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La ejecutiva de la fila de atrás
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Leopoldo Abadía

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La ejecutiva de la fila de atrás

Una vez más, ir en el AVE te permite comprobar que, gracias a Dios, todos somos muy distintos.En la fila de atrás, una señora de unos

Una vez más, ir en el AVE te permite comprobar que, gracias a Dios, todos somos muy distintos.

En la fila de atrás, una señora de unos 45 años habla con una subordinada. Me entero de muchas cosas, entre otras, de los nombres de los que trabajan en la empresa, de la reunión que tuvieron el otro día –que no debió salir bien porque la gente está muy molesta–, de que ella quiere ganar tiempo, etc.

A su lado, un mocetón con una camiseta de los Ángeles del Infierno o así pone cara de circunstancias, intenta ver la película...y se va enterando de las manifestaciones de la brillante ejecutiva, que será brillante y será ejecutiva, pero la clase de discreción se la saltó el día que la dieron en la business school de cuya junta de alumni le han hecho vicepresidenta en atención a sus méritos.

La ejecutiva, sin duda elegida para su cargo por la cuota correspondiente (la mitad de hombres, aunque sean estúpidos; la mitad de mujeres, aunque también lo sean), remata su tercio con una rebolera, o sea, "larga en cuyo remate el torero hace girar el capote por encima de su cabeza". Parece que rebolera también se puede escribir revolera, pero ese detalle, a la ejecutiva de la fila de atrás, le trae sin cuidado. Y suelta: "Ya sabes, cariño, que yo no soy de las que piensan que los demás son buenos".

¡Esta chica es un tesoro! El mocetón de la camiseta pone cara de circunstancias como si estuviese preocupado por la película y, cuando le miro disimuladamente, sonríe.

Las personas que piensan que los demás no son buenos y que sólo hablan de ellas mismas mientras menosprecian a los demás son un lastre para una nación

Veo un programa de televisión. El entrevistado se suelta el pelo: insulta al Rey, habla mal de la Familia Real, dice que Felipe González es un no sé qué, que Zapatero es otro no sé qué, que Iñaki Gabilondo ya se sabe... Como la entrevista dura solo media hora, no tiene tiempo para soltar toda la bilis que lleva dentro. Como alabanzas, dice que Suárez era valiente y Calvo Sotelo, frío. Añade, como reb(v)olera, que los asesinatos de ETA se comprendían cuando había dictadura, pero luego, no. Y después, que él se llama como se llama gracias a Iñaki Urdangarin, porque, si no, se llamaría Ignacio.

No sé si este señor es pariente de la ejecutiva de la fila de atrás, pero el molde es muy parecido. Son personas que empiezan hablando de mí (de ellos), siguen con el mí (de ellos) y se acuestan con el migo (de ellos) mientras van despreciando a los que les rodean, cantando todas las maldades (reales o supuestas) que, llenos de virtud, descubren en los demás y, de paso, todas las virtudes (reales o supuestas) que descubren en sí mismos mirándose en el espejo.

A este tipo de personas les cuesta ser "de los que piensan que los demás son buenos". No porque ellos sean especialmente buenos o especialmente malos, sino porque nacieron con ese defecto, en casa les educaron así y en el colegio les ayudaron a sus padres en eso que, equivocadamente, estoy llamando educación.

Para una nación, personas así son un lastre. Y para un barrio, también. Ya no digamos si les hacen presidentes de la comunidad de propietarios. ¡Pobre portero! ¡Nunca acierta!

Lleno de buena voluntad, porque a mí me educaron partiendo de la base de que todo el mundo es bueno, veo la reunión que han tenido Mariano y Fátima con Cándido, Ignacio, Juan y Jesús, y me lleno de alegría. Pero como en este mundo la alegría no es completa, veo que no hay ningún representante de los bancos. Como estoy en buen plan, pienso que quizá la mesa era pequeña y no cabía más gente, pero supongo que en la Moncloa hay mesas más largas y, si no hay, se encargan mesas supletorias, como las que tenemos en San Quirico, que ayudan a convertir una comida de 6 en una de 27 en un plis plas.

