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"El problema del independentismo son los independentistas"
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Joan Tapia

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"El problema del independentismo son los independentistas"

El gran problema no ya del independentismo sino de Catalunya es la gran fragmentación política que puede dar lugar a un parlamento ingobernable tras el 27-S

Foto: El presidente catalán, Artur Mas. (EFE)
El presidente catalán, Artur Mas. (EFE)

El lunes por la noche Artur Mas fue a TV3 –alguien me hace broma diciendo que para Mas TV3 cumple la misma función que el Hola para Isabel Presley- a explicar en una entrevista plúmbea la hoja de ruta para las elecciones “plebiscitarias” del 27 de septiembre. Y ayer martes Jordi Basté, el director del programa matinal de Rac 1, el de más audiencia en Catalunya, abrió su escuchado comentario de las ocho de la mañana asegurando que el problema más grave del independentismo eran los independentistas.

Me sorprendió porque Basté exhibe sus simpatías soberanistas, y la confesión de que el problema más grave no es el Estado español sino las luchas intestinas del movimiento indica que en Catalunya está habiendo una mutación. No es que el independentismo esté algo a la baja -que también- sino que apuntar hacia un horizonte que cada vez se perfila como muy difícil en el corto plazo (y como decía Keynes a largo plazo todos muertos) provoca cada día más disensiones internas. Y Mas fue ayer a TV3 para insuflar confianza a las tropas y sólo consiguió transmitir que el llamado “proces” –que debía hacer una marcha patriótica triunfal- se enfrenta a problemas muy graves.

El primero es que como comenté en las dos Confidencias Catalanas anteriores, la coalición CiU –que en el poder o la oposición (27 años en poder) ha dominado la política catalana desde 1980- ha pasado a mejor vida. CiU era la expresión política de un catalanismo de amplio espectro (más o menos subido de tono, más conservador o más progresista) que recogía el voto de casi toda la clase media catalana en las elecciones autonómicas. El sustrato era un catalanismo firme en el fondo pero suave y centrista en las formas. Pretender, como hacen ahora Mas y los principales dirigentes de CDC, que la ruptura con Unió les va a dar más fuerza y más atractivo electoral quizás sea cierto pero parece una frivolidad. De momento es una incógnita.

Será la primera vez desde 1980 que CDC va con la bandera independentista y sin Unió a unas elecciones. Y será también la primera vez que Unió plante cara a CDC expresando que prefiere la bandera catalana (la del Estatut) a la estelada independentista. Puede que la mayoría del electorado convergente haya derivado hacia el independentismo –como proclama el “agit-prop” presidencial, pero habrá algún porcentaje (menor o mayor) de electores de CiU que prefieran la fórmula moderada de Unió, encabezada por dos democristianos como Duran Lleida y Ramón Espadaler, el secretario general que ha demostrado profesionalidad, firmeza y espíritu conciliador en la complicada ruptura. ¿Será la ruptura de CiU la primera que tiene efectos positivos para los políticos que la han provocado al radicalizar el discurso?Quizás, pero choca que el político que dijo que iba a construir “La Casa Gran del Catalanisme” (la casa grande del catalanismo) vaya a ir a las próximas elecciones tras un divorcio sonado con Unió. En principio no es un factor que inspire confianza.

La última entrevista de Mas en TV3 demuestra que ''el proces'' tiene piedras en el zapato

La segunda piedra en la marcha del “proces” es que pese a su gran gesticulación mediática y muchos esfuerzos, Artur Mas no es reconocido como el líder indiscutible del independentismo, y él se sigue negando a aceptar la realidad y desentierra lo de la lista única. Ya tras el 9-N –y extrañamente sin negociación con ERC- lanzó la idea de una lista única independentista para las elecciones plebiscitarias, que comportaría además la suspensión parcial por dos años del funcionamiento normal de los partidos que la secundaran. Mas creía que sus méritos del 9-N y la presión de los dirigentes de las organizaciones independentistas (que las hubo) obligarían a ERC a aceptar su “decreto de unificación”. Pero Junqueras plantó cara y dos meses más tarde –en enero- Mas tuvo que firmar un pacto para que las fuerzas soberanistas fueran con un programa común (la independencia casi inmediata) pero con listas separadas a las elecciones plebiscitarias que se comprometía a convocar el 27-S.

Ahora, seis meses después, Mas vuelve a lanzar la idea de la lista conjunta independentista pero no se la plantea ya a ERC (que sabe que le diría que no) sino que insta a las organizaciones independentistas no partidarias y transversales (la ANC y Òmnium) a que convenzan a los otros partidos de la idea y de que, en todo caso, –si no lo logran- vayan en una lista conjunta con políticos de CDC que no califica ya de “lista del presidente”, como sus propagandistas habían indicado, sino de “llista amb el president” (lista con el presidente). Se trata de una distinción teológica y –coquetería máxima- dice estar dispuesto a no encabezarla si las asociaciones de la sociedad civil creen que su persona es un obstáculo.

