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El plan demócrata para demoler a Trump
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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El plan demócrata para demoler a Trump

Frente a un adversario que se presenta como exitoso hombre de negocios, nada como reflejar sus fracasos y poner cara a las víctimas de su codicia

Foto: El candidato republicano a la presidencia de EEUU, Donald Trump. (Reuters)
El candidato republicano a la presidencia de EEUU, Donald Trump. (Reuters)

Puede que el calor de estos días explique por qué recuerdo tan vívidamente el frío de aquella mañana. El golpe de viento helado al salir de la cafetería con el vaso ardiente en la mano. El tono plomizo del cielo cuando cruzaba la calle H, la nieve sobre el abrigo y el temblor del cigarro mientras esperaba la hora. Washington.

El encuentro empezó 10 minutos después y 10 plantas más arriba. La puerta de cristal se abrió y entró uno de los principales compositores de la campaña de Obama en 2012. Fue al grano, directo a contar cómo el “área de narrativa” trabajó para desarbolar el relato de Romney, el candidato republicano de aquellas presidenciales.

Explicó el camino que siguió la investigación sociológica previa, el método para procesar toda la información y la forma en que las conclusiones conformaron la melodía discursiva.

Fue el departamento de estrategia quien decidió el momento de lanzar el ataque. Optaron por anticiparse, por enmarcar al adversario antes de la convención republicana. De esa manera, con la música ya absorbida por la opinión pública, el resto del trabajo consistiría en aplicar infinitas variaciones sobre el mismo tema, en todos los medios, con todos los formatos y registros posibles.

Es una partitura sencilla: frente a un adversario que se presenta como exitoso hombre de negocios, nada como reflejar sus fracasos y ponerle cara a las víctimas de su codicia. Así puede reflejarse que su entrada en la Casa Blanca supone un peligro para la clase media norteamericana.

Cuatro años más tarde, el equipo de Hillary Clinton repite jugada. La misma gestión de tiempos y el mismo mensaje de fondo: el candidato republicano se ha enriquecido destrozando negocios y devastando la vida de muchas personas trabajadoras.

Sin embargo, esta campaña electoral contiene tres grandes diferencias frente a la anterior. La primera es obvia: Hillary es objetivamente peor candidata que Obama. Es verdad que el reciente apoyo de Sanders servirá de mucho, porque el Partido Demócrata está unido mientras el Republicano está dividido. Pero el punto de partida es el que es, la materia prima es menos rica y necesita más ayuda.

La segunda diferencia está en la desventaja competitiva del equipo de Trump frente al de Clinton -claramente superior a la que mantuvieron Romney y Obama, aquel combate estuvo más equilibrado-.

Nadie puede discutir que ella ha aprovechado estos años para levantar una maquinaria electoral que funciona a toda máquina, tanto para recabar donaciones -cinco veces más que él durante el mes de mayo- como para reclutar talento -por cada persona que trabaja para él, hay 10 trabajando para ella-.

La distancia es tan abismal que llevó a Trump a despedir a su director de campaña hace tres semanas. Y, a pesar de todo, las encuestas reflejan que sigue en la carrera. ¿Por qué?

Por la tercera diferencia, porque él tiene lo que tenía Romney: esa salvaje potencia emocional, esa electricidad que concentra la atención, impide la indiferencia y genera rechazo insalvable o lealtad inquebrantable, el tipo de adhesión irracional que cualquiera puede sentir en un episodio de euforia.

Durante las primarias republicanas, Trump ha arrasado a todos sus rivales con un modelo de campaña muy alejado del que implantó Obama en 2008 y perfeccionó en 2012. Ni 'big data', ni segmentación, ni polifonía creativa, ni trabajo desde abajo, ni redes de voluntarios. Nada de eso hace falta cuando se puede aplicar algo más directo: la estrategia de la celebridad. “Let Trump be Trump”.

No le ha ido nada mal. Pero las primarias quedaron atrás y comienzan las presidenciales. Las cartas se reparten de nuevo y Hillary Clinton tiene ya preparada la estrella de la muerte. El mayor aparato electoral que se ha montado nunca ya está armado.

Es en este mes de julio cuando se decide buena parte de la partida. Trump tiene ante sí una decisión compleja: llevar su idea hasta el final o modificarla. Veremos qué ocurre, la próxima convención republicana marcará el camino.

Las cartas se reparten de nuevo y Clinton tiene ya preparada la estrella de la muerte. El mayor aparato electoral que se ha montado nunca ya está armado

En cualquier caso, parece bastante probable que su equipo ya haya introducido en el análisis el factor Obama. El todavía presidente norteamericano parece dispuesto a cambiar de rol. Primero le calificaron como un actor, después demostró que es bastante más que eso y ahora puede empezar a ejercer de 'poli malo'.

Supongo que no solo por una cuestión de lealtad a su partido, también debe ser un acto de legítima defensa de su legado político. Sea por lo que sea, da la impresión de que podría emplearse a fondo en la tarea de destrucción del adversario.

En el vídeo anterior, vimos al candidato republicano preguntando qué puede haber en el mundo más divertido que un mitin de Trump. En el siguiente, está la respuesta: Obama demoliendo al adversario sin dejar de sonreír, en modo telecomedia.

Esta vez no habrá una partitura contra los republicanos, habrá dos. Lo mismo el discurso de quien no se presenta acaba siendo tan decisivo como el mensaje y los contenidos de la candidata. No lo descarten.

Puede que el calor de estos días explique por qué recuerdo tan vívidamente el frío de aquella mañana. El golpe de viento helado al salir de la cafetería con el vaso ardiente en la mano. El tono plomizo del cielo cuando cruzaba la calle H, la nieve sobre el abrigo y el temblor del cigarro mientras esperaba la hora. Washington.

Partido Demócrata Hillary Clinton Barack Obama