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Pues yo les abrazaría
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Pues yo les abrazaría

No admito la existencia de castas. Creo que la casta está formada por muchos individuos, responsables cada uno de sus propios actos.Cuando yo era chaval, mi

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

No admito la existencia de castas. Creo que la casta está formada por muchos individuos, responsables cada uno de sus propios actos.

Cuando yo era chaval, mi padre me dio un consejo: “Hijo, no te metas nunca en política”. Y no me metí.

Pero imaginaos que yo, desoyendo el consejo de mi padre, a mis 81 años, decido meterme en política. (Para esto hace falta mucha imaginación, pero haced un esfuerzo, por favor.) Por tanto, desde mañana a primera hora, pertenezco a la casta política. Como la casta está podrida, me pudro inmediatamente.

Pues no es verdad. Porque la responsabilidad es mía. Ya lo dijo Felipe Valdés Leal en una ranchera: “Tú, solo tú”. Tú eres el responsable de lo que te pase o de lo que hagas. ¿Te metiste en política, fuiste un sinvergüenza y te asociaste con otros impresentables? Eso no es casta. Eso es asociación para delinquir.

Hablando de castas, supongo que a Pablito le preocupa también otra: la financiera. Hace unos años, mis amigos financieros presumían de que trabajaban en una entidad de esas.

Hoy lo dicen en voz baja. Ha habido unos cuantos que han sido pillados con las manos en la podredumbre. Pero como conozco financieros honrados, vuelvo a insistir en que la casta es la suma de muchos individuos, y deduzco que, si hay muchos impresentables, la profesión coge mala fama, que es lo que está sucediendo ahora, y los decentes se ponen colorados cuando le dicen a la chica que les gusta y con la que empiezan a salir que trabajan en tal banco.

A mí me horroriza todo lo que suene a odio. Lo he repetido tantas veces que se ha convertido en una manía. Pues me alegro mucho de ser un maniático. Porque los que se dedican a sembrar odio son unos desgraciaos.

Por eso, no admito la existencia de la “casta” ni odio a la “casta” porque no existe. Existen unos cuantos desvergonzados -muchos, muchísimos- que, individualmente, han decidido actuar canallescamente. Y no les odio. Me dan pena.

Y por cierto, Pablito, yo les abrazaría a todos. A los que se portan mal y a los que se portan bien. A los que piensan como yo y a los que no piensan como yo. A todos. Porque si solo me dedico a abrazar a los que piensan y actúan como yo, acabaré dándome besos en el espejo.

Pablito, con todo mi cariño y antes del abrazo: me pareces el rey de lo obvio. ¿Qué no te gusta la inmoralidad? ¡Hombre, claro! ¿Que lo de las puertas giratorias te parece un ejercicio brillante de caradurismo? ¡Por supuesto!

Pero, no sé por qué, tengo la sensación de que ahí te acabas.

Y una vez que te has acabado, pones unas cuantas cosas para redondear lo obvio.

¿Te votarán? Quizá sí. No sé cuántos. ¿Construirás algo? Lo dudo, o sea, estoy seguro de que no. Porque cuando se te acabe lo obvio y te metas en harina, se te van a ver los palos del sombrajo (los que luego se caen).

Estamos en Europa. ¿Que no te gusta? Tampoco me gusta a mí que este invierno sea cálido y me aguanto. ¿Que manda Merkel? (Ahora, como estamos en la época semántica, no se dice que manda. Se dice que lidera.) Pues eso, ¿que no te gusta que Merkel lidere, o sea, que Europa y que, como somos uno de los Estados que un día seremos los Estados Unidos de Europa haya que obedecer a Europa, que yo traduzco como obedecer a Merkel? Es una pena, pero la realidad en la que estamos trabajando todos estas últimas décadas es así.

Pablito, hace más de 50 años quisimos ser europeos. (No digo que lo pidió el Ministro de Asuntos Exteriores de Franco, para que no te entre el telele). Tú no habías nacido, pero hubo gente, en España y fuera de España, que pensó y trabajó honradamente antes que tú. (Sí, sí, yo les vi. Y con alguno hablé.). Y llegaron a unas conclusiones. Y otros siguieron su trabajo. Y otros. Y otros. Y no es serio -es ridículo- que tú, en 2014, inventes la rueda, porque, en confianza, ya está inventada.

