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Tras el 27-S, el lío seguirá
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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Tras el 27-S, el lío seguirá

El resultado del 27-S es un enigma. Y todo puede depender de la afluencia a las urnas: a más participación, resultado más problemático de los soberanistas

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

La campaña electoral empezó con la gran manifestación independentista, más de 500.000 personas, del pasado viernes 11 que ocupó toda la avenida Meridiana, las portadas de toda la prensa española del día siguiente y que confirmó que el electorado soberanista está muy movilizado. Por eso el resultado está abierto y las primeras escaramuzas de los protagonistas –fieros ataques entre Artur Mas y Pablo Iglesias, “punch” insospechado de un Miquel Iceta que acompañado de Pedro Sánchez busca resucitar el voto socialista, empeño de García Albiol en reducir la fuga hacia Ciutadans y de Ciutadans en acusar al PSC de haber traicionado a su electorado- no permiten saber lo que está moviendo en la sociedad. Y el resultado del 27-S es un enigma. Y todo puede depender de la afluencia a las urnas: a más participación (de los que normalmene no votan en las autonómicas), resultado más problemático de los soberanistas.

La encuesta del CIS –posterior a las Confidencias de la semana pasada- vino a confirmar la anterior de El Periódico de la que ya me hice eco. Según las dos encuestas –y la de El Mundo- lo más probable pero no seguro es que entre las dos listas independentistas –la de Junts pel Sí de Mas y Junqueras y la de las radicales CUP- consigan una ajustada mayoría absoluta de escaños pero queden lejos –un 44 o 45%- de lograr el voto de la mitad de los catalanes. Además en todas las encuestas Junts pel Sí experimenta un fuerte retroceso ya que baja de los 71 diputados que tienen ahora entre CiU y ERC a 60 o 62, si bien hay rumores de que algunas encuestas no publicadas le dan 65 o 66 escaños con los que se acercarían a los 68 que conforman la mayoría absoluta. Pero la hipótesis más admitida –incluso por dirigentes de Junts pel Sí- es que queden prisioneros del apoyo de las CUP, de conducta bastante impredecible.

El escenario más probable es el de una ajustada mayoría independentista, pero sólo en escaños

Pero aparte del escenario más admitido –mayoría absoluta de escaños sumando Junts pel Sí y las CUP pero lejos de la mayoría absoluta en votos- hay otros dos posibles. El primero –el más acariciado por Artur Mas- es que al menos las dos listas independentistas juntas obtengan más de 68 diputados y más del 50% de los votos. En este caso –improbable pero que no se puede descartar por la gran movilización del independentismo demostrada el pasado día 11- Artur Mas podría no sólo formar gobierno (condicionado a las CUP) y proclamar que ha ganado las elecciones plebiscitarias sino que emprendería una vía exprés hacia la independencia que llevaría a un choque frontal con la legalidad española. Es la hipótesis más conflictiva.

El escenario totalmente contrario, que sólo se podría dar si los partidos opuestos a la independencia (PP y Ciudadanos) o partidarios de alguna especie de Tercera Vía (Unió, PSC, o la coalición de Podemos e ICV en “Catalunya si que es pot”) lograran una gran movilización que elevara la participación al 72 o 73%, es que la suma del independentismo no sólo se quedara lejos del 50% de los votos sino que no obtuviera tampoco los 68 diputados. En este caso el independentismo habría tenido una severísima derrota que forzaría a Artur Mas a abandonar la política y abriría una seria crisis en CDC.

La formación de una mayoría alternativa al independentismo –desde el PP a Podemos- parece imposible pero sí se podría ensayar alguna fórmula de gobierno entre los partidarios de la Tercera Vía, los “arrepentidos” de CDC y los moderados del “unionismo” (Ciutadans?) que intentara racionalizar la política catalana buscando un pacto con un posible gobierno del PSOE (o del PP sin mayoría absoluta) tras las elecciones españolas. Es el esquema que estudia Miquel Iceta.

