Es noticia
Los dioses ciegan a quienes quieren perder
  1. España
  2. Con Lupa
Jesús Cacho

Con Lupa

Por

Los dioses ciegan a quienes quieren perder

En la agenda de Esperanza Aguirre no ha habido en la última semana más que dos temas: la presidencia de Caja Madrid y la del Real

En la agenda de Esperanza Aguirre no ha habido en la última semana más que dos temas: la presidencia de Caja Madrid y la del Real Madrid. Horas y horas dedicadas a ambos asuntos, en inacabables reuniones, comidas y cenas. Y ya podía hundirse el mundo. De forma obsesiva. Haciendo buena la máxima atribuida a Plutarco, y realidad la doble cara de una Aguirre capaz de provocar la admiración de muchos con algunas de sus iniciativas -tal que la red de hospitales y ambulatorios de que ha poblado la Comunidad de Madrid-, y mostrarse al tiempo como una irresponsable populista, dispuesta a encabezar cualquier tropelía con tal de salirse con la suya. 

Compleja compañía cogió la presidenta de Madrid cuando se encadenó a Ignacio González, su vicepresidente. Ambicioso donde los haya, Nacho González, presidente a su vez del Canal de Isabel II, es uno de esos hombres a quienes manca finezza a la hora de actuar. A él le gusta irrumpir cual elefante en cacharrería, resolutivo y con cuajo, provocando toda clase de estropicios en el mobiliario de la abuela. Le pasa lo mismo con los periodistas: no admite las medidas tintas: o estás conmigo -con nosotros-, o estás contra mí. En esto, González es un hombre a la moda, porque nada hay más común en la España de nuestros días que el sectarismo que reclama fidelidad ciega y comunión diaria con los principios ideológicos –o simplemente de grupo o clan- de quien está en el Poder. Es el gran legado del socialismo al acervo cultural hispano: la filosofía del “conmigo o contra mí”.      

Algún valor, por escondido, tiene necesariamente que portar el caballero, sea intelectual o moral, aunque a decir verdad sea difícil encontrar en el universo madrileño a alguien dispuesto a partirse el pecho por él. El caso es que Nacho, en cuyo descargo cabe decir que ocupa el 90% de su tiempo en tapar agujeros, entrevió su gran oportunidad –lo cuentan tal cual en los predios del PP-, cuando doña Esperanza amagó con presentarse como alternativa a Mariano Rajoy de cara al Congreso de Valencia. Amagó, pero no dio. Los apoyos resultaron ser más bien escasos. Porque si hubiera salido de Valencia investida como líder de la derecha y aspirante a la presidencia del Gobierno por el PP, don Ignacio hubiera podido hacer realidad su aspiración, convirtiéndose automáticamente en presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid. All my dreams came true.

Pero pasó Valencia y no hubo nada. Y don Ignacio se impacientó, y dicen que le dijo a la presidenta que quería dejarlo, que eran ya muchos años en la trinchera y había llegado el momento de preocuparse por el futuro de los suyos haciendo algún dinero, y que para eso ningún sitio mejor que Caja Madrid. En la planta 23 de una de las torres inclinadas de KIO, cherchez los Albertos y el caso Urbanor, reside Miguel Blesa, un señor que, desde que el dedo omnipotente de Aznar le colocara en el cargo, lleva ya 12 años al frente de la cosa. Don Miguel tampoco es un experto en hacer amigos, aunque nadie pueda negarle su mano izquierda para apacentar el variopinto rebaño político que le sostiene en la Caja.

Enamorado de la caza (el viernes 9 lo hacía, con cena previa el jueves, en la finca de Claudio Aguirre), ahora es la presa a cobrar en esta historia. En la Real Casa de Correos todo el problema consistía en quitar a uno para poner a otro. Y como con la Ley de Cajas madrileña en vigor los asaltantes tenían escasas posibilidades de éxito, deciden cambiar la Ley y listo. Asunto concluido. Podrían haber apelado, siquiera por guardar las formas, a las dificultades por las que atraviesa la Caja, metida en charcos inmobiliarios varios, pero no lo hacen tal vez intuyendo que por esa vía sería necesario jubilar al 95% de los capos de Cajas y Bancos. Lo sorprendente es que Aguirre compra ese planteamiento, tan burdamente intervencionista, tan escasamente liberal, tan malo en lo ético como en lo estético, como si relevar al presidente de Caja Madrid fuese tan sencillo como cambiar al consejero de Deportes de la Comunidad.

Y Nacho González empieza a actuar como sabe, como la Acorazada Brunete, moviendo a su antojo los peones de la Comunidad en los órganos de Gobierno de la entidad. Por las bravas. Muy lejos de las formas con que Aznar desalojó a Jaime Terceiro de la Plaza de Calenque. Franquito encargó el trabajo a Rodrigo Rato y el ministro lo citó en su despacho y, muy educadamente, como corresponde a un Rato Figaredo, entró a matar:

-Oye, Jaime, que hemos encontrado una solución estupenda para ti, y es hacerte presidente de Iberia.

-Pues mira, no se me había ocurrido imaginar que ambas presidencias fueran compatibles, pero me lo voy a pensar…

Don Rodrigo no sabía dónde meterse. El caso es que en el último minuto de 2008, con el proceso electoral en la Caja ya en marcha desde el 20 de octubre, Aguirre hizo aprobar una nueva Ley que altera la relación de fuerzas en la Asamblea General, ergo en el Consejo de Administración, sobre la base de reducir drásticamente la representación de los Ayuntamientos, sobre todo del de Madrid, donde mora su más querido enemigo.

