Es noticia
El adelanto de las ciencias
  1. España
  2. Desde San Quirico
Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

Por

El adelanto de las ciencias

Ya sé que las cosas se dicen así.1- Que la generación del baby boom (los nacidos entre los años 60 y

Ya sé que las cosas se dicen así.

Como las cosas nunca vienen solas, leo en Time un artículo sobre el trato a los muertos. Ahora aumentan las incineraciones. Lo comprendo perfectamente. Lo que me molesta es el 'tonillo' del artículo, cuando me dice, por ejemplo, que George Alan Thompson II, que fue camarero, agente de la propiedad, motero y muy bromista en vida, ahora, en muerte, es un arrecife. Todo porque leyó un anuncio de Eternal Reefs, en Decatur, Georgia, que ofrecía ese servicio.

La cosa se sofistica cuando leo que otras empresas, envidiosas sin duda del éxito de Eternal Reefs, me ofrecen convertir mi cuerpo en fuegos artificiales, pintura, joyas, discos de vinilo.

No sé por qué, hoy coinciden las dos noticias. Las que se refieren a los que nacen y a los que no nacen, porque muchos se quedan por el camino, y las que hablan de lo que voy a ser al final de mi vida. En confianza, os diré dos cosas: que agradezco a mis padres que me tuvieran por el método tradicional y que agradeceré mis hijos y a mis nietos que me lleven a San Quirico, nicho 149, y me dejen allí, esperando el Juicio Final. Si quieren llorar un poco, que lloren. Pero sobre todo, que recen, no vaya a ser verdad eso del Juicio Final y me presente ante el tribunal como algunos estudiantes que yo me sé, que no se habían leído aquello porque no entraba en el examen.

Mi problema es que yo creo que TODO entra en el examen. Y si TODO entra, la hemos fastidiado. Porque, además, en el Juicio Final, lo dirán en voz alta, y muchos de esos que me dicen “don Leopoldo, ¡cuánto le admiro!”, se van a quedar con cara de tontos, por haber admirado lo que no tenían que admirar.

Yo ya sé que estas cosas de nacer y de morirse son complicadas.

Lo de nacer no fue complicado para mí. No me acuerdo de nada. De repente, me acuerdo de la bomba que cayó en la calle San Gil, en Zaragoza. Como yo nací en 1933 y la guerra española duró del 36 al 39, que ya es durar, debía tener entre 3 y 6 años. Pero me acuerdo. O sea, que alguien me nació antes.

Lo de la muerte es distinto, porque ahí la responsabilidad es mía. Y lo de antes de la muerte, o sea, lo que va desde hoy hasta el día que diga “no sé qué me pasa, pero me encuentro mal”, también es responsabilidad mía. Ahí sí que no le puedo echar la culpa a la Merkel.

Supongo que ese día en el que diga lo del “me encuentro mal”, me importarán tres pitos Rajoy, Rubalcaba y toda esa cuadrilla de gente con cara seria que anda por ahí. Me preocuparé yo. De mí mismo.

Ya sé que esto suena a egoísmo. Ya lo sé. Pero una vez oí a alguien decir que mucho follón, mucho jaleo, pero que, al final, uno se muere SOLO. Y ese día no hay excusas. SOLO.

Yo creo en el después. Hay quien no cree y los respeto mucho. Incluso lo mío puede ser otro síntoma de egoísmo, basado en el “no vaya a ser que haya algo”. O sea, lo que los de Harvard llamaríamos minimum risk theory, la teoría del mínimo riesgo, que se enuncia así: “Si hay algo después, hay algo después. Y si no hay, no hay”.

Y yo, por si acaso hay, intento ser buena gente. Y si no hay, por lo menos no habré hecho mal a los demás.

Eso es lo que me gustaría. Pero -todo tiene un pero- no sé si lo conseguiré. Porque hace muy poco, saliendo de una emisora de radio, me metí en un bar -yo siempre me meto en los bares- y allí me encontré con uno que conocía a mis hijos, que me saludó muy cariñoso y me dijo: “Qué, ¿a quién va usted a hacer daño hoy?”.

Sonreí, dije alguna tontada y me fui a una mesa a tomarme el espresso que hacen en ese bar, el Stop, en frente de la Cope de Barcelona, que es buenísimo.

Pero pensé que, por supuesto, no quiero hacer daño a nadie, porque bastantes amarguras tiene la vida como para aumentarlas. Puede ser que a alguien le moleste alguna cosa que diga. Eso no me preocupa, porque no es hacer daño. Es simplemente reconocer que nunca todos gustamos a todos. Tampoco todo lo que hacemos nos gusta siempre a nosotros mismos.

Ya se ve que hoy, con las tasas de fecundidad, la fertilidad y los crematorios, por no hablar del horno que deja huesos sin quemar, pero que luego se pulverizan con una máquina antes de entregárselos en una urna muy mona a la familia con el logo del grupo KISS, las cosas han cambiado.

Me recuerda a aquello de La verbena de la Paloma, una zarzuela de hace muchos años: “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”.

Lo de la barbaridad me suena. Lo del adelanto, no lo tengo tan claro.

Ya sé que las cosas se dicen así.