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Carta a los Reyes
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Leopoldo Abadía

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Carta a los Reyes

El Rey ha decidido abdicar. Normalidad. Las causas, las que sean. Que lleva 39 años en el puesto, que está cansado, que no acaba de encontrarse

El Rey ha decidido abdicar. Normalidad. Las causas, las que sean. Que lleva 39 años en el puesto, que está cansado, que no acaba de encontrarse bien. Normalidad.

Le conocí hace muchos años, en Zaragoza. Luego vino al IESE, después los antiguos de Harvard cenamos con la Reina y él... Le he visto hacerse mayor, a la vez que me hacía mayor yo. Ha trabajado mucho. Sí, ha trabajado mucho. Y hemos de estar muy agradecidos a su trabajo en estos 39 años. ¿Meteduras de pata? Yo, también. Lo que pasa es que a él se le ve más. Pero, en conjunto, un trabajo de sobresaliente.

Y ahora, se quiere jubilar. Normalidad. Habrá que darle encargos. Porque hay cosas que las hace muy bien y no es cuestión de hacerle una pista de petanca ni de que la Reina le mande todos los días a comprar el pan y el periódico.

Tengo que cambiar el chip en mí cabeza. Cuando oigo hablar de los Reyes, sigo pensando en DonJuan Carlos y DoñaSofía. No me he acostumbrado todavía –ni yo ni nadie– a pensar que mis Reyes, ahora, se llaman Felipe y Letizia, pues eso serán de aquí a unos días.

Y como llevo 39 años con unos Reyes que se llaman Juan Carlos y Sofía, tengo la sensación de que pronto voy a pensar que tengo cuatro Reyes. Dos de verdad (Felipe y Letizia) y dos jubilados (los de siempre).

Estoy ilusionado, porque a esta época ya no le falta nada. Algo le faltará. Las sorpresas son diarias y nunca se puede uno quedar tranquilo.

Los cuatro Reyes tienen mucho trabajo. Los nuevosllegan en un momento en el que las cosas no andan muy finas. He oído decir a alguien que este no era el mejor momento para abdicar.Siempre he pensado que nunca es el mejor momento para tomar una decisión importante. Siempre es mejor esperar, aunque no se sepa a qué. Si Rubalcaba no hubiera dimitido, si Artur Más no hiciera tonterías, si fuéramos los más ricos de Europa, si (¡horror!) no existiese Angela Merkel...ese sería el buen momento. O sea, nunca.

Los plazos serán breves; el Rey se irá y el Rey empezará a reinar. Su padre juró sobre los Evangelios. Felipe VI jurará sobre la Carta Magna. Ya sé que somos un Estado aconfesional, pero los Evangelios no cambian y la Carta Magna lo va a hacer, y, además, dentro de poco. Ya lo largo de la vidahabrá enmiendas a la Constitución. Y no sé si enmienda que haya, nuevo juramento. A mí me gustan los juramentos que son para siempre, no los juramentos para los próximos quince días. Pero si quieren que jure sobre la Carta Magna, pues lo acepto y ya está.

Hace tiempo, cuando los nuevos Reyes eran Príncipes, escribí en algún sitio que tenían el peor empleo de España. Ahora seguirá siendo un empleo difícil, pero más definido. El Príncipe que va a ser rey lo tiene más difícil que el Rey que es Rey. Y si no, que el Rey se lo pregunte a su padre, que de esto sabe un montón.

Será distinto de su padre, por supuesto. Eso es muy bueno. Tendrá cosas de su padre y de su madre. Eso es mejor todavía.

Los antiguosReyes tienen mucho que enseñar a los nuevos. Me gusta que todos se queden en su casa. Porque viviendo cerca, se pueden ir los cuatro a tomar copas –no sé si en la Zarzuela habrá una bodeguilla– y gambas al ajillo, con jersey, tejanos y zapatillas cómodas, y a echar risas y a que los nuevos Reyes les puedan decir a los antiguos que vaya lío esto de ser rey y los antiguosse rían y les digan que para eso llevan (simbólicamente) la corona. Corona que, por cierto, vi que estaba tasada en 1.200 euros, lo que me desilusionó y me recordó a mi amigo Ricardo, haciendo guardia de alférez en un cuartel en Vitoria, con sus cordones de la Milicia Universitaria, su sable, sus botas altas y... su casco de cartón con unas grapas que intentaban ocultar que se estaba rompiendo irremisiblemente.