El asalto a la torre de KIO supone abrir de nuevo en canal al PP con otra guerra civil de la que no saldrá ningún vencedor claro y sí muchos perdedores, mucha gente con heridas, muchas instituciones con el prestigio mellado. Esperanza, contra Mariano y Alberto. Es difícil creer que el alcalde Gallardón defienda a Blesa gratia et amore, porque lo que realmente le importa es impedir que González llegue a ocupar la presidencia. Rajoy, por su parte, que se juega mucho en este envite –la Caja en manos de Aguirre podría convertirse, merced a la innumerable red de favores que puede ir tejiendo entre los compromisarios populares, en pértiga idónea con la que asaltar la presidencia del partido en un futuro Congreso-, se ha puesto de perfil, como casi siempre, en otra demostración de falta de autoridad, mientras contempla cómo sus pupilos se despedazan en la arena de este circo. “Esto es lo que hay”, que dice Mariano.

Fracasa un gran pacto PP-PSOE para la Caja

Para evitar el espectáculo, alguna gente sensata que todavía queda en el PP maquinó hace meses una operación –trasladada recientemente a María Dolores de Cospedal- consistente en un gran pacto PP-PSOE para la Caja, según el cual la presidencia sería ocupada por un hombre cercano al PP en tanto en cuanto la derecha gobierne la Comunidad, al tiempo que se creaba una vicepresidencia no ejecutiva que ocuparía un hombre del PSOE, que a su vez se convertiría en el primer ejecutivo de Corporación Cibeles. Algo parecido a lo que, hasta que llegó Solbes, funcionaba en el Banco de España con el gobernador del partido del Gobierno y el subgobernador de la oposición. En teoría, se trataría de asegurar la presencia de dos hombres de prestigio, de un perfil no excesivamente partidario, al frente de la institución. La presidencia tenía un candidato claro, Luis de Guindos, ex secretario de Estado con Aznar, con el que el Génova estaba de acuerdo, mientras que el hombre del PSOE era el ex ministro Jordi Sevilla, con quien Zapatero está en deuda. El propio Jordi hizo suya la tesis, buscó apoyos amigos dentro del socialismo y llegó -cuentan los mentores de la idea- a entrevistarse con el propio ZP para venderle la operación.

Cospedal cogió al vuelo la iniciativa y se movilizó de inmediato. En Ferraz, sin embargo, José Blanco escuchó atentamente, pero guardó silencio. No se mojó, circunstancia que hace pensar que los socialistas barruntan ahora la posibilidad de alcanzar la presidencia mediante un pacto global con el resto de fuerzas no PP presentes en la Caja, posibilidad que los cambios introducidos por Aguirre en la nueva ley posibilitan. Y es que frente a los 14 votos (de un Consejo de 21) que antes se necesitaban para ser elegido presidente, ahora son suficientes 11, cifra que también podría alcanzar la izquierda contando con el voto de un independiente. Frente a la brocha gorda de un PP empeñado en jugar con fuego –resulta casi imposible imaginar a Nacho González consiguiendo esos 11 votos-, la inteligente estrategia de un PSOE que no quiere compromisos de ninguna clase, porque pretende llegar a la Asamblea General de septiembre con las manos libres para jugar sus bazas.

Razón por la cual el viernes Madrid recibió con asombro la noticia de que Blesa había conseguido desalojar de la Comisión de Control de la entidad a su presidente, Pablo Abejas, un infiltrado de Aguirre. El resultado, siete votos contra seis, equivale a decir que los dos votos socialistas contrarios a Abejas incumplieron las órdenes de Ferraz y apoyaron a quien les paga el sueldo, perfecta foto en sepia del estado de PP y PSOE y de la salud de una democracia donde solo el dinero consigue romper la férrea disciplina de partido. En la Puerta del Sol, sin embargo, sospechan que el enfado de Blanco con sus conmilitones es pura pose, y que está jugada ha sido diseñada en el mismísimo despacho de Zapatero.

Sea como fuere, a doña Esperanza ya solo le queda tirar palante e intentar matar a su enemigo por todos los medios. No hay vuelta atrás. Matarlo a un alto precio, cierto. El precio de la desestabilización de Caja Madrid en un momento particularmente crítico para la institución, que empieza a notar ya en su clientela los efectos del escándalo. La judicialización del caso parece inevitable, a menos que un golpe de sentido común, cuyo epicentro no se adivina, acabe con tanto disparate. ¡Qué gran momento para que una sociedad civil fuerte obligara a la clase política, en la calle incluso, a sacar las manos de las Cajas de Ahorros de una vez por todas!

En la agenda de Esperanza Aguirre no ha habido en la última semana más que dos temas: la presidencia de Caja Madrid y la del Real Madrid. Horas y horas dedicadas a ambos asuntos, en inacabables reuniones, comidas y cenas. Y ya podía hundirse el mundo. De forma obsesiva. Haciendo buena la máxima atribuida a Plutarco, y realidad la doble cara de una Aguirre capaz de provocar la admiración de muchos con algunas de sus iniciativas -tal que la red de hospitales y ambulatorios de que ha poblado la Comunidad de Madrid-, y mostrarse al tiempo como una irresponsable populista, dispuesta a encabezar cualquier tropelía con tal de salirse con la suya. 

Caja Madrid Miguel Blesa Mariano Rajoy Ignacio González