Luego pienso que Juan representa a la CEOE; Jesús, a la Cepyme; Cándido e Ignacio, a sus sindicatos, y los bancos no tienen todavía quien les represente, porque han tenido un ligero rifirrafe con Luis, que se empeñaba en que las incompatibilidades eran las incompatibilidades y que el elegido por los bancos era incompatible. Al final, han ganado los bancos, cosa que, en confianza, a mi mujer y a mí no nos ha extrañado nada, porque ya estamos acostumbrados, lo mismo que el Gobierno ya está acostumbrado y que los demás se tienen que acostumbrar. En "los demás" no incluyo a mi mujer ni a mí por lo que acabo de decir.

Paso a leer Expansión y encuentro la razón de la no asistencia de los bancos. Es muy simple: "Total, ¿para qué?" Lo ha reconocido el secretario general del Tesoro al decir que es "de suma importancia desarrollar vías alternativas a la financiación bancaria porque se contribuye así al aumento del crecimiento potencial de la economía”. Además, según añadió, “se genera estabilidad financiera”. No acabo de entender estas afirmaciones. Sólo entiendo que nos está diciendo por enésima vez: "Olvídense de los bancos". Y me lo ratifica este señor (en el artículo le llaman "el ejecutivo", o sea, que supongo que es él) cuando se refiere a la necesidad de que las empresas busquen vías alternativas porque no prevé una recuperación del crédito a unos niveles razonables.

Sigo leyendo Expansión. Ahora encuentro lo que más me gusta: el informe de bolsa en vídeo, porque Agustín Monzón me lo explica y yo lo entiendo. Hoy me sorprende una cosa: que las bolsas se han mantenido porque Putin sólo quiere anexionarse Crimea.

Vuelvo a la ejecutiva de la fila de atrás del AVE.

Señora, no está usted sola en esto de pensar mal de la gente. Pero haga un esfuerzo para cambiar, que tampoco es para tanto.

Ignacio/Iñaki es así porque lo ha pasado muy mal. Que si lo del nombre, que si lo de ETA, que si lo del Rey...

El secretario general del Tesoro dice esas cosas porque lo ha pasado muy mal, hasta que ha descubierto que los bancos son un coto cerrado y que bastante hacen con lamerse sus heridas.

Y hasta Putin es bueno. Sólo se ha anexionado Crimea.

Le podía haber apetecido Cataluña.

Una vez más, ir en el AVE te permite comprobar que, gracias a Dios, todos somos muy distintos.

En la fila de atrás, una señora de unos 45 años habla con una subordinada. Me entero de muchas cosas, entre otras, de los nombres de los que trabajan en la empresa, de la reunión que tuvieron el otro día –que no debió salir bien porque la gente está muy molesta–, de que ella quiere ganar tiempo, etc.

A su lado, un mocetón con una camiseta de los Ángeles del Infierno o así pone cara de circunstancias, intenta ver la película...y se va enterando de las manifestaciones de la brillante ejecutiva, que será brillante y será ejecutiva, pero la clase de discreción se la saltó el día que la dieron en la business school de cuya junta de alumni le han hecho vicepresidenta en atención a sus méritos.

La ejecutiva, sin duda elegida para su cargo por la cuota correspondiente (la mitad de hombres, aunque sean estúpidos; la mitad de mujeres, aunque también lo sean), remata su tercio con una rebolera, o sea, "larga en cuyo remate el torero hace girar el capote por encima de su cabeza". Parece que rebolera también se puede escribir revolera, pero ese detalle, a la ejecutiva de la fila de atrás, le trae sin cuidado. Y suelta: "Ya sabes, cariño, que yo no soy de las que piensan que los demás son buenos".

¡Esta chica es un tesoro! El mocetón de la camiseta pone cara de circunstancias como si estuviese preocupado por la película y, cuando le miro disimuladamente, sonríe.

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