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Una vida, dos vidas, tres vidas
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Leopoldo Abadía

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Una vida, dos vidas, tres vidas

En una entrevista, Risto Mejide le pregunta a Pedro J. Ramírez si podemos confiar en un director de un periódico que engaña a su mujer. Supongo

En una entrevista, Risto Mejide le pregunta a Pedro J. Ramírez si podemos confiar en un director de un periódico que engaña a su mujer. Supongo que la pregunta, aunque esperada, no le gusta a Pedro J., que, como tiene muchas tablas, dice sonriente que él ha venido a presentar su libro.

Coincidí con Pedro J. el día de Sant Jordi. Le dije que andaba luchando con su libro sobre la Revolución Francesa (me faltaban entonces unas 400 páginas) y me contestó algo así como: "Date prisa, que ya ha salido el otro". Desde entonces, he pegado un acelerón, porque quiero leer el otro. Pero se me ha colado un libro antiguo, la biografía de Goebbels, que, según me dicen, inventó la propaganda política, y quiero comparar las cosas que dice con lo que voy oyendo ahora en alguna región de España que me conozco bien. O sea, que el libro de Pedro J. tendrá que esperar. Lo malo es si se le ocurre escribir otro y me descoloca.

Pues Risto le hace esa pregunta a Pedro J., y, en ese momento, la cabeza se me va a mi amigo Juan, con el que hace muchos años estuve en el consejo de una empresa. Juan era un hombre de un enorme sentido común, con frases tales como: "No me cuentes más cosas, que no me caben, que el saber ocupa lugar".

Un día, sin que viniera a cuento, me dijo: "Desengáñate, Leopoldo, el directivo que tiene un lío es mal directivo". Debí poner cara de extrañeza, porque continuó: "es mal directivo, porque, cuando trabaja, está pensando en el lío y se distrae".

Sigo con Risto y Pedro J. ypienso que debe haber bastante gente que un día ha tenido un mal día, o una mala noche, y, aprovechando la ocasióny con un par de copas de más, se ha acostado con el primer mozo o la primera moza que ha pasado cerca.

Eso es una cosa. Eso es una metedura de pata. Cuando uno mete la pata, la saca.Y ya está. Esa persona ha sido infiel puntualmente, entendiendo por "puntualmente" hacerlo una vez, no a la hora en punto.

Hay otros/as a quienes lo de "puntualmente" no les resulta suficiente y le cogen afición. Están casados, pero les parece que si, de vez en cuando, y con una cierta frecuencia, le echan un poco de salsa picante a la vida, aquello funciona mejor, porque pasarse años y años siendo leal al mismo o a la misma es monótono y un poco aburrido.

Y así tienen dos vidas: la seria y la frivoleta. La de una honrada madre de familia, ejecutiva de una multinacional, por un lado, y la de una belle de jour, o de nuit, por otro. O la de un padre amantísimo de su mujer y de sus hijos, y a la vez amantísimo de una pindingui, nombre que, en una deliciosa comedia, Jaime Salom daba a las chicas un poco animadillas.

A esa persona que lleva dos vidas, se le añade otra: la de su trabajo profesional. Su día se complica: es leal a su mujer/marido, pero menos; es leal a la paralela/paralelo, pero no demasiado.

Y siempre me he preguntado: con ese planteamiento, ¿por qué ha de ser leal a su empresa?, ¿qué tiene la empresa que no tenga su marido/mujer?, ¿por qué cuando está con sus amigos/as presume de sus conquistas y no presume de que está fotocopiando documentos de su empresa para pasarlos a la competencia?

Si vivimos una vida, o somos coherentes en nuestro comportamiento por la mañana, por la tarde, por la noche, en el fútbol, en la cama, en la iglesia, en la oficina y en la discoteca, o nos tendrán que llevar pronto a una clínica mental.

¿Puedo fiarme de una persona que ha metido la pata? Por supuesto que sí, porque como todos metemos, de un modo o de otro, la pata, de lo contrario acabaría por no fiarme de nadie.

Pero ¿puedo fiarme de la persona que lleva dos vidas? ¿Puedo decir que es un tema privado y que en lo profesional es de fiar?

Pues mira, majo, que no, que no me fío, porque cuando hablo con esa persona, no sé si hablo con la buenao con laotra.

Y bastante complicada es la vida como para liarme más.

En una entrevista, Risto Mejide le pregunta a Pedro J. Ramírez si podemos confiar en un director de un periódico que engaña a su mujer. Supongo que la pregunta, aunque esperada, no le gusta a Pedro J., que, como tiene muchas tablas, dice sonriente que él ha venido a presentar su libro.

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