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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Para Elisa

Mi amiga Elisa (nombre ficticio) ha comprado mi libro. Se lo agradezco, porque, como todo en la vida, los libros se venden así: de uno en

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Hace tiempo escribí otro libro, La hora de los sensatos,donde me metía en ese tema.

Allí decía que, cuando me encuentro por la calle con personas que me hacen preguntas, nadie empieza diciendo:“Buenas, yo soy de derechas, yo soy de izquierdas, yo…”.No. Suelen decir cosas tales como cuándo se acabará esto,si es verdad que todo está ya arreglado, que por qué hay tanto paro todavía, que si todos los políticos son unos cretinos… Cosas así.

Como ahora he aprendido a decir frases extrañas, que procuro utilizar lo menos posible para que la gente no piense que me he convertido alconfusionismo, digo en voz baja que latransversalidadse está extendiendo. O sea, que hay personas que antes eran de derechas y otras que eran de izquierdas y que, ahora, en algunos temas, piensan lo mismo. Como si la derecha se hubiera izquierdizado y la izquierda, derechizado.

Mi amigo de San Quirico, hombre sensato, modelo de personacom cal, o sea, como hay que ser, me suele decir que cuando oye hablar de la extrema derecha, la derecha,laderechona, el centro-derecha, el centro-izquierda, el socialismo marxista, el no marxista, la socialdemocracia, la democracia cristiana, la no cristiana, y así, se plantea:“¿No será que cada uno pensamos como queremos y hay quien se empeña en hacernos pasar por el aro, poniéndole a ese aro un nombre pretendidamente sofisticado?”.

Me animo y le digo que no admito una visión reduccionista de la persona, porque, gracias a Dios, la persona –cualquier persona– es algo riquísimo, que no puede encerrarse en un cajoncito con una etiqueta que diga“de derechas”, “deizquierdas”, “más o menos”,etc.

Después, achuchado por el correo de mi amiga Elisa, me pongo delante del espejo en mi casa de San Quirico y me pregunto:“Leopoldo, tú, ¿qué piensas? ¿de qué eres?”.

En las tertulias, cuando no me interesa entrar al trapo de alguna pregunta incómoda(“usted, ¿es del Madrid o del Barcelona?”)digo que soy del Zaragoza, con lo cual me hago simpático a la gente, que piensa que ahora el Zaragoza es inofensivo.

Pero, una vez que lo del Zaragoza ha quedado claro, la pregunta seria sigue sin contestar:“Yo, ¿de qué soy?”

Paco era un amigo mío, de izquierdas, según decía. Yo era de derechas, según decía yo. Un día, Paco me preguntó qué opinaba de algunos temas. Cuando le contesté, me dijo:“¡Pero si tú eres de izquierdas!”

Han pasado bastantes años y sigo acordándome de aquella conversación, porque yo,como señor de derechas convertido por Paco en señor de izquierdas, no me imaginaba a mí mismo acompañándole en un Seat 600 lleno de hojas revolucionarias y sin aire acondicionado, con intenciones de derrocar aFranco.

No recuerdo bien las preguntas que me hizo, pero las he reconstruido, más o menos, y creo que me preguntó qué pensaba sobre la persona, sobre la sociedad, el bien común, la política, la economía, la empresa, la sociedad civil…

El mundo está lleno de personas. Por eso es fundamental el concepto que yo tenga de lo que es UNA persona.Porque si ese concepto es acertado, mi discurrir será acertado y si no es acertado, mi discurrir no será discurrir. Por ejemplo, cuando alguien me dice que hay que repartir el mismo número de horas de trabajo entre varias personas, pudiéndolo hacer una sola, porque así habrá trabajo para todos, me parece que ese alguien considera a la persona como una simple unidad de producción, que no aporta a su trabajo más que eso: la producción.

O sea, yo hago siete mil tornillos al día. Los hago, según esa doctrina, sin pensar nada. Mi jefe llama a otro y reparte. A partir de ahora haremos tres mil quinientos por cabeza.Realmente, por cabeza, no, porque las unidades de producción ni piensan ni sienten nina.Producen.

