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El consejero se aburre
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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El consejero se aburre

Hace mucho tiempo, publiqué en El Confidencial un artículo sobre el "Consejero gaseoso". Describía allí las cualidades de ese tipo de personas que, cuando llegan a

Hace mucho tiempo, publiqué en El Confidencial un artículo sobre el "Consejero gaseoso". Describía allí las cualidades de ese tipo de personas que, cuando llegan a una reunión, a un consejo en aquel caso, se expanden como el gas, sin dejar de ocupar un sólo resquicio. Saben más que todos los demás consejeros, exponen su amplia experiencia como pavos reales desplegando su cola, ponen cara de sufrimiento cuando hay un dato regular y de alegría desbordante cuando el dato es bueno.

Los demás consejeros le miran atónitos. Algunos, en un alarde de buena voluntad, toman nota de lo que dice. Otros, también llenos de buena voluntad, bostezan disimuladamente y luchan por evitar la caída de los párpados que, desde que se puso a hablar este señor, les pesan terriblemente.

En mis investigaciones sobre los distintos tipos de consejeros, empalmando con el que no puede aguantar al gaseoso y se duerme, he descubierto otro tipo: el consejero que se aburre. Va al consejo por obligación, quizá lee los papeles que le han mandado, pero no los entiende muy bien, se pierde en las discusiones normales que se producen en este tipo de reuniones (suponiendo que aquí no haya consejero gaseoso), mira disimuladamente el reloj varias veces, percibe lo lento que pasa el tiempo y, mientras tanto, va aprobando todo lo que se presenta, porque, como es honrado, supone que si los demás lo aprueban, pues él también, aunque muy bien muy bien, no entiende nada.

Si puede, no se queda a comer con los demás consejeros por miedo a que sigan hablando de los mismos temas. Se va a casa y le dice a su mujer que qué horror, que vaya mañana y que sólo con pensar que tiene consejo dentro de un mes, le entran pampurrias. Su mujer le recuerda lo que cobra, pero, como ya tienen un buen pasar, lo que cobra le deja frío y piensa que está vendiendo su paz interior por cuatro perras. (Realmente, no son cuatro perras, pero al consejero que se aburre, 126.500 euros le parecen poco ante el esfuerzo titánico que tiene que hacer).

Leo que Felipe González deja el consejo de Gas Natural Fenosa. No entiendo nada de gas, pero me parece que este es un momento que puede ser apasionante, por lo del corte de gas de Rusia, que nos puede permitir entrar en Europa por el otro lado y, para cuando Putin y Poroshenko arreglen sus diferencias, les hemos metido un buen bocado. O sea, que se va en el mejor momento, cuando quizá podía empezar a divertirse.

Como habrá que esperar a la siguiente Junta de Accionistas, prevista para comienzos de 2015, aún tiene Felipe tiempo para repensárselo y, si al resto de consejeros les apetece que se quede, que hagan un esfuerzo para que no se aburra. Que le cuenten cotilleos de la Villa y Corte, o de otros lugares, que le dejen hablar de sus cosas, que le pidan que en cada reunión haga un resumen de la situación socio-económico-política, etc. Esto del resumen nos fue muy bien en un consejo hace tiempo en el que estaba un político que no se aburría, aunque sí nos aburría un poco con sus intervenciones, que cada vez eran más largas.

En fin, Felipe, que no sé qué os pasa. Rodrigo Rato dejó el Fondo Monetario Internacional (FMI) porque se aburría; tú te vas de Gas Natural Fenosa porque te aburres. La que no se aburría era Maleni, y se ha tenido que ir.

A Rodrigo le sustituyó Christine, que no se debe aburrir, sonríe y se ha cambiado el look. Tú también te has cambiado el look; Maleni sigue con el de antes.

A la vista de estos puestos que se quedan vacíos, pienso que, si esto me llega a pasar hace 30 años, pongo un anuncio en Expansión: "Se ofrece consejero. Buena formación. Presenta certificados de trabajos anteriores que garantizan que no es gaseoso. Además, otros certificados que aseguran que no se aburre. Además, otros certificados que confirman su buena disposición para trabajar entre consejo y consejo sin reclamar horas extra. Además, otros que indican que en el consejo intenta crear buen clima".

Me ha cogido tarde. Suele ocurrir. Ya lo decía el general Sanjurjo: "Yo necesitaba el sueldo de general cuando era alférez".

Pero, a pesar de eso, a pesar de que nunca seré director general del FMI o vicepresidente del BEI (sobre todo, después de lo que ha dicho Maleni, que "el Gobierno quiere el puesto para otro y está dispuesto a cualquier cosa"), me hace ilusión tener ilusión y pensar que nunca, nunca, cuando me vaya a ir de algún sitio diré al marcharme que me voy porque aquello es muy aburrido.

Hace mucho tiempo, publiqué en El Confidencial un artículo sobre el "Consejero gaseoso". Describía allí las cualidades de ese tipo de personas que, cuando llegan a una reunión, a un consejo en aquel caso, se expanden como el gas, sin dejar de ocupar un sólo resquicio. Saben más que todos los demás consejeros, exponen su amplia experiencia como pavos reales desplegando su cola, ponen cara de sufrimiento cuando hay un dato regular y de alegría desbordante cuando el dato es bueno.

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