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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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El fin de semana ha sido corto, de sábado a medio día a domingo por la tarde. He dormido horas y horas, porque tenía sueño atrasado. El 

El fin de semana ha sido corto, de sábado a medio día a domingo por la tarde. He dormido horas y horas, porque tenía sueño atrasado.

 

El  sábado por la noche mi mujer y yo vamos a cenar a nuestro restaurante. El domingo hago una escapada para comprar pan y comida para  Helmut.

La escapada, que podría haber sido de 10 minutos, es de hora y cuarto. Voy parándome con todos. 

Primero, estoy un rato con Antonio  (“el del agua”), un hombre bueno, trabajador, que se ocupaba antes  del  agua en nuestra urbanización. Está enfermo,  pero con mucho ánimo. Me ve por la tele. Está  contentísimo. Dice que ahora soy importante.

Voy a la Tenda (así se llama el supermercado), pero, cuando estoy a punto de entrar, me para Dolors, la mujer de Joan, los antiguos dueños del súper, que, durante años, nos han dado de comer a toda la familia, incluidos los amigos de mis  hijos y los amigos de los amigos de mis hijos, hasta que un día Joan le dijo a mi mujer: “Señora Abadía, todo el que viene dice que le apuntemos lo que compra en la  cuenta de ustedes”.

Dolors  me dice que Quico, su hijo, que, por cierto, es Doctor en Filosofía y habla francés, italiano,  inglés y alemán, está en Japón por negocios. Se dedica a fabricar y vender productos para la industria alimentaria.

Y me dice que cuando Joan le pregunta: “Hijo, ¿Por qué no  te contentas con lo de aquí?”, él le contesta: “Pare, porque lo de aquí está muy parado y en el mundo hay muchas oportunidades.”. Y su madre, Dolors,  dice: “Hace bien,  porque si esperamos a que el Gobierno nos lo arregle, estamos aviados”.

Llego a la Tenda.  Dani y Nuria, los que la llevan, están encantados, porque dicen que nunca había ido un famoso a comprar pan. El famoso compra pan y lo de Helmut y se parte de risa viendo que para ser famoso, hay que salir en la tele. (De donde se deduce que el  día en que deje de salir,  pasará rápidamente a la categoría de ex famoso y de ahí, al  olvido total y absoluto.)

Voy a la farmacia y me mido la presión. Espléndido. 11 ½ y 6 ½. La  vida de crápula que llevo todavía no hace efecto.

Al salir, me encuentro con mi vecino de San Quirico. Está serio. Tiene un papel con cosas  apuntadas, que he hecho y que no le han gustado. 

Dice que un día me metí con el Gobierno  con los Bancos con frases demasiado duras y que otro día me equivoqué en las  cuentas y dije que, con el Plan Obama nos tocaría a cada habitante de la tierra 139 millones de dólares y que él ha hecho la división y son 139, sin los millones. 

Me dice también que me califica las intervenciones en la tele o en alguna conferencia mía en la que ha estado, y que en  ninguna paso de 8 sobre 10. Y lo peor (lo mejor)  es que tiene anotadas todas las  razones por las que no paso de notable.

Al volver a casa, estoy feliz, porque en San Quirico han descubierto lo de la aldea global y lo viven plenamente:

 

1.     Es  global,  porque en la Tenda tienen productos de todo el mundo (no le han  hecho caso al Ministro Sebastián)  y porque el Quico se ha ido  a Japón, después de dar innumerables vueltas por Europa, y sabe que en el mundo hay muchas cosas que hacer.

  1. Es una aldea, donde la gente te trata con cariño, sabiendo que el cariño no sólo consiste en que te feliciten por lo guapo que eres, sino en que, cuando haga falta, te cojan por el brazo, te lleven aparte y te digan: “Esto no lo has hecho bien”.

¡Cómo se agradece  que te lo digan claro!  Porque así, cuando te alaban, piensas que también están diciendo la verdad y además, porque esto te ayuda a ir por la vida con una libertad total, sabiendo que si metes la pata, alguien te ayudará a sacarla, en vez  de ir criticándote a tus espaldas.

Cuando a uno le pasan estas cosas, uno se emociona y piensa que, con muchos San Quiricos en el mundo (que los hay), esto se arregla pronto.

P.S.

  1. Mis censores me dicen que a este artículo le falta chicha. Y es verdad. Porque me había olvidado lo principal: que Quico ha hecho venir de Japón a un japonés para que aprenda el negocio, pero, fundamentalmente, para que aprenda lo que podíamos llamar “el modelo San Quirico”, que consiste en  trabajar bien, en hacer equipo, en conocer  bien el negocio, en esforzarse por sacarlo adelante, en servir bien a los clientes, en echarle horas.

 

  1. Él todavía no lo sabe, pero yo sí sé que Quico va a ser una figura mundial, porque si el japonés se aprende el modelo y se lo cuenta a uno de las Islas Kuriles y ése a uno de las Malvinas, en poco tiempo tendremos a medio mundo trabajando bien, que para  eso estamos.

 

  1. Y habrá muchos San Quiricos por el mundo y el mundo irá mejor.

 http://www.leopoldoabadia.com

El fin de semana ha sido corto, de sábado a medio día a domingo por la tarde. He dormido horas y horas, porque tenía sueño atrasado.