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Que sí, que iré a votar el día 20
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Que sí, que iré a votar el día 20

Hace unos meses, la Editorial Espasa me encargó un libro. Para animarme, viendo que no ponía muy buena cara (problema de pereza), me dijeron: “no queremos

Hace unos meses, la Editorial Espasa me encargó un libro. Para animarme, viendo que no ponía muy buena cara (problema de pereza), me dijeron: “no queremos un libro de economía. Queremos uno sobre la familia”.

Y, cuando estaban a  punto de convencerme, casi lo estropean: “porque de eso sí sabes”. Lo cual quería decir que de lo otro, de lo que he venido hablando últimamente, no sé. Realmente, es lo que yo he dicho siempre y no debería molestarme, pero una cosa es que lo digas tú y otra, que te lo digan.

Total, que escribí el libro y voy dando vueltas por España, presentándolo. Doy una conferencia corta, la gente me hace preguntas, nos reímos un poco y a firmar ejemplares.

El otro día repetí este planteamiento en una ciudad. La  cosa fue bien, porque todos eran muy majos. “Público fácil”, como dice mi hijo Gonzalo.

Después hubo coloquio. Coloquio fácil. Fácil, hasta que uno de los asistentes me preguntó algo sobre el debate entre Rubalcaba y Rajoy.

Le dije -con buen tono- que no lo había visto y se molestó. (Es curioso, porque la noche anterior, en otra ciudad, me preguntaron lo mismo, contesté lo mismo -con el mismo tono- y me aplaudieron. ¡Qué rara es la gente!)

La cosa fue a peor cuando le dije que mi mujer y yo, en una reunión relámpago, habíamos decidido no ver el debate, apagar la radio cuando amenazaran con poner las cuñas electorales y saltarnos todo lo que dicen sobre las elecciones los dos periódicos que leemos en casa, el generalista y el económico.

Aquel señor se molestó más. Yo me acordaba de Paco Umbral (“¡Yo he venido a presentar mi libro!”), pero me pareció de mala educación quitármelo de encima con una frase más o menos ingeniosa.

Para tranquilizarle, le dije que yo ya tenía decidido lo que iba a hacer el día 20. Y sí, me parece que se tranquilizó un poco.

Luego añadí que mi mujer y yo habíamos tomado la decisión de prescindir de la campaña electoral porque para oír, ver y leer lo que dicen unos señores que hablan y dicen eso de que tú mientes más que yo, y que tú no has hecho nada nunca y que yo crearé empleo y ya verás que bueno soy, y que yo no hablo de aquello que tú y yo sabemos y tú no hablas de aquello otro que yo y tú sabemos, y todo esto después de ensayar con sus asesores y de elegir la corbata para quedar majos y enviar mensajes subliminales (el de izquierdas con corbata azul, etc.), pues que no.

Como el que me interpelaba era un señor muy educado, se calló y puso cara de “bueno, ya te he comprendido”. Cara que es distinta de “bueno, ya me has convencido”.

(Víctor Amela  dice que el debate costó medio millón de euros. No sé en qué se los gastaron. Supongo que los trajes se los pagarían ellos, porque, si eran alquilados, el precio me parece excesivo. Además, Víctor dice que en conjunto, el debate no produjo más audiencia en los distintos canales. Dios quiera que produjese algún voto a alguno de los dos.)

Mientras tanto, Bill Clinton saca un libro, se pone a firmar ejemplares y la cola llega hasta la calle. (Yo, que presumo mucho, tuve cola una vez en el Corte Inglés de Zaragoza, sin llegar a la calle, ni mucho menos. Además, estaba formada por amigos míos, amigas de mi mujer y familiares que tengo allí.)

Bill ha dicho una cosa sincera: “nos encontramos en un lío y no sé cómo saldremos”, frase que hace subir mucho la opinión que yo tenía de él. Opinión que todavía mejora cuando leo el subtítulo del libro: “Por qué necesitamos un gobierno inteligente para una economía fuerte”.

Luego dice que:

1.   Hay que revitalizar el mercado laboral.

2.   Crear empresas.

3.   Conseguir que los bancos presten dinero.

4.   Aumentar las inversiones.

5.   Hacer que los productos que fabricamos sean más asequibles en otros lugares.

6.   Mejorar las infraestructuras.

Más o menos, esto es lo que dicen Rajoy y Rubalcaba, porque en todas partes cuecen habas. Las mismas habas.

Me parece bien, pero, como ya he dicho otras veces, yo creo que todas esas  cosas son instrumentos para conseguir otras más gordas y estoy esperando a que estos señores las digan. (Luego esperaré a que las hagan.)

Me entusiasmaría que alguno de los dos dijera:

1.   El día 21 voy a empezar a hacer un análisis a fondo del modelo de Estado Autonómico, por si sobra algo. (Lo dije la semana pasada).

2.   En cuanto haya determinado lo que sobra, voy a hacer un análisis a fondo de cómo funciona cada trozo de España al que llamamos Comunidad Autónoma. (También lo dije).

3.   Voy a  hacer una cosa que cualquier familia muy endeudada haría:

a.   Ver cuántos euros tenemos que refinanciar en 2012. Me parece que son 300.000 millones de euros, pero no estoy seguro. Vamos a suponer que sea esa cantidad. Si es otra, utilizamos esta como ejemplo.

b.   Todos sabemos que “refinanciar” quiere decir que como no los podemos devolver, hay que conseguir otro crédito por esa cantidad. Quizá también habrá que incluir en el nuevo crédito los intereses del viejo.

c.   Una familia, que lleva muchos años “refinanciando” (yo de esto sé mucho), se  plantea empezar a amortizar algo, a ver si así disminuimos esa deuda, poco a poco.

d.   (Esto lo acaba de descubrir Anders Borg, Ministro de Finanzas sueco, que ha dicho que “la solución a la crisis de deuda debe ser menos deuda”.)

 

4.   O sea, que ese gobierno inteligente debería decir: “Voy a refinanciar 295.000 millones y a amortizar 5.000. Y si eso es demasiado, 298.000 y 2.000. O 299.000 y 1.000. Así, por un lado hago ajuste y por otro, mantengo la máquina en marcha. Porque si me dedico solo al ajuste, la gente se queja y con razón, y si solo a la marcha, pasa lo que pasa. O sea, lo que ha pasado”.

 

5.   Para acabar el programa del gobierno inteligente, debería decir algo que también he escrito aquí (hoy estoy de repeticiones):

a.   “Declaro inaugurada la legislatura del empleo. En estos 4 años, todo lo que haga deberá servir para ayudar a las empresas a crear empleo.

 

b.   No digo que crearé empleo, porque yo no creo empleo. Eso es cosa de las empresas.

 

c.   Lo que digo es que les ayudaré. Y en esa ayuda está:

 

      i.    Lo de la reforma fiscal

     ii.    Lo de la reforma laboral

     iii.    Lo de los bancos. (Cuando escribo “lo de los bancos”, me sale del alma un suspiro: “¡ay, Dios mío, ¡los bancos!”)

Como no vi el debate, no sé si alguno de los dos señores que debatieron, dijeron algo de esto.

Me gustaría que lo hubieran hecho. Me enteraré. Así, mi voto del día 20 será más entusiasta. Echaré la papeleta a la urna con fuerza. Pero como no lo hayan dicho, votaré, por supuesto, pero dejaré caer la papeleta en la urna con cierta languidez.

Hace unos meses, la Editorial Espasa me encargó un libro. Para animarme, viendo que no ponía muy buena cara (problema de pereza), me dijeron: “no queremos un libro de economía. Queremos uno sobre la familia”.