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Los "michelines" que frenan a Artur Mas
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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Los "michelines" que frenan a Artur Mas

La política catalana se simplifica. En un frente se ve a los que impulsan el proceso independentista -CiU y ERC-, que suman una justa mayoría absoluta de

La política catalana se simplifica. En un frente se ve a los que impulsan el proceso independentista -CiU y ERC-, que suman una justa mayoría absoluta de 71 diputados (sobre 135), a los que se pueden añadir –no siempre- ICV (una IU catalana con personalidad propia) y las radicales CUP. Este bloque llegaría a los 87 diputados y no alcanza el 66% del Parlament requerido para la reforma del Estatut. Y frente al bloque independentista estarían el PPC, en las últimas elecciones el cuarto partido catalán (19 escaños), y Ciudadanos (9). El primer frente tendría 87 diputados (a lo máximo) y el segundo 28 fijos.

La realidad es más compleja. Primero, porque el PSC, partidario del derecho a decidir por principio democrático pero opuesto al independentismo, el segundo partido en votos y el tercero en escaños (20), no puede ser adscrito a ninguno de los bloques. También porque CiU es una coalición y la mayoría de los diputados democristianos, partidarios de la consulta, no son independentistas.

El panorama de fondo es todavía más rico y diverso. Así como Dionisio Ridruejo –el malogrado político que no llegó a vivir la Transición- describió un “macizo de la raza” español, se puede decir que en Catalunya hay un transversalismo amplio con un común denominador catalanista, pero reticente –en mayor o menor grado- al soberanismo. Y este catalanismo pragmático frena a Artur Mas al restarle legitimidad y apoyos sociales para la ruptura con Madrid. Políticamente, los dos ejes son Unió Democrática (la segunda pata de la coalición CiU) y el PSC. El líder de Unió no deja pasar ocasión de manifestar su recelo hacia el proceso independentista y el pasado fin de semana insistió en que la ley de consultas, que está a punto de aprobar el Parlament, no es base legal para convocar un referéndum. Duran i Lleida repite que la consulta exige el acuerdo con Madrid y la realidad es que una declaración unilateral de independencia tendría una mayoría muy precaria en el Parlament. Es probable que hoy los diputados de Unió y de ICV no la votasen.

Pero el eje principal de esta confluencia no estructurada del catalanismo es el PSC, que con 20 diputados impide la mayoría independentista de dos tercios, pero que se suma a una amplia mayoría por el derecho a decidir (107 diputados sobre 135) y que tampoco tiene fuerza (si se sumara al bloque del PP y Ciudadanos) para una mayoría alternativa ya que sólo reuniría a 48 diputados, a veinte de la mayoría absoluta. El PSC de Pere Navarro, cuya voz va adquiriendo más peso, apuesta por una reforma federal de la Constitución española.

Hay una confluencia catalanista, amplia pero poco articulada, de fuerzas y personalidades diversas y reticentes al independentismo. Todas abogan por un pacto con Madrid –no fácil- que implique la permanencia en España de una Cataluña autogobernada. Artur Mas sabe que su opinión cuenta y que todos estarán pendientes del discurso de Mariano Rajoy, el próximo sábado, en las jornadas de Sitges del Cercle d´EconomíaY hay fuerzas no parlamentarias tanto o más decisivas. En primer lugar, las patronales. El Foment, que sabe que para la mayoría de las empresas catalanas grandes y medianas el mercado español es clave, y cuyo presidente, Joaquín Gay de Montellà, aboga por un nuevo pacto fiscal para lograr una mejor financiación autonómica. Pero tampoco la Pimec, más próxima a CiU y que agrupa a la pequeña y mediana empresa, es entusiasta. Su presidente, Josep González, afirmó en una reciente conferencia el apoyo al derecho a decidir, pero añadió que la organización no podía ir más allá por su pluralidad interna. La Cámara de Comercio, que preside el negociador Manuel Valls, no deja de insistir en la necesidad del diálogo con Madrid. También el Círculo de Economía, influyente entidad que desde los 50 reúne a empresarios y profesionales comprometidos con el europeísmo, se ha declarado escéptico sobre el soberanismo. Su actual presidente, Josep Piqué, que fue ministro de Aznar y luego apartado de la dirección del PP por Ángel Acebes, presentó ayer un papel del Cercle en el que abogan por reformar la Constitución. El Cercle coincide así, por otros motivos, con el PSC. Y esta alineación del mundo económico se refuerza por las posiciones, expresadas con diplomacia pero no sin contundencia, del presidente de La Caixa, Isidre Fainé, y de Josep Oliu, del Banco de Sabadell. Ambos saben que su viabilidad y expansión dependen del mercado español, donde son la primera y la cuarta entidad. Y las grandes empresas participadas por La Caixa (Gas Natural, Repsol, Abertis, Telefónica) son parte sustancial del Ibex 35.   