El independentismo sólo será derrotado si las dos listas soberanistas no llegan juntas a los 68 diputados

Pero estos dos escenarios no son los más posibles según las encuestas conocidas. ¿Qué pasaría entonces en el escenario central que dibujan las encuestas? Raspada mayoría absoluta en escaños de las dos formaciones independentistas que, no obstante, quedarían lejos de la mayoría absoluta en votos. No es un escenario cómodo para nadie. Artur Mas lo tendría más fácil cuanto menos dependiera de las CUP (si Junts pel Sí saca más de 65 diputados) y cuanto la suma de los independentistas más cerca quede del 50%.

En esta hipótesis –repito la más posible pero nada segura- Artur Mas tendría muchas posibilidades de conservar el poder porque tendría mayoría absoluta en el parlamento catalán pero el independentismo no habría ganado la apuesta de las elecciones plebiscitarias.

Concretemos. Si las elecciones fueran sólo autonómicas –como dicen el PP y el PSOE- los independentistas habrían ganado con claridad. Podrían gobernar pero deberían hacerlo en el marco autonómico. Y tendrían muy difícil desbordarlo.

Por el contrario, si consideramos las elecciones como plebiscitarias –como dice que son Artur Mas y que por eso ha disuelto anticipadamente el Parlament por segunda vez en menos de tres años- el independentismo habría perdido las elecciones y habría mordido el polvo. Y Artur Mas debería dimitir.

Una victoria independentista en escaños sin llegar al 50% de los votos hace muy difícil una declaración unilateral de independencia

Pero como aunque las elecciones son realmente autonómicas también tienen algo de plebiscitarias (al menos en la intención del convocante), lo más probable es que Artur Mas quiera seguir mandando, lo consiga si las CUP le dan la bendición –absteniéndose- en la segunda votación (como hizo el PSC en diciembre del 2010), e intente decir que ha ganado y que pone rumbo a la independencia porque las elecciones legalmente eran autonómicas. Convocó plebiscitarias para movilizar y romper la legalidad pero luego dirá que ha ganado porque legalmente eran autonómicas. Y acto seguido volverá a desafiar a la legalidad. No es un comportamiento ni honesto ni coherente pero...

Y es posible que en ese caso el independentismo haga la oferta –si los radicales les dejan- de renunciar a la declaración unilateral de independencia –que realmente sería difícil e incluso cómica con el apoyo de menos de la mitad de los catalanes- y vuelva a plantear la exigencia de un referéndum. Con la esperanza de que, si Madrid no lo admite, internacionalizar el conflicto (en esto los Margallo pueden ser de gran ayuda) e intentar forzar la mediación de la UE para un referéndum a la escocesa.

En este escenario el lío que denuncia Iceta está garantizado, el independentismo habría sufrido una severa media derrota que lograría vestir de victoria y los partidos españoles (PP y PSOE) tendrían que plantearse los riesgos económicos y morales de la eternización del conflicto. Por el momento ayer tarde la edición digital del Financial Times dedicaba gran atención al empeoramiento de la prima de riesgo de España –con un crecimiento del 3% anual- respecto a Italia –que crece el 0,7%- y lo atribuía básicamente al desafío catalán. Pero Rajoy no se ocupará en serio de este asunto hasta como pronto Navidad –si gana las elecciones españolas- porque cree que mientras tanto la conflictividad catalana va a debilitar a Pedro Sánchez, el único competidor serio en las oposiciones de diciembre a presidente de Gobierno. Y Rajoy cree llevar bien los temas de las oposiciones.

La campaña electoral empezó con la gran manifestación independentista, más de 500.000 personas, del pasado viernes 11 que ocupó toda la avenida Meridiana, las portadas de toda la prensa española del día siguiente y que confirmó que el electorado soberanista está muy movilizado. Por eso el resultado está abierto y las primeras escaramuzas de los protagonistas –fieros ataques entre Artur Mas y Pablo Iglesias, “punch” insospechado de un Miquel Iceta que acompañado de Pedro Sánchez busca resucitar el voto socialista, empeño de García Albiol en reducir la fuga hacia Ciutadans y de Ciutadans en acusar al PSC de haber traicionado a su electorado- no permiten saber lo que está moviendo en la sociedad. Y el resultado del 27-S es un enigma. Y todo puede depender de la afluencia a las urnas: a más participación (de los que normalmene no votan en las autonómicas), resultado más problemático de los soberanistas.

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