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Por qué Mas apuesta por el pacto fiscal a la vasca
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Joan Tapia

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Por qué Mas apuesta por el pacto fiscal a la vasca

La pasada semana el Parlament aprobó por mayoría (CiU, ERC e ICV) exigir un pacto fiscal en línea con el concierto vasco. El PSC se abstuvo

La pasada semana el Parlament aprobó por mayoría (CiU, ERC e ICV) exigir un pacto fiscal en línea con el concierto vasco. El PSC se abstuvo en una parte sustancial de la propuesta y el PPC, el gran aliado de CiU en la legislatura, votó en contra. Tiene razón Artur Mas cuando dice que la sociedad catalana pide un nuevo modelo de financiación y desconfía del modelo de los pactos anteriores porque, aunque han mejorado la situación, no han eliminado el fuerte déficit fiscal que lastra la economía catalana. Y además el Estado ha incumplido parte de los acuerdos como los relativos a la inversión pública en Cataluña.

Mas revistió de gran trascendencia su discurso. Y lo cierto es que lo que los catalanes quieren una mejor financiación y, en el momento actual de desafección, el modelo vasco parece una garantía para evitar los incumplimientos. La cuestión es compleja, sobre todo porque los partidos contrarios al concierto -PP y PSC- sacaron más votos y diputados que los del bloque “concertista” en las últimas elecciones celebradas, las legislativas de noviembre.

Lo sustancial es que Cataluña precisa resultados y el camino señalado por Mas y jaleado por Esquerra es casi imposible. El concierto es un sistema único en el mundo que la Constitución española blinda como consecuencia de los pactos del fin de las guerras carlistas. Además, un concierto catalán sería posiblemente inconstitucional y, aunque no lo fuera, los dos grandes partidos españoles son contrarios.  Y el Estado tiene una seria crisis fiscal que incluso puede acabar con su soberanía económica. Por último, sólo el apoyo del PSC o del PPC podría inflexionar algo la postura de Madrid, pero Mas no ha buscado el acuerdo pese a saber que ir a Madrid con el apoyo del antiguo partido de Carod y de los primos sensatos de IU es suicida. ¿Por qué?

Hay diversos motivos. Uno es no quedar atrapado en el pacto con el PPC y con la petición de ayuda al Estado (sea o no rescate) para hacer frente a los pagos comprometidos. Dos, tener un posible banderín de enganche contestatario con el Estado español y los recortes del PP si decide adelantar elecciones (ahora no tiene mayoría absoluta y las encuestas tampoco la predicen). Tres, hacer lo que la diputada revelación del PSC, Rocío Martínez Sempere, definió como “gimnasia independentista”, ya sea para ir hacia la independencia (lo desean sus jóvenes asesores) o para esgrimirla como arma de presión.

Mas no ha trabajado un posible acuerdo con el PPC o el PSC pese a saber que ir a Madrid con el único apoyo del antiguo partido de Carod (ERC) y de los primos sensatos de Izquierda Unida (ICV) es suicida

Pero es una apuesta muy arriesgada porque los electores no acostumbran a premiar los fracasos y porque buena parte de los apoyos sociales de CiU (el empresariado y las clases medias moderadas) no desean un escenario de confrontación que agravaría la crisis. ¿Por qué pues Mas, un político pragmático y con futuro, hace una apuesta peligrosa?

Artur Mas es pragmático e inteligente pero es también un político que pone su ambición y el dominio de su partido por encima de casi todo.  Basta oírle para darse cuenta de que es un liberal inteligente, alejado del dogmatismo simplista. El nombramiento de Andreu Mas Colell, durante mucho tiempo un brillante profesor en Harvard, como Conseller de Economía lo demuestra. Y tiene capacidad de pacto. Con Durán Lleida para empezar. Pero también con Zapatero (el Estatut y el plan de ajuste del 2010). Y con el PP de Aznar y ahora de Rajoy. Un liberal pragmático e inteligente debería saber torear el fundamentalismo nacionalista. No es así.

Por personalismo. Parece que la elección de Maragall y luego de Montilla (algo posible en un régimen parlamentario como el del Estatut que impulsó) le produjo mucho más que un gran enfado, una auténtica conmoción. Y para no quedar descabalgado decidió blindarse en el partido. Primero anatemizando todo lo que hiciera el tripartito y logrando que éste (con la ayuda de la prensa amiga y la impericia y división de los gobiernos Maragall y Montilla) cayera en el descrédito. Así, Mas capitaneó una oposición radical. Votó contra la financiación lograda por Montilla-Castells, un paso importante (pero incumplido en parte) que incluso apoyó Joan Puigcercos, el líder de ERC. Y ridiculizó los bonos minoristas de Castells de los que luego ha vivido. Apoyó, eso sí, la ley de educación de Ernest Maragall. Porque le convenía, porque enfrentaba al PSC con los maestros y porque subrayaba la división del tripartito (ICV se oponía).  

Las nueve banderas catalanas de Artur Mas

La otra forma de blindarse era acompañar la evolución hacia el soberanismo de los núcleos más activos de su militancia. Felipe González dijo que durante la dictadura el PSOE sufrió un exceso de acumulación ideológica marxista. Pues bien, durante lo que Oriol Pujol define como “la travesía del desierto” (los años Maragall-Montilla en los que Cataluña apostó por la alternancia) CDC hizo una acumulación ideológica soberanista que Mas no sólo acompañó sino que impulsó. Poniéndose al frente, con mesura y “seny” aparente, del “flirteo” con el independentismo. Mas evitó así las discusiones internas sobre su liderazgo. Y a esta evolución ayudó -es innegable- la actitud de Rajoy contra el Estatut (no le gustaba y además creía que erosionaría, como así fue, a Zapatero) y las indecisiones y el miedo sobrevenido que la cuestión catalana acabó infundiendo al líder socialista.

La actitud de Mas en la oposición es comprensible. Lo que se entiende menos es que la mantenga -contra el criterio de Durán y la prudencia de las clases medias catalanas- una vez llegado al poder. Pero la  crisis castiga, Mas no quiere que le pase con el soberanismo lo que a Felipe le ocurrió cuando cambió de criterio sobre la OTAN, y los gobiernos españoles (el de Zapatero y el de Rajoy) parecen enfrascados en un concurso en el que el premio se lo lleva el que mas meta la pata en Cataluña.

Es lástima que alguien brillante se lance a algo tan aventurado pero… ningún político español -ni Rosa Diez- se atrevería a abrir su campaña electoral rodeado de nueve banderas españolas. Mas lo hizo… con banderas catalanas... y no cayó mal. El nacionalismo de la gran bandera española de Trillo engorda el catalán. Y el “talante” de  Montoro tras la petición de pacto fiscal puede dar votos a Mas.  

La pasada semana el Parlament aprobó por mayoría (CiU, ERC e ICV) exigir un pacto fiscal en línea con el concierto vasco. El PSC se abstuvo en una parte sustancial de la propuesta y el PPC, el gran aliado de CiU en la legislatura, votó en contra. Tiene razón Artur Mas cuando dice que la sociedad catalana pide un nuevo modelo de financiación y desconfía del modelo de los pactos anteriores porque, aunque han mejorado la situación, no han eliminado el fuerte déficit fiscal que lastra la economía catalana. Y además el Estado ha incumplido parte de los acuerdos como los relativos a la inversión pública en Cataluña.