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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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En las imágenes que he visto, Ignacio González camina hacia el coche de policía como quien se acerca a la nevera a por una cerveza. ¿Por qué?

Foto: El expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González. (EFE)
El expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González. (EFE)

Lo recuerdo como si fuese ahora. Contabas que en los pequeños detalles se revela la esencia de las personas. Y también aquello era verdad. Es cierto que algunos gestos trasmiten el asomo de un indicio, el dibujo de una pista, la posibilidad de desvelar un misterio al que todavía no tengo acceso.

Apenas puedo ir más allá de su diferencia con los demás. Me resulta llamativa. Los otros se tapan la cara cuando son detenidos. Lo hacen como pueden, con lo que sea. Y van deprisa. Y dejan el rastro de algo parecido al pudor. Pero él no. En las imágenes que he visto, Ignacio González camina hacia el coche de policía como quien se acerca a la nevera a por una cerveza. ¿Por qué?

Foto: Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid. (EFE)

¿Por qué esa apariencia de naturalidad, si no puede ser el aplomo del hombre que hizo lo correcto y está dispuesto a asumir las consecuencias?

¿Por qué la serenidad, si no hay rastro de fatalismo, ni una señal de reconocerse cazado, acabado?

No hay mayor enigma que el de la mente humana. Pero hay un origen para cada laberinto. Un punto de partida. Una noche en la que comenzó todo.

Puede que todo empezase después de haber planeado el golpe y comprobar que el soborno salió bien. Quizá en la celebración del mayor robo visto nunca en España: el “Tamayazo” de Madrid, el robo de un gobierno autonómico entero.

Debió ser enorme la sensación de impunidad. Y extendida. Y duradera. Una vez logrado aquello, el resto era un juego menor. Tuvo que ser un subidón sentir que no podía ocurrirle nada malo a ninguno de los suyos y ver el mapa del reparto. Pensar que hay esperanza para vivir por encima de la justicia.

Pero la vida sigue. Y la conciencia, incluso la que tiende a comportarse como un pájaro carpintero con narcolepsia, no puede dormir para siempre. Algún día tiene que llegar el Toc-Toc a la cabeza. ¿Llegó alguna vez?

Probablemente no pasó aquella mañana. La fuerza de la monotonía lo ponía complicado. Coche de organización ilegalmente financiada, acto de campaña pagada en B, escenario con comisión incorporada en la factura, discurso para pedir confianza a la ciudadanía hablando de las virtudes del servicio público y para casa con los amigos. Brindemos. Un día cualquiera.

Seguramente, tampoco ocurrió aquella tarde. El peso de la agenda, ya sabes, tan cargada como de costumbre. Otra reunión presupuestaria y luego otra rueda de prensa. En muchas preguntas los recortes. En todas las respuestas austeridad y nosotros gestionamos que hasta da gustito. Menos mal que pude hacerte un hueco para hablar de lo nuestro. Una jornada más.

La manada ayuda, claro. Hace avanzar el calendario. Narcotiza la contradicción entre el delito cometido y la visión que uno tiene de sí mismo. El clan se encarga de generar vínculos tan estrechos como los de una familia, puede normalizarlo todo, incluso aumentar la capacidad competitiva.

Foto: Imagen de archivo de Ignacio González. (EFE) Opinión

No lo olvides: tenemos contactos, estamos aquí para defenderte, y más cuando contribuyes a la causa como lo haces, lo normal es que te lleves una parte de la tarta, ¿te gusta Colombia?, relájate y disfruta, estás cumpliendo el sueño de todo buen español, ganas dinero sin trabajar. ¿Qué mas quieres?

Quería que fuese para siempre. Y pensaba que sería así. Pero se equivocó. En las imágenes posteriores a la detención de Ignacio González no hay señal de vergüenza o de orgullo, tampoco derrota o sorpresa. Se ve el vacío emocional que genera una impunidad que todavía no ha desaparecido.

Necesitará su tiempo para disolver ese espejismo. Y tiempo es lo que va a tener. Durante los primeros días, la cabeza irá demasiado rápido y el cuerpo demasiado lento. La ira, la pulsión de venganza, la mezcla de asco y abandono, retrasarán la llegada del sueño. Sin embargo, cada noche dormirá algo más.

El hombre que pensó que nunca le ocurriría nada malo, convivirá con el aburrimiento.

Las primeras semanas le irán acompasando con los horarios de prisión. No será fácil. Es un hombre acostumbrado a hablar mucho por teléfono, a recibir mensajes todo el rato, a no estar verdaderamente sólo casi nunca. Querrá organizarse, volcarse sobre el caso, planear una estrategia, actuar. Pero es un tipo metódico capaz de despachar rápidamente asuntos más complejos que el suyo. No tendrá materia con la que llenar todas las horas. Serán muchas.

Ignacio González tiene 56 años. Puede que necesite meses para asumir cómo serán los que le quedan. Cuatro en preventiva. Y luego la condena. Es una cuenta difícil, muy difícil de absorber sin venirse abajo.

El hombre que pensó que nunca le ocurriría nada malo, convivirá con el aburrimiento. Comenzará seguramente a fijarse en las cosas que pasan cuando no pasa casi nada. Los cambios minúsculos. Un ruido en la celda del mismo pasillo. Un cambio de luz. Una partida de cartas en el patio. La pérdida de color en la foto de la familia. El vuelo de un pájaro. El refugio de la memoria.

Foto:  El expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, detenido por supuesta corrupción en el Canal de Isabel II. (EFE)

Poco a poco se adaptará. Tratará de cuidarse. Hará algo de ejercicio. Pasará por la biblioteca. También por la capilla. Y así hasta que se encuentre de golpe con lo que fue. Por la cárcel correrá el rumor de que acaba de llegar otro pez gordo. No sentirá demasiada curiosidad por el nuevo, pero aparcará el crucigrama y se fijará.

Reconocerá en otra piel el bronceado de la impunidad, el lenguaje corporal del usted no sabe con quien está hablando, el pliegue en la boca de quien está acostumbrado a reírse secretamente del esfuerzo de los demás. Esa clase de tripa.

Y puede que entonces, quizá suene un doble golpe de nudillos en el centro de su alma:

Toc-toc. Soy la evidencia: ya no tienes lo que vez en él y nunca te hizo falta para hacer feliz a nadie.

Toc-toc. Soy la certeza: los años perdidos no son los últimos, sino tu vida libertad.

Toc-toc. Soy la dimensión completa del error. Lo imposible de reparar.

Lo recuerdo como si fuese ahora. Contabas que en los pequeños detalles se revela la esencia de las personas. Y también aquello era verdad. Es cierto que algunos gestos trasmiten el asomo de un indicio, el dibujo de una pista, la posibilidad de desvelar un misterio al que todavía no tengo acceso.

Ignacio González Esperanza Aguirre