El antiguo Rey podrá decirle al nuevo que tiene que marcar él los ritmos. Esto lo aprendí recién incorporado al IESE, cuando, como adjunto al director general, que era Antonio Valero, le dije que tenía una llamada urgente. Antonio me miró y me dijo: "Será urgente para él. No para mí".

Digo esto porque veo movimientos de gente que empieza a decir eso de "Majestad, y de lo mío, ¿qué?".

Lo lógico sería que Su Majestad, el rey Felipe, contestase: "De lo tuyo, ná. Déjame que lo piense, que lo hable con Rajoy, que le sugiera, para que él haga lo que decida hacer. Que lo mío es moderar y arbitrar, e intentar que aunque finjan que se odian, vengan a la bodeguillao similar y que allí se pongan de acuerdo y que la gente sepa que no se odian. Y, como no pertenezco a ningún partido (cosa que, si fuese presidente de la República no sucedería), puedo apretar por aquí y aflojar por allí y conseguir que estos merluzos (palabra que no dirá en público, pero sí puede decírsela a la Reina por la noche) dejen de pensar en sí mismos y empiecen a pensar en España, que ya va siendo hora".

Este trabajo, que es agotador, y que a veces le resultará exasperante al nuevo Rey, tiene un inconveniente: que no se ve. Y que, por mucho que mejore la comunicación de la Zarzuela, no se puede contar. Cuando llegue el viernes por la noche y el Rey esté hecho unos zorros y con sensación de haber trabajado en vano, por lo de los merluzos, por favor, Majestad, no se vaya a descansar "en público", aunque se lo haya merecido. Porque la gente puede decir que Su Majestad no ha pegado ni brote y ahora se va a Mallorca a navegar. Quédese en casa. Duerma el sábado hasta las tantas, coja una moto y dese una vuelta por los montes de la Zarzuela; después de comer, siesta larga y por la noche, con la Reina y las Infantas, en casa, peli y pizza. Las Infantas, poco a poco, se irán durmiendo. Y Sus Majestades, también. El domingo, misa, porque, aunque no ha jurado sobre los Evangelios, ustedes son católicos, y pasear, aperitivo, más siesta y el lunes, completamente nuevo, a trabajar. Sí los antiguos Reyes están por aquí, paella en casa de ellos o en la suya, con una condición: no hablar nada de trabajo, decir tonterías, que las niñas hagan sus gracias... Todo ello sin olvidarse de que hay unas hermanas, las infantas Elena y Cristina, que también son hijas. Y si alguna está preocupada, con culpa o sin culpa, a esa, ahora, hay que quererla más.

Y todos pensaremos lo que es verdad: que nuestros Reyes trabajan. Y que, como cualquier hijo de vecino, que, con todo respeto, eso es lo que son, cuando se cansan, descansan, sin necesidad de ir a Sharm el-Sheikh, donde una amiga mía me dijo que se buceaba de película. Porque si eso me lo dice mi amiga, pienso que no se ha enterado todavía de lo que pasa y, si lo hacen mis Reyes, cojo un calentón.

El Rey ha decidido abdicar. Normalidad. Las causas, las que sean. Que lleva 39 años en el puesto, que está cansado, que no acaba de encontrarse bien. Normalidad.

Le conocí hace muchos años, en Zaragoza. Luego vino al IESE, después los antiguos de Harvard cenamos con la Reina y él... Le he visto hacerse mayor, a la vez que me hacía mayor yo. Ha trabajado mucho. Sí, ha trabajado mucho. Y hemos de estar muy agradecidos a su trabajo en estos 39 años. ¿Meteduras de pata? Yo, también. Lo que pasa es que a él se le ve más. Pero, en conjunto, un trabajo de sobresaliente.

Y ahora, se quiere jubilar. Normalidad. Habrá que darle encargos. Porque hay cosas que las hace muy bien y no es cuestión de hacerle una pista de petanca ni de que la Reina le mande todos los días a comprar el pan y el periódico.

Tengo que cambiar el chip en mí cabeza. Cuando oigo hablar de los Reyes, sigo pensando en DonJuan Carlos y DoñaSofía. No me he acostumbrado todavía –ni yo ni nadie– a pensar que mis Reyes, ahora, se llaman Felipe y Letizia, pues eso serán de aquí a unos días.

IESE Angela Merkel