Eso no es verdad, porque esas“unidades de producción”discurren, se enamoran, se ríen con sus amigos en el bar, y alguno, hasta pasa alguna vez por una iglesia y entra a rezar, no con mucha frecuencia, pero entra y está un rato ante la imagen de la Virgen de su pueblo y, en ocasiones, se le escapa una lagrimica. Porque es una persona. Y el mundo está lleno de personas, cada una con sus cosas, y con sus derechos. Y con sus obligaciones. Estos chicos tan majos que ahora están estudiando los derechos de los grandes simios, que por muy grandes que sean no dejan de ser simios, tendrían que estudiar también sus obligaciones, porque si no, yo pido el paso a simio. Grande, si es posible.

La sociedad está formada por muchas personas, cada una con suscosas. Poreso, cuando un político, del bando que sea, sube al estrado en un mitin al que van sus amigos, porque de los otros no va ni uno, no debería pensar:“¡Cuánta gente!”,sino“¡cuántas personas!”.A otro nivel, a mí eso me pasa en las conferencias, cuando me ponen unos focos muy potentes, que hacen que no vea a nade. Y a mí, hablar a una masa escondida detrás de los focos no me gusta nada. Y cuando se apagan los focos y veo que no hay masa, sino personas, me hace mucha ilusión.

Lo de persona y masa es muy serio. Me parece que unatentación de los políticos es jugar con y manipular a las masas, y por eso, les gustan tanto las encuestas.

Elisa, si has sido capazde leer hasta aquí, debesestar preguntándote de qué voy. Te lo intento resumir y luego tú sacas las conclusiones.

Quiero respetar a las personas. A cada una de ellas. Sean de la clase social que sean, sean de derechas, de izquierdas o de un lado. Tengan los estudios que tengan.

Quiero distinguir entre sociedad –conjunto de personas que piensan– y masa –conjunto de ceporros que no piensan–. Y a los que también quiero respetar, por lo que acabo de decir. Les respetaré intentando que pasen de ceporros a personas.

Quiero el bien de cada persona. Para que esto no quede en una frase bonita y tontita, que haga que todos digan¡y yo también!y se vayan inmediatamente a fastidiar al prójimo, lo intento concretar.

Para mí luchar por el bien de una persona es intentar hacer todo lo que pueda para que esa persona sea eso:persona.

Ejemplos, copiados de mi libro sobre los sensatos, adornados un poco paraque no sean una mera copia:

  1. Si yo sé que es un bien para una persona que sepa leer y escribir, le enseñaré.
  2. Si sé que es un bien que se alimente dignamente, le alimentaré.
  3. Si sé que es mejor enseñarle a pescar que darle un pescado –frase viejísima– lo haré.
  4. Si está enfermo, iré a verle.
  5. Si está solo, iré a hacerle compañía.
  6. Si es su santo, le felicitaré.
  7. Si sé que es bueno que esa persona tenga libertad, haré todo lo posible para que la tenga y todo lo posible para evitar que cualquierdictadorcetedemocrático son los peores le vaya poniendo trabas en su vida, bajo el pretexto de que así le protege.
  8. Si sé que es bueno que los niños nazcan, no haré el más mínimo caso a un politiquillo que diga, como dijo alguno, que“negarse a interrumpir embarazos es desobediencia civil”.Y desobedeceré civilizadamente, porque, como dices, Elisa, en tu correo, soy“una persona involucrada con el sufrimiento ajeno”.En este caso, el del pobre desgraciado al que abortan y tiran a la basura.
  9. Y me opondré al divorcio y rechazaré la eutanasia.

Me vuelvo a mirar al espejo. ¿Por qué dice Elisa que soy de derechas, si no lo soy? ¿Por qué dijo mi amigo Paco que soy de izquierdas, si no lo soy? ¿Será que Elisa y Paco no se han dado cuenta de que la persona es mucho más que el nombre que unos mozos le quieren poner? ¿Por qué el que se compadece del prójimo, el que intenta que los beneficios de una empresa se repartan bien, el que quiere a sus amigos, el que intenta ser honrado es de izquierdas y progresista y en cuanto le repugna el aborto se vuelve de derechas y conservador?

P.S.

Hace tiempo escribí otro libro, La hora de los sensatos,donde me metía en ese tema.

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