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¿Una campaña electoral o un concurso de chistes malos?
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Jesús Cacho

Con Lupa

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¿Una campaña electoral o un concurso de chistes malos?

Sabido es que el género cómico atraviesa horas muy bajas en nuestro país. Me refiero al cómico profesional, aquel que en la dictadura era capaz de

Sabido es que el género cómico atraviesa horas muy bajas en nuestro país. Me refiero al cómico profesional, aquel que en la dictadura era capaz de sacarle punta a la actualidad más roma. Aquella fue la época dorada del humorista, obligados como estaban en escena a pertrecharse de talento y valor, a partes iguales, si no querían ir a parar al final de la función al cuartelillo de la Guardia Civil. Hoy no hay cómicos. Todo lo más, hay titiriteros, casi todos ubicados en la izquierda, que es territorio más proclive a la dádiva con dinero público. Los cómicos de antaño han sido sustituidos por los artistas en nómina al servicio del partido político de turno, en general, y de su líder respectivo, en particular, de modo que la tarea de hacer mofa y escarnio de la dura realidad ha sido asumida por esos mismos líderes políticos, ¡prodigio español donde los haya! que hoy se dedican a dar funciones en plazas de toros y pabellones deportivos acogidos todos al más vulgar y ramplón de los chascarrillos.

Y no es que Mariano Rajoy esté libre de tan grosero pecado, ni hablar, pero la palma, el oscar a la mejor interpretación masculina en la materia se la lleva sin duda José Luis Rodríguez Zapatero. El tipo que durante los últimos cuatro años ha metido a España en una revolución de difícil vuelta atrás, se dedica ahora a escamotear las razones y explicaciones que debe a sus votantes subido en la ola del tópico garbancero, la gracieta boba, la mueca ñoña, la rima inane, la exégesis del pensamiento débil. Daniel Forcada, el joven periodista del Confi que sigue la campaña del Presidente, lo explicaba ayer con detalle: ZP sube al estrado sin papeles y ocupa 45 minutos de mitin a base de un revoltijo “en positivo” de sus tópicos más queridos, ya saben, la colaboración, el talante, el respeto, la tolerancia y las befas a costa del PP, que si el obrero de Rajoy, que si el camarero de Cañete. La profundidad del Pensamiento Alicia de ZP quedó ayer reflejada en Dos Hermanas, Sevilla: “Lo que les gusta es cómo trataban ellos a los camareros antes. Lo que añoran es el ordeno y mando (...) Yo no sé si hay camareros como los de antes, pero lo que sí hay es señoritos como los de antes”. Esa es toda su filosofía.

Y ese parece ser todo su programa para la próxima legislatura, si los Dioses no lo remedian. Hacer chirigotas a costa del Partido Popular está muy bien y sale gratis, pero, díganos, señor presidente, ¿tiene alguna idea, algún proyecto más o menos perfilado, para sacar a España del atolladero territorial en el que usted la ha metido con el nuevo Estatuto de Cataluña? ¿Alguna clave en torno a la futura estructura del Estado? ¿Sabe usted hacia dónde nos lleva? ¿Qué pasaría si el Tribunal Constitucional dentro de unos meses, interpretando fielmente espíritu y letra de la Constitución, declarara inconstitucional alguno de los artículos de dicho Estatuto? ¿Cómo afrontaría usted el conflicto institucional, conflicto de poderes, que tendría de inmediato sobre la mesa? ¿Tiene usted alguna estrategia para oponerse a las aspiraciones secesionistas de las elites políticas nacionalistas? ¿Ha reflexionado usted mínimamente sobre lo que está ocurriendo en Kosovo, o su estrategia va a seguir centrada -más de lo mismo- en abrir de par en par a los enemigos de España las puertas de lo que, hace justamente dos siglos, ya fue definido como “una sola nación, España, un solo Estado, el Estado español y una sola monarquía”, de acuerdo con los constitucionalistas de las Cortes de Cádiz.

La cuestión etarra, el gran escándalo

Las preguntas podrían continuar ad infinitum en cuestiones varias que, sin embargo, tienen todas que ver con el futuro de ese proyecto colectivo llamado España. Por ejemplo, ¿va a obligar usted a los alcaldes socialistas, al menos a los socialistas, a izar la bandera española en el balcón de los Ayuntamientos que gobiernan? ¿Va a ser posible que cualquier padre pueda escolarizar a su hijo en español, si así lo desea, en cualquier colegio público de Cataluña? ¿Va usted a aplicarle paños calientes de última hora a la derrota de ETA? La cuestión etarra, que no la economía, es el gran escándalo de este final de legislatura. En efecto, en cuanto policía y guardia civil han podido empezar a trabajar sin una mano atada a la espalda y con la plena colaboración de Francia, la banda se ha venido literalmente abajo. Con datos abrumadores sobre la mesa, resulta que usted ha estado más que dispuesto a negociar políticamente con una banda terrorista que estaba en las últimas, y si no ha negociado debemos agradecérselo a la estulta soberbia de los de las pistolas, pero solo a ellos. Y bien, ¿está usted dispuesto, si saliera reelegido, a perseguirlos hasta el final, sin ninguna clase de concesión política?

Pues bien, todas estas cuestiones, y muchas más, son las que Zapatero está escamoteando de forma vergonzante en la campaña electoral. Campaña sin mensaje, donde lo importante es el continente y no el contenido; campaña convertida en farsa, en comedia bufa, en un insulto a la inteligencia de millones de españoles que no van a los mítines. Campaña cargada de mensajes guerracivilistas subliminales, de izquierda contra derecha, de rojos contra azules, de miles de tópicos volando todos los días por el páramo español, manta gigante bajo la que se esconde la incapacidad más absoluta para gestionar con algo de talento y cierto sentido común los graves problemas de España. En una cosa estoy de acuerdo con Zapatero y es en que “España necesita una nueva derecha”. Se le olvida decir que también, y con la misma urgencia, una nueva izquierda. Quien en marzo de 2004 fuera elegido presidente sin que los españoles supieran muy bien qué iba a hacer con esa Presidencia, nos amenaza ahora con ser reelegido sin que sepamos qué planes tiene, si alguno, para resolver de una vez el problema de fondo de la convivencia entre españoles. Pobre país.

Sabido es que el género cómico atraviesa horas muy bajas en nuestro país. Me refiero al cómico profesional, aquel que en la dictadura era capaz de sacarle punta a la actualidad más roma. Aquella fue la época dorada del humorista, obligados como estaban en escena a pertrecharse de talento y valor, a partes iguales, si no querían ir a parar al final de la función al cuartelillo de la Guardia Civil. Hoy no hay cómicos. Todo lo más, hay titiriteros, casi todos ubicados en la izquierda, que es territorio más proclive a la dádiva con dinero público. Los cómicos de antaño han sido sustituidos por los artistas en nómina al servicio del partido político de turno, en general, y de su líder respectivo, en particular, de modo que la tarea de hacer mofa y escarnio de la dura realidad ha sido asumida por esos mismos líderes políticos, ¡prodigio español donde los haya! que hoy se dedican a dar funciones en plazas de toros y pabellones deportivos acogidos todos al más vulgar y ramplón de los chascarrillos.