipiente ideológico, habría que hacerlo en el de la socialdemocracia. Macron es básicamente socioliberal. Su programa electoral, improvisado durante la campaña y que carga ligeramente hacia la izquierda, con medidas económicas similares a los de los países nórdicos que combinan disciplina fiscal y gasto público, es buena prueba de ello.

Aunque ambos frisan los 40, son ambiciosos y se declaran liberales, Macron es de izquierdas y Rivera, quiera o no, es la derecha moderna

El nuevo presidente francés proviene del Partido Socialista y era el candidato oficioso de Manuel Valls, Ségolène Royal e incluso François Hollande. De hecho, tendrá que pescar en los caladeros de su anterior formación para estructurar un partido y poder presentarse a las próximas legislativas. Macron estaría más próximo al PSOE en España que a Ciudadanos. Más a lo que representaba el Miguel Boyer de los años ochenta que al líder naranja.

Rivera, en cambio, es un liberal a secas que representa a la derecha moderna desafecta con el PP. Ciudadanos es una formación que aglutina los votos del centro-derecha liberal de aquellos que tienen menos de 45 años. Poco que ver con el socioliberalismo de Macron.

Fue en la asamblea de febrero cuando los de Ciudadanos se cayeron del caballo y se decidieron por ‘peix al cove’, es decir, por definirse ideológicamente del lado de sus votantes. Dentro de esa jungla semántica de la política española en la que conviven comunistas, socialdemócratas, conservadores, centristas, nacionalistas, soberanistas, independentistas, anticapitalistas y un largo etcétera, la formación naranja se decidió por archivar el 'socialismo democrático' y adscribirse al 'liberalismo progresista' con el objetivo, 'mutatis mutandis', de prepararse para gobernar a partir de 2019.

¿Será suficiente este viraje ideológico para atacar La Moncloa en las próximas generales? No lo parece mientras el panorama político español se encuentre polarizado con PP y Podemos. Se vota a los primeros para que no salgan los segundos, y se hace lo propio con los segundos para tratar de sacar del poder a los primeros. Dos vasos comunicantes que excluyen al resto.

Tampoco parece que la etiqueta cien por cien ‘liberal’ vaya a funcionar en todos los territorios con la eficacia que se presupone. En Madrid encaja como un guante de seda, pero no así en otras comunidades. El discurso liberal, por ejemplo, no se lleva en Cataluña. Los políticos solo lo utilizan, reconocen jocosamente ellos mismos, cuando les llega la hora de vender el piso. De hecho, en la elección de compromisarios previa a la asamblea, la candidatura liderada por Rivera quedó en Cataluña por detrás de Mejor Unidos, la lista promovida por el exdiputado del Parlament Jordi Cañas, quien defendía continuar en la socialdemocracia en vez de pasarse al liberalismo.

El discurso liberal no se lleva en Cataluña. Los políticos solo lo utilizan, reconocen jocosamente, cuando les llega la hora de vender el piso

Es precisamente este entorno, el más crítico con la deriva ideológica de la formación, el que está aventando la idea de que Inés Arrimadas, líder indiscutible de C’s en esta comunidad, no solo se está lanzando al liberalismo más feroz sino también hacia el catalanismo —hasta ahora una línea roja para los de Rivera— con el objeto de captar el voto de la antigua Convergència, esto es, de esa clase media catalana huérfana tras la radicalización del PDeCAT.

Al ser inquirido por esta cuestión en un reciente encuentro privado con representantes de Foment en la sede de la patronal catalana, Rivera se desmarcó con un buen regate: “No puede haber ningún movimiento hacia el catalanismo sin que nos resintamos en el resto de España”.

De Rivera dicen que se ha vendido al Ibex; de Macron, que es el candidato de la banca de inversión, que su victoria salva Europa de las garras del populismo de izquierdas y de derechas, pero que está por ver si sirve para salvar a Francia. Decir, dicen muchas cosas, pero el hecho cierto es que uno de los dos, al margen del sistema electoral y del contexto social del país vecino, se erige hoy en jefe de Estado de Francia.

Ahora está por ver si los juegos ideológicos de Rivera y los malabares semánticos de Ciudadanos, en su afán de decir que son una cosa y tratar de aparentar la contraria, les sirven para algo más que ser la muletilla del PP.

¿Quién es Albert Rivera? ¿Es el gigante de la fotografía que lucía en la fachada de la sede de Ciudadanos, en la madrileña calle de Alcalá, cual Cristiano Ronaldo de la política, o tal vez la muletilla coja de la que se vale el PP, ora una de garbanzos, ora una de lentejas, para ir surfeando la legislatura? ¿Se ajusta a su perfil la chaqueta de liberal? ¿O le quedaba mejor la de socialdemócrata? ¿Hasta qué punto es comparable con Macron? ¿Podrá emular la gesta del francés? ¿Acaso será el líder de Ciudadanos el próximo presidente de España?

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