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Los buenos y los malos
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Los buenos y los malos

Desayuno con mi amigo de San Quirico. Hace tiempo que no nos veíamos. Hablamos de todo. (Hoy no tiene mérito hablar de todo, porque ¡cuidado que

Desayuno con mi amigo de San Quirico. Hace tiempo que no nos veíamos. Hablamos de todo. (Hoy no tiene mérito hablar de todo, porque ¡cuidado que hay cosas!)

Me habla de una persona a la que los dos conocemos. Es un personaje extraño, que se cree genial, raro, de los que goza cuando encuentra fallos para poder echar una bronca, de los que creen que dirigir es vigilar, de los del piensa mal y acertarás”.

Le digo a mi amigo: “¡Pobre hombre, está loco!”. Me mira muy serio y dice: “¡No seas ingenuo! ¡No está loco, es malo!”.

De verdad, siempre que he visto a alguien hacer cosas mal hechas, he pensado que estaba loco. Otras veces he pensado que era bobo por meterse en semejantes tinglados.

Pero lo de malo no lo había pensado.

Cuando mi amigo me dice eso, recuerdo que en una contra de La Vanguardia entrevistaron a un señor, me parece que psiquiatra, que decía algo así como que no hay derecho a que cuando alguien hace algo malo, se diga de él que está loco. Venía a decir que el loco hace locuras y el malo, maldades, que es una cosa muy distinta.

En casa siempre hemos coleccionado todo: sellos, latas, botellas de cerveza, corchos, robots, sobres de azúcar, botijos, ceniceros robados…

También, chapas de botella. Me regalaron el otro día una cerveza que no tenía. (Con tantas colecciones, es facilísimo hacer regalos en mi familia. Cuando vuelvo de viaje, le traigo a mi mujer dos sobres de azúcar, después de haber puesto el azúcar en el azucarero porque en casa todo se aprovecha, y da saltos de alegría).

Pues en la chapa había una palabra en mayúsculas: ROGUE. Voy a mi diccionario inglés, y encuentro que rogue significa 'pícaro, pillo. Lo bueno es lo que han puesto en la chapa alrededor de esa palabra: Dedicated to the rogue in each of us”. O sea, “dedicado al pillo que todos llevamos dentro”. Al pillo, al pícaro, al sinvergüencilla, al sinvergonzón.

Incluso al malo. Porque, desde el desayuno con mi amigo de San Quirico, leo mis dos periódicos con otro criterio. Y descubro gente mala.

Para los católicos, esto no es  extraño, porque sabemos lo del pecado original. Adán y Eva eran unos tíos majísimos, pero Eva se comió la manzana y ahí se estropeó todo, y nuestra naturaleza quedó tocada y nos sucede eso que dice otro amigo mío: que no sabe qué le pasa, pero que todo lo que le gusta, o es pecado o engorda.

Soy patrono de la Fundación Alia2, dedicada a la lucha contra la pornografía infantil en Internet. Los policías y los guardias civiles que utilizan el software que les proporciona la Fundación nos cuentan unas cosas que hacen que se nos pongan los pelos de punta. Y ahora me he enterado de que esa gentuza que hace esas cosas no está loca, no. Son malos. Comparados con Hitler y Stalin, no sé quién es peor.

Gracias a Dios, también hay buenos. Muchos. Quizá, menos espectaculares”. Ayer estuve en la presentación del proyecto Como en casa”, de la Fundación Miguel Gil Moreno. (Miguel era un fotógrafo de guerra, muy amigo de mis hijos, que murió en Sierra Leona). Estas personas ayudan a familias de clase media que lo están pasando mal. Antes se llamaban pobres vergonzantes”. Queda mejor decirlo de otra manera, pero la situación es la misma. Son familias con un cierto nivel social que, de repente, por la maldita crisis y por los malditos malos que han hecho toda clase de canalladas, se han quedado sin poder comer. La Fundación les hace la compra, la paga y hace que se la envíen. De modo que cuando llega la comida a casa, nadie sabe que aquello es una ayuda. Hasta el portero piensa que los señores del 4º derecha han vuelto a hacer la compra en El Corte Inglés.

Estamos en un momento muy malo. Da la impresión de que la gentuza ha salido a la calle. No digo que han salido del armario por no insultar a los que han salido del armario por otras razones.

La gentuza está amparada por un absoluto desconocimiento de lo que hacían, por parte de sus jefes. Nadie sabía nada de lo malos que eran. Como si la estructura de esa organización -política, social, económica- estuviera formada por ángeles buenos, buenísimos, bastante tontitos, que con las alas se tapan los ojos para no ver las charranadas que hacen los malos, malísimos; charranadas, por cierto, de las que los angelitos, con mucha frecuencia, también se aprovechan.

P. S.

1. Que sí, que me ha salido un sermón. Pero hace tiempo que tenía ganas de echar un sermón. Porque, vuelvo a repetirlo por enésima vez más una: o nos damos cuenta de que así no se puede seguir; o nos volvemos buenos y hacemos que nuestros hijos lo sean, o no hay nada que hacer.

2. Cuando digo buenos, quiero decir gente limpia, noble, que sepa que lo que está bien, está bien y lo que está mal, está mal. ¡Casi nada!

3. Por cierto, esto se aprende en la familia.

4. Es posible que los malos también aprendieran cosas buenas en sus familias. Pero algo pasó y se convirtieron en gentuza.

5. A ver si hay suerte y se acuerdan de lo que les enseñó su mamá, que era una santa.

6. Pero ellos son hijos de mala madre.

Desayuno con mi amigo de San Quirico. Hace tiempo que no nos veíamos. Hablamos de todo. (Hoy no tiene mérito hablar de todo, porque ¡cuidado que hay cosas!)