A esta confluencia transversal catalanista se podrían añadir personalidades de la CDC tradicional como Miquel Roca, el ponente de la Constitución que no ha dudado en asumir la defensa de la infanta Cristina. Por otra parte, la actitud de Josep Piqué es representativa de sectores próximos al PP. El mismo diputado Enric Millo, segundo de Alicia Sánchez-Camacho en el Parlament, viene del partido de Duran.

También es clave la posición de los dos grandes diarios catalanes (La Vanguardia y El Periódico, uno en el centro-derecha moderado, el otro en el centro-izquierda progresista), que tienen gran influencia. El Periódico apoya el derecho a decidir amplio, el de los 107 diputados que incluye a los 20 del PSC, pero no el independentismo y siempre ha abogado por el diálogo con Madrid. Y La Vanguardia, tradicionalmente moderada pero que en los últimos años ha estado muy próxima a Artur Mas, ha inflexionado y tras las últimas elecciones –en las que CiU perdió 12 diputados- procura tender puentes para una solución pactada.

En la misma CDC actual hay dirigentes que, sea cual sea su objetivo final, coinciden en que el enfrentamiento con Madrid es, hoy por hoy, inconveniente. El conseller de Obras Públicas, Santi Vila, dice sin tapujos que Cataluña, aunque fuera independiente, necesitaría coordinarse con las comunidades autónomas limítrofes para no ser víctima de alguna deslocalización. El conseller de Justicia, Germà Gordó, independentista declarado, ha dicho que la consulta debe hacerse, pero que sólo es viable si se pacta con el Estado. Y el conseller de Economía, Andreu Mas-Colell, sabe que las finanzas de la Generalitat también necesitan el entendimiento con Madrid.

Como vemos, este magma catalanista, de intensidad variable y con un grado de reticencia también diverso al soberanismo, es muy amplio. Es fuerte, pero poco articulado. Es su debilidad consustancial, pero también indica su peso. Artur Mas sabe que sus opiniones cuentan y que, por razones distintas, ninguno de sus componentes quiere la ruptura traumática. Son fuerzas diversas y no coordinadas que frenan el independentismo. Algunos nacionalistas radicales dicen -en lenguaje Arzalluz- que son “los michelines” del catalanismo. Quizás es más ajustado decir que son la expresión plural del tradicional seny catalán, de la sensatez de una sociedad plural y de clases medias. Ante esta sociedad es ante la que Mariano Rajoy tendrá que concretar su actitud cuando el próximo sábado intervenga en las jornadas de Sitges del Cercle d´Economia, unas jornadas en las que -pese a todas las vicisitudes- lleva años participando. En 2012 la posición de España en los mercados financieros era la gran preocupación. Este año, con la financiación exterior más relajada aunque con más paro, la economía también contará, pero la prioridad será su actitud ante Cataluña: el déficit asimétrico, la reforma de la financiación autonómica y el encaje de Cataluña en la España que propone el PP. El ministro Wert no se lo ha puesto fácil.  

La política catalana se simplifica. En un frente se ve a los que impulsan el proceso independentista -CiU y ERC-, que suman una justa mayoría absoluta de 71 diputados (sobre 135), a los que se pueden añadir –no siempre- ICV (una IU catalana con personalidad propia) y las radicales CUP. Este bloque llegaría a los 87 diputados y no alcanza el 66% del Parlament requerido para la reforma del Estatut. Y frente al bloque independentista estarían el PPC, en las últimas elecciones el cuarto partido catalán (19 escaños), y Ciudadanos (9). El primer frente tendría 87 diputados (a lo máximo) y el segundo 28 fijos.

Artur Mas