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El coste de la profundización
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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El coste de la profundización

Oigo poco la radio y veo poco la tele. Pero cuando vuelvo de Barcelona a San Quirico, de noche, a última hora, de noche, con la sensación

Oigo poco la radio y veo poco la tele. Pero cuando vuelvo de Barcelona a SanQuirico, de noche, a última hora, de noche, con la sensación de que ya he hecho todolo que tenía que hacer durante el día, pongo la radio. Con frecuencia entroen alguna tertulia, y algunas veces, me quedo allí. Como estoy un pococansado, no me interesan las conversaciones profundas, de tertulianos,serios, que dicen cosas muy importantes siempre, lo que supongo que es muydifícil y les hace estar continuamente en tensión. Para colmo, las tertulias resultantremendamente aburridas para el que habla y para los que tienen la desgraciade escucharle.

Un nieto mío, muy majo, que estudia periodismo, está haciendo prácticas enuna cadena. Le encanta el periodismo deportivo. Me meto con él, diciéndole que las tertulias deportivas son un ejercicio de profundización infinitasobre nada. Un casi-agarrón en el área o, quizás, ligeramente fuera del área,puede dar lugar a 20 minutos de discusión, que se acaba porque hay que darpaso al diario de las 10 de la noche -las 9 en Canarias-. En los 20 segundosfinales, el presentador afirma que lo que ha dicho es opinión personal suya ylo que han dicho los otros, también, porque estamos en un país democráticodonde la libertad de expresión es sagrada porque los padres fundadores laincluyeron en la Constitución de Estados Unidos. En los ultimísimos cincosegundos, remata, diciendo que mañana continuaremos, con más temas apasionantes.

Con todo este lío, me he quedado sin enterarme si el medio agarrón fuepenalti o no lo fue, aunque el árbitro no lo pitó, condicionado sin duda porel miedo escénico que producen 100.000 personas metiéndose con tu familiamás próxima.Mi nieto, a quien le gusta mucho esto, que en el futuro puede ser su profesión, se me quita de encima con una sonrisa: "no espara tanto,abuelo".

Hablando de profundización infinita sobre nada, llego al diario de las 10 de la noche. Eso es ir de Guatemala a Guatepeor. Porque hablan estos chicos que han encontrado su modo de vivir en lo que ellos llaman "la política", y cuando uno encuentra su modo de vivir, lo defiende a capa y espada.

Hace poco oí a alguien decir que este era el momento de la política. No sé si lo dijo así. Pero entendí que oponía la política a lo que, con desprecio, él llamaba la "tecnocracia". Como cada vez que he defendido llevar bien las cuentas de un país como se llevan las de una empresa o las de una familia, alguien, con cara displicente, me ha dicho que, por favor, D. Leopoldo, cállese, que de esto, usted no sabe nada, me he callado, porque lo de no saber nada es la pura verdad, pero la procesión ha seguido por dentro.

Ya no digo lo de la tecnocracia. Ahora, simplemente, cuando oigo hablar a estos mozos, que juguetean con sus partidos (políticos) como mi nieto y los otros periodistas deportivos juegan con los otros partidos (de fútbol), siempre me hago una pregunta: "¿quién paga esto?". En el caso de los periodistas deportivos, incluso mi nieto, les pagan las empresas donde trabajan, que supongo que satisfacen a una audiencia. Incluso me satisfacen a mí, porque mucho criticarles, pero les escucho y me trago la publicidad.

El jugueteo político consiste en soltar unos discursos cuyos trozos (son trozos, no partes) más significativos los recogen las televisiones. Discursos que acaban con grandes aplausos de todos, incluso los que han sido fumigados, que, a veces, reciben un beso de solidaridad. (Me parece que se dice así).

Y uno, tecnócrata del alma, avanza en su razonamiento y, a la pregunta de quién paga esto, se contesta que los afiliados a ese partido. Pero luego se entera de que ese partido también cobra de los Presupuestos Generales del Estado, y cambia la pregunta: "¿cuánto me estará costando esto aMÍ?"

