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El recibo de la luz
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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El recibo de la luz

Cuando escribí este verano el último libro, se me ocurrió darle la forma de preguntas que me hacía yo y respuestas que me daba yo

Cuando escribí este verano el último libro, se me ocurrió darle la forma de preguntas que me hacía yo y respuestas que me daba yo. Esto tenía la ventaja de que no me preguntaría nada que no supiera y que no habría ninguna pregunta comprometida.

Además, pensé que era el momento de intentar entender alguna de esas cosas que siempre me habían parecido incomprensibles, pero que si alguien las entiende, por qué no las voy a entender yo.

Un hijo mío me dijo hace tiempo: “¿Por qué no explicas lo del déficit de tarifa de las eléctricas?”. Debí poner una cara muy rara y mi hijo ya no volvió a insistir.

Pensé que, con el libro, había llegado el momento, porque si al final, después de mucho esfuerzo, no lo entendía, eliminaba la pregunta y ya está. Como la Editorial Espasa quería que fueran 365 preguntas, malo sería que no pudiera compensar la eliminada con otras.

En teoría, es muy fácil: el déficit se origina porque lo que cuesta generar, transportar, distribuir y comercializar la energía es menor que el precio que pagamos.

O sea, la solución es fácil: se sube el precio que pagamos y ya está. Como haría cualquiera que, en su negocio, comprara calcetines a 3 euros y los vendiera a 2,50. Subiría el precio en 0,50 euros, para empatar, por lo menos. Porque si siguiera vendiendo los calcetines a 2,50, cuantos más calcetines vendiera, más dinero perdería. Cosa que he explicado muchas veces a esos amigos que no entienden por qué hay gente que vende mucho y pierde mucho.

El Gobierno se lo piensa bastante antes de autorizar la subida, porque con las cosas de comer no se juega. Y por dos razones más: una, porque un consumidor de electricidad es un votante, y si al votante le rascas ahora el bolsillo, que bastante rascado lo tiene ya, igual va y no te vota. Y vota a otro, que no tendrá que subir la electricidad porque ya estará subida, o sea, porque, como dicen en las películas, el trabajo sucio ya lo habrá hecho el Gobierno anterior. Y hay que pensar cuántos puestos de trabajo se perderán (los de la gente que gobierna y sus amigos), aunque se verán compensados por los que se crearán (los del Gobierno nuevo y sus amigos), con lo que el paro se mantendrá tal cual. Pero muchos amigos se quedarán sin empleo, y eso no gusta.

Otra razón por la que no se puede subir la tarifa es porque se produciría inflación, y cuando hay inflación, los precios suben, la gente pide más sueldo y ya la hemos liado.

La solución, facilísima. El Gobierno dice: “Apuntad el déficit como ingreso. Calculad los beneficios como si lo hubierais cobrado de verdad. Luego, poco a poco, recibo a recibo, año tras año, podéis incluir en las facturas unos eurillos para subsanar el déficit”.

Esta idea es muy buena, si no fuera por dos razones: una, porque el déficit no es fijo. No es una cantidad que ahí está, que se amortiza y problema resuelto. Es una cantidad movible (en el libro puse “aumentable”). La bola va creciendo y los déficits nuevos no se amortizan con la velocidad suficiente.

Y además, los empleados de las eléctricas, los proveedores, Hacienda y los accionistas quieren cobrar en dinero, y a ninguno de ellos se le puede decir que lo apunte como si lo hubiera cobrado de verdad. Porque si yo trabajo en una eléctrica, voy al súper, cargo el carrito porque somos muchos en casa y le digo a la cajera que lo apunte como si lo hubiera cobrado, llama al encargado y se me quedan el carrito. Y, además, piensan que estoy como un cencerro.

Como estamos en un momento en el que la imaginación se desborda, se encuentra la solución,otra vez. Un amigo mío suele decir: “¡Será por ideas!”.

Y las eléctricas cogen el déficit y lo titulizan. O sea, van a un banco y le dicen que les preste dinero a cambio de facturas, sabiendo que las facturas se cobran seguro, porque al que no paga le cortan la luz. Y el banco les deja dinero y se lo van devolviendo poco a poco, a medida que van cobrando las facturas.

Pero la bola sigue creciendo, y en julio de 2013 llega a 26.000 millones. Ahora no sé en cuánto está. Y alguien vuelve a tener la idea: “¿Ysi subiéramos el recibo de una vez?”. Pero eso no se dice así. Se dice “por la negativa”. O sea, “no subiremos el recibo un 14 %”. Con lo que, quien más, quien menos, piensa: “Si lo subieran solo un 6 %...” Porque todos sabemos que se va a subir, pase lo que pase, y sabemos que echaremos pestes del Gobierno y después nos tragaremos la subida. Y si amenazan con un 14 % y nos lo dejan en un 6, hasta les estaremos agradecidos. Y si sólo es un 3,7 %, lloraremos de emoción.

La cosa se complica más. Porque el Gobierno decidió recortar este año el déficit en 4.500 millones, pagados entre los consumidores (el recibo), los consumidores otra vez (los impuestos) y las eléctricas. Estas pondrían 2.700 millones, pero no los pondrían. El Gobierno les concedería un crédito por ese valor y otro de 900 millones por “los costes extrapeninsulares”. O sea, para que en Palma de Mallorca mis hijos tengan luz y en Canarias mi cuñada pueda enchufar la tele. Menos mal que perdimos Cuba y las Filipinas.

2.700 más 900 igual a 3.600 millones. Pero como manda Merkel y no nos deja que subamos el déficit y esos 3.600 millones van al déficit, el Gobierno mira a Bruselas y dice que nanay, que no. Y las eléctricas agarran un calentón. Y quieren subir el recibo en 3.600 millones y el Gobierno les dice que no, por lo de los votantes y la inflación, como he dicho antes. Y querían poner en el balance 3.600 millones como deuda pendiente, y no como ingreso. Y como me parece (ya no estoy seguro de nada) que esa deuda vendría avalada por el Estado, otra vez Merkel dice que no.

Total, que el Gobierno y las eléctricas han decidido trabajar juntos “en la definición de posibles mecanismos de titulización de la deuda del sector”. O sea, a ver cómo consiguen otra vez créditos para las eléctricas, garantizados por las facturas y no avalados por el Estado.

Y, además, van a eliminar subvenciones, con lo que se consigue otro calentón, el de los que pusieron dinero en esas industrias porque estaban subvencionadas.

Después de todo este lío, a la gente sólo le preocupa una cosa: ¿subirá el 'recibo de la luz'?La contestación es muy sencilla: ¡Claro que sí! La segunda pregunta: ¿cuánto? Contestación honrada: no lo sé.

En confianza, creo que hoy, a estas alturas, no lo sabe nadie.

P.S.

Con esto de las titulizaciones, una parte de lo que yo gasto de energía lo pagarán mis nietos en el futuro. Pensaba que este podía ser un buen argumento para que no dejasen siempre todas las luces de la casa encendidas. Se lo he dicho, pero tengo la impresión de que, hoy, el futuro no les importa nada.

Cuando escribí este verano el último libro, se me ocurrió darle la forma de preguntas que me hacía yo y respuestas que me daba yo. Esto tenía la ventaja de que no me preguntaría nada que no supiera y que no habría ninguna pregunta comprometida.

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