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Sitges: Mas-Colell contra Rajoy
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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Sitges: Mas-Colell contra Rajoy

Había interés por ver si en las jornadas de Sitges que cada año celebra el Cercle d´Economía, una asociación prestigiosa y plural de empresarios, economistas y

Había interés por ver si en las jornadas de Sitges que cada año celebra el Cercle d´Economía, una asociación prestigiosa y plural de empresarios, economistas y profesionales que acaba de manifestarse a favor de la reforma constitucional, se producía alguna aproximación entre el presidente de la Generalitat y el presidente del Gobierno de España. Pero todo acabó en decepción porque, entre los dos, lo único que hubo fue diálogo de sordos. Artur Mas inauguró las jornadas el jueves pasado mostrando escepticismo sobre la propuesta de reforma constitucional del Cercle. Si los dos partidos, PP y PSOE, hicieran una buena oferta se podría estudiar… pero su  preferencia va a unos auténticos Estados Unidos de Europa –la UE está fracasando porque no es federal- en los que Cataluña tuviera el estatus de Massachussets. Pero –prosiguió- si Europa no se organiza como Estados Unidos, entonces la opción es el estado propio, como Austria o Dinamarca. Se ve que Malta o Chipre no entran dentro de sus exquisitas preferencias.

El viernes flotó cierto optimismo porque Rubalcaba suscribió la propuesta del Cercle e incluso añadió que la reforma constitucional era imprescindible para que Cataluña quedara integrada cómodamente en España. Y algún político catalán, del Congreso de los Diputados, me advirtió -en base a que la entrevista de Felipe González con Rajoy había creado un nuevo clima entre los dos partidos- que podía estar entreabriéndose la puerta a las inquietudes catalanas. Nada de nada. Rajoy llegó el sábado, dijo que no veía la reforma constitucional porque abrir el melón sin consenso sobre el objetivo sería irresponsable y, en este momento, no convenía distraerse de lo fundamental, la salida de la crisis. Y que, además, el cambio constitucional sustantivo será la evolución de las instituciones europeas. Y, sin referirse expresamente al soberanismo, añadió que ante la nueva etapa de la UE debemos ser grandes porque “los países pequeños no pintan nada, nada de nada”. Fue un no claro tanto a la reforma constitucional del Cercle (también el presidente del Foment, Gay de Montella, se había mostrado favorable) como del PSC y del PSOE. Y un rechazo más radical al independentismo de CDC y ERC.El presidente dijo que los países pequeños no cuentan nada en Europa, pero una España sin Cataluña, con ocho millones de ciudadanos menos, también sería un país de segundo orden

Dio argumentos telegráficos. Sin consenso y en plena crisis, abrir el melón de la reforma es arriesgado. Y es cierto que en Europa la iniciativa corresponde a Alemania y Francia, que deben tener en cuenta a Gran Bretaña y –menos- a Italia y España, quizás a Polonia. Y los países pequeños, salvo Holanda y Bélgica que son fundadores, pintan poco. Pero Andreu Mas Colell, el conseller de Economía catalán en el que algunos ven no sólo la garantía de solvencia de CiU sino también un político correoso, dijo por los pasillos -sin pedir off the record- que todavía hay algo peor que ser pequeño y no contar, ser grande y no contar. Y su razón tiene porque el Gobierno de Rajoy no ha logrado conservar la silla española en el Comité Ejecutivo (seis miembros) del BCE, que debería ejercer un papel central en la recuperación del crédito, que Rajoy definió como su gran prioridad. Si la prioridad es que el crédito fluya y España no ha sabido mantener la silla que hasta el año pasado tenía González Páramo, es que -como dice Mas Colell- no cuenta. Claro que un país grande puede espabilar y contar mientras que uno pequeño siempre lo tendrá más crudo. Y más si ha nacido hace poco y con polémica.

El argumento de Rajoy merece reflexión. A primera vista dice sólo que una Cataluña independiente sería irrelevante. Y la contestación de Artur Mas de que algunos países pequeños tienen menos paro que España sólo demuestra que no entiende lo sucedido en Chipre. Pero también implica que una España sin Cataluña -con un PIB inferior en un 20%, ocho millones de habitantes menos y sólo el 74% de sus actuales exportaciones- se convertiría sin duda en un país de segundo orden y perdería diputados en el Parlamento europeo. Es algo sobre lo que el PP haría bien en meditar porque los países grandes y fuertes tienen mucha cohesión interna. Como Alemania o Francia. Y Gran Bretaña sabe que necesita que los escoceses manifiesten -en un referendo pactado- que quieren seguir en el Reino Unido. Al contrario, España perdió cohesión cuando la campaña del PP contra el Estatut -desde las mesas callejeras de protesta al recurso ante el Constitucional y las maniobras en el Tribunal del actual embajador en Londres- disparó el sentimiento de desafección. El president Montilla lo advirtió -mal que les pese a algunos lectores- pero lo cierto es que el proceso del Estatut -también con serios errores de los políticos catalanes y de Zapatero- marca un antes y un después. Antes, Cataluña exigía un Estatut de autogobierno dentro de España. Ahora pide -al menos una mayoría de su Parlament- otras cosas.  

En Sitges no se han acercado posiciones. Y no es seguro que el transcurso del tiempo mejore las cosas. The Economist escribió hace poco que Mariano Rajoy creía que había dos clases de problemas. Unos, el tiempo los acaba resolviendo. Otros, no los soluciona ni el tiempo. El de España y Cataluña parece que es de los segundos y por eso Ortega abogaba por la conllevancia. Pero la conllevancia exige admitir la diferencia, evitar la crispación y comportarse con cierta inteligencia.   

Había interés por ver si en las jornadas de Sitges que cada año celebra el Cercle d´Economía, una asociación prestigiosa y plural de empresarios, economistas y profesionales que acaba de manifestarse a favor de la reforma constitucional, se producía alguna aproximación entre el presidente de la Generalitat y el presidente del Gobierno de España. Pero todo acabó en decepción porque, entre los dos, lo único que hubo fue diálogo de sordos. Artur Mas inauguró las jornadas el jueves pasado mostrando escepticismo sobre la propuesta de reforma constitucional del Cercle. Si los dos partidos, PP y PSOE, hicieran una buena oferta se podría estudiar… pero su  preferencia va a unos auténticos Estados Unidos de Europa –la UE está fracasando porque no es federal- en los que Cataluña tuviera el estatus de Massachussets. Pero –prosiguió- si Europa no se organiza como Estados Unidos, entonces la opción es el estado propio, como Austria o Dinamarca. Se ve que Malta o Chipre no entran dentro de sus exquisitas preferencias.

Mariano Rajoy Andreu Mas-Colell