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Estéril diálogo entre Rajoy y Duran
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Joan Tapia

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Estéril diálogo entre Rajoy y Duran

Decir que no a todo y optar por vivir largos meses con las heridas abiertas es más una opción aventurista que una política conservadora responsable

Foto: El portavoz de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida (EFE)
El portavoz de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida (EFE)

Era casi inevitable que en un año electoral completo –andaluzas en marzo, autonómicas y municipales en mayo, catalanas en setiembre y legislativas después– el debate sobre el estado de la nación se convirtiera en una sucesión de discursos a la mayor gloria propia y arengas a las respectivas aficiones. Empezó Rajoy por la mañana con un discurso triunfalista en grado máximo, adornado por algunas medidas razonables y electoralistas. Y siguió Pedro Sánchez por la tarde con una respuesta muy crítica con la que buscaba reafirmarse como alternativa al PP. Y Sánchez mostró que es un tribuno al que no amilana la poderosa bancada popular y logró el apoyo cerrado de su grupo parlamentario.

Ayer no era día de tender puentes ni incluso de debatir a fondo los grandes asuntos, sino el punto de partida de una maratoniana campaña electoral. Sin embargo, hubo momentos de mayor interés –y menor contraposición– en el debate entre Rajoy y Duran Lleida sobre la coyuntura económica ya que el presidente mostró más convicción y menos rigidez electoralista que en el choque con Pedro Sánchez. Respecto a la evolución del PIB, el empleo y el crédito, el intercambio Rajoy-Duran permitió auscultar mejor la realidad.

Quizás las posiciones de política económica del PP y de CiU estén más próximas que las del PP y el PSOE, o quizás el año electoral hace difícil el debate no descalificatorio entre los dos grandes partidos, que acaban de firmar un pacto contra el terrorismo yihadista pero cuyo objetivo prioritario es seducir al máximo a sus electorados. Mas todavía cuando ambos están amenazados por competidores hoy extraparlamentarios como Ciudadanos y Podemos.

El debate entre PP y CiU fue interesante, pero quedó claro que es casi imposible un diálogo fructífero antes de las elecciones catalanas y españolas

Sin embargo el debate Rajoy-Duran no brindó novedades en uno de los asuntos clave de la crisis política, la demanda de Cataluña de más autogobierno. Duran –que es portavoz de una coalición electoral cuyo socio principal CDC se ha convertido al independentismo– estuvo prudente. Dijo que la mayoría del Parlamento y de la opinión pública catalana pedía un cambio del statu quo y que frente a ello el Gobierno del PP no sólo no abría ninguna vía de salida, sino que estaba lanzado a una política recentralizadora y no había cumplido ni la exigencia legal de revisar el sistema de financiación autonómica.

Rajoy argumentó que no se había podido abordar la nueva financiación por la caída de ingresos de 70.000 millones (por la crisis), pero que se habían puesto en marcha instrumentos como el Fondo de Liquidez Autonómica y el pago a proveedores. Lo único que no podía hacer –insistió– era negociar la unidad o la soberanía nacional.

Y Duran volvió a la carga. En cuatro años no ha habido ninguna voluntad de negociación y así no se podía descartar que el Parlamento de Cataluña hiciera un día una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) y el Gobierno de Madrid contestara con un nuevo recurso a los tribunales. Para Duran tanto el recurso al Constitucional contra la pseudoconsulta del 9-N (cuando la Generalitat ya había aceptado retirar la consulta) como las querellas de la fiscalía contra el president Mas son hechos que sólo pueden agravar másuna crisis institucional que está abierta desde la sentencia del Constitucional de julio del 2010. Y es cierto que Rajoy debería tener en cuenta que una crisis institucional que lleva ya cinco años (o nueve, porque el punto de partida fue el recurso del PP al TC) no puede sino envenenarse.

Duran también insistió en que no había existido ningún avance en las 23 demandas que Artur Mas presentó el pasado julio. Rajoy replicó que estaba dispuesto a hablar de los 23 puntos aunque no había mucho margen y Duran constató que más de medio año después no sólo el diálogo sobre esos puntos no había empezado, sino que la crisis se había agravado.

Y ahora con campañas electorales en Cataluña y en España la tentación de los partidos que gobiernan –CiU y PP– es reforzar sus posiciones y posponer toda negociación a después de las elecciones. Es arriesgado ya que la inacción agravar los conflictos. Y una crisis institucional entre Cataluña y España es algo que un gobernante responsable debería intentar superar cuanto antes. En este sentido la iniciativa del PSOE de crear en el Congreso una ponencia sobre la reforma constitucional tendría el mérito de apuntar una posible vía de solución.

Rajoy cree que abrir el melón de la reforma constitucional sin una previa voluntad de pacto puede complicar las cosas. Quizá pero entonces tendría que haber abierto ya el diálogo sobre los 23 puntos de Artur Mas. Decir que no a todo y optar por vivir largos meses con las heridas abiertas es más una opción aventurista que una política conservadora responsable.

Era casi inevitable que en un año electoral completo –andaluzas en marzo, autonómicas y municipales en mayo, catalanas en setiembre y legislativas después– el debate sobre el estado de la nación se convirtiera en una sucesión de discursos a la mayor gloria propia y arengas a las respectivas aficiones. Empezó Rajoy por la mañana con un discurso triunfalista en grado máximo, adornado por algunas medidas razonables y electoralistas. Y siguió Pedro Sánchez por la tarde con una respuesta muy crítica con la que buscaba reafirmarse como alternativa al PP. Y Sánchez mostró que es un tribuno al que no amilana la poderosa bancada popular y logró el apoyo cerrado de su grupo parlamentario.

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