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¿El ‘mesianismo’ desinfla el fenómeno Mas?
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Joan Tapia

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¿El ‘mesianismo’ desinfla el fenómeno Mas?

La encuesta del CEO (Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat) ha subido la moral –ya alta- de CiU al darle entre 69 y 71

La encuesta del CEO (Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat) ha subido la moral –ya alta- de CiU al darle entre 69 y 71 diputados frente a los 62 actuales (la mayoría absoluta es 68). Mas lograría así su gran objetivo al disolver el Parlament con dos años de adelanto. Puede ser. Mas es un líder que ha explicado bien la necesidad de bajar el gasto público (aunque no la injusta supresión total del impuesto de sucesiones), y su progresivo radicalismo independentista no ha empañado hasta ahora su imagen de competencia y seriedad.

Pero el CEO es el único que le da mayoría absoluta y hay indicios de que puede estar empezando a desinflarse. La tesis de “la independencia sin dolor” (permaneciendo en la  UE) se agrieta y en campaña exhibe un “mesianismo” que molesta a los electores moderados (cierto que en evolución hacia el soberanismo) que han sido el tradicional  granero de CiU. La semana pasada, tras el viaje a Bruselas, dijo dos cosas contrarias que molestan a las clases medias. Primera, que repensaría la hoja de ruta si al final Catalunya no puede quedarse en la UE. ¿Se ha lanzado a la aventura sin conocer el terreno? La segunda es peor, que mantendría la consulta aunque la permanencia en la UE se tambaleara. 

Mas practica un excesivo contorsionismo para mantener, al mismo tiempo, el tradicional voto moderado de CiU (el autonomista) y el que ha evolucionado -por rechazo de la España de la crisis y de la revuelta contra el Estatut- a la radicalidad. Y el mesianismo, patente en el “épico” póster electoral, con los brazos abiertos y el eslogan “la voluntad de un pueblo” (satirizado en las redes sociales comparándolo con Moisés en “Los diez mandamientos”) enerva al centrismo, cauteloso por definición. La firmeza frente a Madrid gusta, pero inquieta que se le haya podido subir la manifestación a la cabeza. Máxime cuando afirma que Catalunya está a punto de emprender la operación de más envergadura de los últimos 300 años. ¿Contra el criterio del PSC y el PPC, que son el segundo y el tercer partido del país? Dicen que la gran cualidad de Artur Mas es la fuerza de carácter, pero puede estar empezando a patinar.

Y los sondeos -no el del CEO- acusan cierto reflujo del independentismo. Según Feedback –que encuesta para La Vanguardia- el 30 de septiembre (poco después de la manifestación), el 55% (contra el 33%) decía que votaría a favor de la independencia. En la del domingo pasado el porcentaje bajaba al 48% (contra el 40). En poco más de un mes la ventaja soberanista se ha reducido de 22 puntos a 8. Y a la pregunta de qué pasaría en el caso de que Catalunya lograra el pacto fiscal a la vasca, el 30 de septiembre la victoria independentista era del 48% al 45%, mientras que el domingo pasado la opción “pacto fiscal sin independencia” vencía por un margen de 6 puntos (de 46 a 40%). En otra pregunta, los “recalcitrantes” (sólo admiten la independencia) eran en setiembre el 29% y ahora bajan al 25%, mientras que los que prefieren una lectura abierta de la Constitución son ya el 24% y los que quieren reformarla siguen siendo mayoritarios (el 46,8%). Parece, pues, que la fuerte corriente independentista no era tan coherente ni permanente como presumía el agit-prop convergente.   

Y la puntuación de Artur Mas ha bajado del 5,49 de septiembre al 5,02. Cierto que es de largo el líder mas valorado, pero mientras el socialista Pere Navarro, en su primera campaña, ha subido del 3,36 al 3,56, Alicia Sánchez Camacho (los líderes catalanes del PP tienen rechazo) pasa del 2,25 al 2,29. En septiembre, el 39% decía que últimamente su opinión de Mas había mejorado (contra el 21%).  Ahora los primeros descienden al 31% y ganan por los pelos al 28% que cree lo contrario. Y la nota del Gobierno de la Generalitat ha tenido, en menos de 45 días, una caída muy notable, del aprobado holgado (5,6) al suspenso claro (4,39).

Son datos a no minusvalorar y que indican que  CiU obtendrá una mayoría cómoda, pero que quizás no logrará la ansiada “mayoría excepcional”. Claro que Mas disfruta de una ventaja, y esta sí excepcional: la campaña de brocha gorda del resto de España contra la independencia le beneficia. Mas juega en campo propio contra Rajoy. Y ha sido más valiente en explicar la necesidad de recortar el gasto público. Cuando Alicia Sánchez Camacho compara a Nuñez Feijóo con Artur Mas puede lograr algún voto de la colonia gallega, pero se equivoca. Peor es cuando el ministro de Exteriores equipara la consulta, que desea más de un 70%, con un golpe de Estado. Y no digamos nada de las portadas de ABC o de El Mundo. No sólo es la derecha. Cuando Marcelino Iglesias dice -tiene razón- que en Europa el nacionalismo excesivo ha causado muchas muertes y luego intenta asociar a CiU, que ha gobernado siempre democráticamente, con el nacionalsocialismo, mete la pata tanto como Margallo.

Mas prefiere debatir poco con el PSC y tampoco demasiado con Alicia Sánchez Camacho. Prefiere a Rajoy, del equipo visitante, y no digamos a García Margallo, Jaime Mayor o Esperanza Aguirre... y ha puesto una vela a la Virgen para resucitar a Alfonso Guerra y Rodríguez Ibarra. Sabe que José Bono está vivito y coleando. 

La encuesta del CEO (Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat) ha subido la moral –ya alta- de CiU al darle entre 69 y 71 diputados frente a los 62 actuales (la mayoría absoluta es 68). Mas lograría así su gran objetivo al disolver el Parlament con dos años de adelanto. Puede ser. Mas es un líder que ha explicado bien la necesidad de bajar el gasto público (aunque no la injusta supresión total del impuesto de sucesiones), y su progresivo radicalismo independentista no ha empañado hasta ahora su imagen de competencia y seriedad.