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Se nos va el Papa
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Leopoldo Abadía

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Se nos va el Papa

Nos ha sorprendido a todos. Y, además, en latín. Sin que los bien informados lo supieran. Sin que muchos lo entendieran, porque el latín ya no

Nos ha sorprendido a todos. Y, además, en latín. Sin que los bien informados lo supieran. Sin que muchos lo entendieran, porque el latín ya no se lleva. Pero una periodista italiana que sabe latín (nunca mejor dicho) lo entendió y se llevó la primicia.

El Papa ha dicho que, después de pensarlo bien y de rezarlo bien, se va. Haciendo uso de su libertad. Haciendo las cosas my way, a su manera.

Estoy en Pamplona, haciéndome una revisión, en la Clínica Universidad de Navarra. Uno necesita pasar la ITV, de vez en cuando.

En el hotel al que voy siempre, el Blanca de Navarra, que está en frente de la Clínica, que me resulta muy cómodo y donde me atienden de maravilla, saludo a una camarera, muy amiga mía. Me dice que me tiene que hacer una pregunta. Como la pregunta que me hacen siempre es "cuándo saldremos de esta", me desconcierta cuando quiere saber qué opino sobre la renuncia del Papa. Me dice que ya sabe que la pregunta es difícil. 

A mí la contestación me parece sencillísima: Benedicto XVI no se siente con fuerzas y se va. Así de simple. Mi amiga pone cara de decepción. Como si las cosas siempre tuvieran que explicarse de una manera complicada.

No soy quién para hacer una valoración del Pontificado que acaba el próximo día 28. Soy menos quién para hacerla por Twitter, como pedía el otro día un importante diario español. Pensar que en 140 caracteres se puede resumir el trabajo de una persona me parece una auténtica estupidez. Si esa persona es el Papa, la estupidez se convierte en melonada, como se dice en mi tierra. 

Casi a la vez, ha venido Draghi a España. 

Ha dicho que quiere un crecimiento sostenible y que lamenta la destrucción de empleo. Luego, al más puro estilo del ininteligible Trichet, ha añadido que hay que reorientar los principios motores de la economía (traducción: olvídense del ladrillo). Ha seguido hablando de la productividad y ha dicho que el crédito tardará en llegar a la economía real. (Esto debe significar que hay una economía irreal, que es la que nos fastidia.)

Draghi, técnico que busca soluciones técnicas. Para eso le pagamos. 

Pero no podemos aprovechar que se va el Papa para volver a las andadas. Porque este Papa estaba preocupado con el relativismo y nosotros, también. Es posible que muchos de nosotros no nos hubiéramos dado cuenta de que el relativismo es lo del 'todo vale'. Pero, ahora que los periódicos no hablan más que del dinero que unos tenían y que otros se llevaron y del pobre que se suicida porque le desahucian, alguien tiene que recordarnos, a los católicos y a los no católicos, que no todo vale.

Y lo tiene que decir por activa y por pasiva, hasta que le digan que es un pelmazo y, cuando se lo digan, volver a repetirlo, una y mil veces. 

Porque, a pesar de ser un señor muy preparado, Mario Draghi no puede con todo. Bastante hace con intentar arreglar los estropicios. No le queda tiempo para preguntarse el porqué de esos estropicios.

Y alguien tiene que ocuparse, y decírselo a Draghi y a Rajoy y a Merkel y a todo hijo de vecino.

Vendrá otro Papa. Unos acertarán en las quinielas. Otros, una vez más, no acertarán.

A mí, que no juego ni a las quinielas de fútbol sólo se me ocurre decir: ¡Que Dios te acompañe, Benedicto! Y al Papa que ya está viniendo (él no lo sabe), ¡Bienvenido!

No sé su nombre. Pero sí sé lo que dirá: que con el relativismo no se va a ninguna parte. Mejor dicho: se va al estercolero.

Acabo mi conversación con la camarera del hotel. Me pregunta cómo sé lo que el próximo Papa va a decir, si no sé quién va a ser.

Le digo la verdad. Información privilegiada.

No hace falta ser muy listo para tenerla.

 

Nos ha sorprendido a todos. Y, además, en latín. Sin que los bien informados lo supieran. Sin que muchos lo entendieran, porque el latín ya no se lleva. Pero una periodista italiana que sabe latín (nunca mejor dicho) lo entendió y se llevó la primicia.