Ya sé que lo del aborto libre para todos, hombres, mujeres, gays, lebianas, bisexuales, transexuales e intersexuales, suena muy bien. A quien le suene bien. Porque me parece que habrá muchos de esos que he citado, desde los primeros a los últimos, a quien les parecerá una aberración. Por supuesto, se pagaría con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, que para eso están, para que me paguen todos mis caprichicos, que a mí lo de abortar me gusta mucho.

La propuesta de una renta básica para todos los ciudadanos por el mero hecho de serlo me encanta, porque a los 70 que constituimos el núcleo central de nuestra familia nos haría mucha ilusión esperar que llegase el día 30 del mes para recibir la transferencia, que yo pediría que fuera a mi nombre y después, ya repartiría. Transferencia que será única, porque si ha de alcanzar a los 46.507.760 ciudadanos, con cargo, otra vez, a los PGE, se acabará el dinero en la primera remesa. (Menos mal que, según leo, ha disminuido el número de españoles, porque si no, no me llegaba ni la primera).

El artículo 135 de la Constitución, que habla de la obligatoriedad de cumplir el déficit, fuera. ¿Para qué queremos las máquinas de la Fábrica de Moneda? Para ponerles aceite, enchufarlas y hala, a echar dinero. Supongo que serán pesetas o reales de vellón, porque igual no nos dejan fabricar euros. Para darle un nombre un poco técnico, el equipo de Pablito (él solo se centra en lo obvio) ha decidido que eso se llamará “Apoyo a la financiación pública de los Estados a través de la compra directa de deuda pública en el mercado primario sin limitaciones”. (He subrayado sin limitaciones porque ahí caben los abortos, el sueldo por ser ciudadano y todo lo que quieras.)

Seguimos con el “todo lo que quieras”. Ahora, hay que nacionalizar. Telecomunicaciones, energía, alimentación, transporte, sector sanitario, farmacéutico y educativo. Pagarán lo que tengan que pagar a los dueños (para eso tendrán tanto dinero) y cambiarán a los actuales responsables por otros, mucho mejores, mucho más honrados y mucho más listos.

Lo de la muerte digna no me acaba de convencer, porque, a mis 81 años, como alguien del equipo que mande decida que tengo derecho a la muerte digna, igual otro lo malinterpreta y dice que tengo, no solo derecho, sino obligación de morirme dignamente. Y a mí me gustaría morirme cuando se me acabe la cuerda, no cuando me la acaben. Ya intentaré poner yo la dignidad.

Pero lo que más me gusta es lo de no pagar las deudas. El truco, fenomenal. Se dice: “Lo siento, mi deuda con usted es ilegítima” y nos ahorramos unos euros.

Pablito, lo obvio. Céntrate en eso. Habla de las castas, aunque yo te diga que no existen.

Porque eso te sale bien, pero cuando intentas pensar en serio, lo estropeas. Me da la impresión de que “piensas fuera del tiesto”. (Se lo oí a Les Luthiers. No sé si lo inventaron ellos. En cualquier caso, me parece una frase muy acertada.).

Tú, a lo tuyo. A decir frases sonoras. A ir a la tele. A presentar libros. Pero no te salgas de lo obvio, que en lo otro patinas. Mucho. Y se te ve.

P.S.

1. Escribo este artículo el día de Navidad. Al acabar, lo repaso y veo que no me ha salido nada navideño. Que lo podía haber escrito en julio.

2. Y que he dejado aparte el acontecimiento más grande de la Historia, el que la divide en dos: antes de Cristo y después de Cristo.

3. O sea, que se me ha olvidado lo más importante: felicitar a todos las Navidades.

4. Como nunca es tarde, felicito de corazón a todos y abrazo de corazón a todos.

5. Otra cosa: me entusiasmó el discurso de Nochebuena del Rey. El discurso nuevo del nuevo Rey. El contenido fue muy bueno y muy concreto (regeneración, economía, paro y Cataluña) y lo hizo muy bien.

6. Y le agradecí que pusiera unas figuritas del belén que tiene desde pequeño. Fue un detalle, Majestad. Gracias.

No admito la existencia de castas. Creo que la casta está formada por muchos individuos, responsables cada uno de sus propios actos.