¿Qué pretende Mas con esta “cabriola”, como la ha definido Antonio Fernández en El Confidencial? Seguramente sabe que es un “caracoleo táctico” que sólo puede lograr que las organizaciones citadas den libertad a sus afiliados para que, a título individual, vayan en una lista independentista. De esta forma Artur Mas podría lograr que Carme Forcadell, antigua presidenta de la ANC, y quizás Muriel Casals (que tendría que dimitir de la presidencia de Òmnium) se incorporaran a su lista. Pero al coste de tensionar unas asociaciones transversales muy activas. Aunque también puede pretender remachar que es ERC la que rechaza unidad independentista. En las encuestas, CiU (no dispongo de sondeos con CDC sola) tiene una ligera ventaja sobre ERC y es posible que Mas, preocupado por los 33-35 diputados vaticinados (ahora tiene 50 y en el 2010 sacó 62) crea que el canto unitarista –y la negativa de Junqueras- le beneficie.

El president resucita la idea de la lista única independentista y reconoce que se ha perdido ilusión

En todo caso, que el president de la Generalitat electo y el líder del partido tradicionalmente mayoritario ceda la iniciativa política –en el dudoso caso de que sea sincero- a unas organizaciones de masas muy activas y muy nacionalistas pero no electas, es algo extraño –casi una anomalía- en una democracia. ¿Se ha contagiado Artur Mas del asamblearismo que tanto critica de Podemos y de Ada Colau?

El tercer problema del “proces” es la aparición con fuerza de dos actores relativamente nuevos en la política catalana. El primero es Ciutadans, al que algunas encuestas dan un gran ascenso y que podría convertirse en el segundo partido en votos (quizás no en escaños) en las próximas elecciones, y que ha adquirido mas empuje tras el salto a la política española en las recientes elecciones municipales. No obstante, este factor es una incógnita porque la sustitución como candidato de Albert Rivera por Inés Arrimadas le puede restar notoriedad y algo de fuerza. Pero tener como competencia fuerte en el campo moderado y del centro-derecha a Duran Lleida y Albert Rivera (aunque sea indirectamente)y no sólo al PP es un fenómeno nuevo al que hasta ahora CDC no se había enfrentado.

Al mismo tiempo, la irrupción del conglomerado Podemos también preocupa a Artur Mas. En Barcelona, en una coalición amplia con la ICV de Joan Herrera y otras fuerzas, Ada Colau ha batido al convergente moderado Xavier Trias, que estaba seguro de su victoria. Y Joan Herrera y Dolors Camats (los líderes de ICV) trabajan a fondo la formación de una coalición similar para las elecciones catalanas que podría restar votos (como en Barcelona) tanto al PSC como a CDC. La incógnita es la actitud de Pablo Iglesias.

Rajoy no puede sonreír porque la entrevista tuvo un 'share' del 22% frente a una media del 13% de la cadena

El último problema es que CDC parece cada vez más aislada y en progresiva pérdida de fuerza. Ha sido derrotada en Barcelona, ha roto con Unió, y Artur Mas admitió el lunes que puede tener que depender de las CUP para tener una mayoría independentista tras el 27-S. Aznar dijo que antes se rompería Catalunya que España y, aunque el expresidente no acostumbra a acertar, CiU ya ha pasado a mejor vida. Y Rajoy –que sobre Catalunya tampoco es un lince- preguntó ayer a Mas si consideraba malos catalanes a los de Unió y fieles aliados a los de las CUP. El problema para Mas es que la misma pregunta se la pueden hacer muchos electores conservadores o moderados de la antigua CiU.

Sí, Jordi Basté tiene razón. El gran problema no ya del independentismo sino de Catalunya es la gran fragmentación política que puede dar lugar a un parlamento ingobernable tras el 27-S. Y frente a este horizonte, Artur Mas parece estar prisionero en el bucle melancólico de la ensoñación independentista que predica que haría de Catalunya un país con las virtudes y la riqueza de Dinamarca, Holanda, Austria, Finlandia y Suecia juntas. Pero el Estado español no debería sonreír con suficiencia. Esta ensoñación tiene vida porque desde España –al contrario que durante la transición- se han ninguneado las reivindicaciones de mejor trato fiscal, respeto a la cultura catalana y mayor autogobierno.

La prueba es que aunque Artur Mas ha perdido gas su entrevista de ayer en TV3 tuvo 680.000 seguidores y un share del 22%, cuando la media de la cadena en el último mes es del 13%. Artur Mas quizás está en el bucle melancólico pero, respecto a Catalunya, Mariano Rajoy (a los resultados de las municipales me remito) parece estar en otro sistema solar.

El lunes por la noche Artur Mas fue a TV3 –alguien me hace broma diciendo que para Mas TV3 cumple la misma función que el Hola para Isabel Presley- a explicar en una entrevista plúmbea la hoja de ruta para las elecciones “plebiscitarias” del 27 de septiembre. Y ayer martes Jordi Basté, el director del programa matinal de Rac 1, el de más audiencia en Catalunya, abrió su escuchado comentario de las ocho de la mañana asegurando que el problema más grave del independentismo eran los independentistas.

Artur Mas Oriol Junqueras