Prácticamente, todo el mundo me cae bien. E intento pensar bien de todo el mundo. A veces me cuesta, porque no me dan facilidades, pero lo intento.

Como consecuencia, en el caso de los políticos, quiero pensar que, como son políticos y no tecnócratas porque la tecnocracia es un auténtico asco, piensan que lo de los euros es algo en lo que no vale la pena ensuciarse las manos. Que ellos van a salvar España, no se sabe de qué, pero a salvarla, y que, por supuesto, como los euros son algo secundario, ya habrá alguien que se los proporcionará. Si ese alguien, además, es Europa, podemos insultarle tranquilamente y amenazarle con que si no suelta el dinero YA, nos vamos del euro y allá ustedes, porque no pienso pagarles nada de lo que les debo. En el caso de las Autonomías, siga mandándome los euros para pagar las nóminas (entre otras, la mía, dice el amenazante), mientras preparo el discurso que voy a soltar mañana, en el que le llamaré "adversario" y otras cosas peores, pero, por favor, que el dinero llegue puntual.

En España este jueguecillo se repite bastantes veces a bastantes niveles de la Administración Pública. Cada uno de estos niveles requiere un número indeterminado, pero bastante elevado, de políticos no tecnócratas. Por eso, cuando aparece alguien recordando que gastamos más de lo que ingresamos y que nos endeudamos mucho porque si no, no llegamos a fin de mes, le dicen que de qué va y que usted no es político, usted es tecnócrata.

En estas ando cuando, de repente, en un periódico de una ciudad relativamente importante, leo dos noticias: que en esa ciudad hay personas que pasan hambre y, unas páginas después, que van a hacer unas obras muy bonitas, ensanchando o estrechando, no sé, unas aceras, porque, si las ensanchan, será una gozada para el que tiene hambre, que podrá pasear por allí, y, si las estrechan, será una gozada para esa misma persona porque podrá ir en su coche por ahí. No sé de dónde sacará el coche. Seguramente no lo sé porque no soy político, sino un simple tecnócrata que no hace más que pensar en cuántos euros cuestan las cosas.

Como cuando pienso en una cosa la cabeza se me va a otra, me doy cuenta de que no me importan los euros, sino las prioridades. En esa ciudad en concreto, la prioridad son las aceras, no los que pasan hambre. En Europa, cuando destruimos excedentes de producción, la prioridad no son claramente los que pasan hambre a 3 horas de avión hacia abajo en el mapa. Y así, de prioridad mal puesta en prioridad mal puesta, vamos avanzando. No sé en qué dirección. Bueno, sí que lo sé.

Y el tecnócrata, cuyo único pecado es intentar poner euros debajo de cada caprichico de cada politiquico (¡vaya palabro que me ha salido!), se avergüenza de lo que ha dicho y hasta se avergüenza de haberlo pensado, pero, cuando llega a casa, le dice a su mujer: "pues a mi abuela, así, le salían las cuentas".

Luego añade: "¡mira que si soy nieto de una tecnócrata!

En mi caso, eso explicaría muchos rasgos de mi carácter.

P. S.

1. Frecuentemente, cuando hablas de hambre y de prioridades puestas al tun tun, algunos te dicen: "usted es un demagogo".

2. Por el tono que emplean, da la impresión de que "demagogo" es peor que "tecnócrata".

3. Como consecuencia, ser "tecnócrata demagogo", debe ser lo peor de lo peor.

4. Perdón.

Oigo poco la radio y veo poco la tele. Pero cuando vuelvo de Barcelona a SanQuirico, de noche, a última hora, de noche, con la sensación de que ya he hecho todolo que tenía que hacer durante el día, pongo la radio. Con frecuencia entroen alguna tertulia, y algunas veces, me quedo allí. Como estoy un pococansado, no me interesan las conversaciones profundas, de tertulianos,serios, que dicen cosas muy importantes siempre, lo que supongo que es muydifícil y les hace estar continuamente en tensión. Para colmo, las tertulias resultantremendamente aburridas para el que habla y para los que tienen la desgraciade escucharle.

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