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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Perder no es lo mismo que estar equivocado

Es difícil evitar la impresión de que se nos está resquebrajando la democracia. La sensación de agrietamiento es mayor cuando se ve el modo en que el discurso político viene degradándose

Foto: Hillary Clinton pronuncia su discurso de graduación en la Universidad de Wellesley. (Reuters)
Hillary Clinton pronuncia su discurso de graduación en la Universidad de Wellesley. (Reuters)

Hará un año que compartimos el primer café. De aquella conversación nació este espacio en El Confidencial, 'Crónicas desde el frente viral'. La idea era contar la campaña electoral del 26-J de otra forma, ofrecer una aproximación a la comunicación política desde un ángulo distinto. Profesional. No convencional.

Han pasado muchas cosas desde entonces. Cada cita con las urnas ha dejado algún tipo de sorpresa. En España, la vida política es un centrifugado perpetuo. En Europa, Brexit. Y a escala global, Trump. La aceleración del cambio es lo único que parece no haber cambiado.

Si paramos y respiramos hondo, si miramos la imagen de conjunto, veremos que el cuadro no es precisamente figurativo. Y, sin embargo, quizá sintamos que la abstracción quiere contarnos algo. La posibilidad de que exista un mensaje esperándonos, codificado en esa enredadera de líneas tensas y azarosas, violentas como en las obras de Jackson Pollock.

Nunca como ahora han sido tantas las palabras elegidas para separarnos. Y nunca tan pocos los argumentos

Es difícil evitar la impresión de que se nos está resquebrajando la democracia. La sensación de agrietamiento es mayor cuando se ve el modo en que el discurso político viene degradándose. Nunca como ahora han sido tantas las palabras elegidas para separarnos, la polarización. Y nunca tan pocos los argumentos, tan extendida la explotación de las peores emociones humanas.

Cuesta encontrar en los líderes políticos frases que conecten los fundamentos de nuestra civilización con el tiempo que vivimos y con el porvenir. Casi todo está plagado de apelaciones a lo primitivo, a la identidad, al miedo, al rencor. Llamadas para volver a los paraísos perdidos, y por cierto artificiales, relatos de regresiones hacia lo que nunca existió. Incluso la música del discurso político actual suena estridente por culpa de tantas frases hechas. Cualquier canción de reguetón parece un 'Nocturno' de Chopin al lado de lo que se escucha en los mítines de las campañas electorales.

Casi todo está plagado de apelaciones a lo primitivo, a la identidad, al miedo, al rencor

Cada día, le dedico un tiempo a seguir las campañas electorales de nuestro entorno, miro las piezas de comunicación, busco los discursos publicados. Y casi cada noche me voy a la cama pensando que después de tanta criba no pude encontrar nada. Ni una caricia a la inteligencia, a la sensibilidad, al sentido de lo colectivo. Afortunadamente, hace poco brilló algo, una pequeña pepita brillante, una excepción.

Reconozco que me acerqué con poca fe a las palabras que dedicó Hillary Clinton a las alumnas que acababan de graduarse en su universidad. Pensaba, como sigo creyendo, que con la salida de Obama se apagó la luz del debate público norteamericano. Pero encontré algo. Algo sugestivo y nutriente que quiero compartir para celebrar el pequeño cumpleaños de esta columna.

La selección:

“Os estáis graduando en un momento en el que se está librando un ataque profundo a la verdad y la razón. Solo hace falta mirar las redes sociales durante 10 segundos. Salta a la vista. La negación de la ciencia, la fabricación de teorías de la conspiración elaboradas y dañinas […] la propagación del miedo descontrolado a los inmigrantes sin papeles, los musulmanes, las minorías, los pobres; enfrentar vecino contra vecino y sembrar la división en un momento en el que necesitamos desesperadamente unidad. Algunos están negando cosas que vemos con nuestros propios ojos […] y luego se defienden hablando de: 'hechos alternativos' […]

Intentan controlar la realidad: no solo nuestras leyes, derechos y nuestros presupuestos, también nuestros pensamientos y nuestras creencias

Si nuestros líderes mienten sobre los problemas a los que nos enfrentamos, nunca los resolveremos. Y eso importa porque debilita la confianza en los gobiernos y porque produce más cinismo y más ira. Pero importa también porque este país […] se fundó en los principios de la Ilustración: creer que las personas tenemos capacidad de raciocinio y pensamiento crítico, y que un debate abierto y libre es la sangre viva de una democracia […]

Cuando los poderosos inventan sus propios hechos y atacan a quienes los cuestionan, puede estar marcándose el principio del fin de cualquier sociedad libre. No es una hipérbole. Es lo que los regímenes autoritarios a lo largo de la Historia han hecho. Intentan controlar la realidad: no solo nuestras leyes, derechos y nuestros presupuestos, también nuestros pensamientos y nuestras creencias”.

Lo que me estremece de ese análisis es su validez. Es útil para reflexionar sobre lo que está ocurriendo en Estados Unidos, y para explicar parte de lo que estamos viendo en Reino Unido o venimos de ver en Francia, desde luego, también en España. De hecho, hasta para pensar en la necesaria reconfiguración del deber cívico que humildemente creo inaplazable para esta época.

No basta con defender la razón y el debate público para ser un demócrata. Ya no se puede defender la democracia sin defender la verdad

Quienes persiguen el interés particular, quienes pretenden estrechar los cauces del bien común, han recurrido siempre a la manipulación y a todas las herramientas de dominación que permite el desarrollo tecnológico. Siempre ha sido así, la invasión del 'marketing' político no habría sido posible sin la expansión de la radio, el cine y la televisión. La cuestión es que hemos llegado a un punto en el que no basta con defender la razón y el debate público para ser un demócrata. Ya no se puede defender la democracia sin defender la verdad. Por eso la honestidad de quienes nos representan resulta tan valiosa como la información de calidad y, a su vez, tan imprescindible como nuestra obligación de no mirar hacia otro lado cuando se quiere reescribir la historia que estamos viviendo.

Mirar hacia otro lado, callarse, es más grave que permitir una humillación personal, implica permitir el sometimiento de los demás, renunciar a la libertad individual y colectiva. Creer en el valor de la palabra, escuchar y hablar serenamente, trabajar para convencer y no para vencer, puede no estar de moda pero no va a dejar de ser necesario. Ni siquiera cuando se pierde porque, sencillamente, perder no es lo mismo que estar equivocado. A veces, sirve para iluminar el lugar de la razón.

Hará un año que compartimos el primer café. De aquella conversación nació este espacio en El Confidencial, 'Crónicas desde el frente viral'. La idea era contar la campaña electoral del 26-J de otra forma, ofrecer una aproximación a la comunicación política desde un ángulo distinto. Profesional. No convencional.

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