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Leopoldo Abadía

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La faramalla

Estamos en plena faramalla, rodeados de cosas de mucha apariencia y ninguna entidad, de declaraciones que parecen charlas artificiosas encaminadas a engañar o a hacer reír al personal

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)

Tengo un amigo que, como pasa con una cierta frecuencia, está metido en varios frentes de lucha. Alguno, de bastante importancia. Tenemos pendiente una comida. Le ofrezco una fecha y me contesta que lo siente mucho, pero que está en plena faramalla.

Como mi amigo es muy culto, supongo que mi ignorancia sobre el significado de la palabra faramalla no es más que una nueva prueba de mi poca cultura. Voy al diccionario y encuentro que faramalla es “charla artificiosa encaminada a engañar” y “cosa de mucha apariencia y poca entidad”. En este último significado, el diccionario dice que es lo mismo que farfolla, palabra que sí conocía y había utilizado unas cuantas veces.

El correo de mi amigo ha llegado en el momento oportuno, cuando estamos en plena faramalla, rodeados –empapados, sería más adecuado– de cosas de mucha apariencia y ninguna entidad, de decisiones faramallescas y de declaraciones que parecen charlas artificiosas encaminadas a engañar o a cumplir un fin social: hacer reír al personal. Fin social que siempre es de agradecer, porque, cuando se encuentra una perla de estas entre páginas y páginas de porquería, se agradece como si fuera un soplo de aire fresco.

Mariano, que se apuntó a un partido en el que la faramalla crece como las hiedras, agarrándose a todo lo que le rodea, poniendo la cara de inocencia que ponen algunos futbolistas cuando le han segado la hierba al del otro equipo y no le han segado el tobillo porque les ha fallado la puntería en el último momento, Mariano, digo, se reunió con los miembros del Foro Puente Aéreo y se comprometió con ellos a dar la batalla “del PIB y del sentido común”.

Entusiasmado por el albariño que tomaron en la comida, según dice la noticia que he leído, remachó: el PP ganará las elecciones “Con sentido común”.

Si Mariano tiene razón y el que gane las elecciones lo va a hacer por sentido común y la unidad de medida del sentido común va a ser el PP, empate a cero

Cuando leo estas cosas mientras desayuno con mi mujer –cada uno con su iPad, leyéndolo a distinta velocidad, porque ella se fija en unas cosas y yo en otras (en las esquelas nos fijamos los dos)–, de vez en cuando se me escapa una interjección, que, como en mi casa siempre ha habido la norma de que, delante de la madre, no se sueltan tacos, no pasa de interjección, o sea, de ser “un enunciado exclamativo”, que no tiene por qué ofender o molestar a nadie. En este caso, mi interjección ha sido: “¡Ya sé el resultado de las elecciones generales!”. Mi mujer me ha mirado con esa cara que pone cuando digo alguna tontería y he tenido que aclarar: “Ya lo sé. Empate a cero total”. Todos los partidos, a cero. Porque si Mariano tiene razón y el que gane las elecciones lo va a hacer por sentido común y la unidad de medida del sentido común va a ser el PP, empate a cero. Y no digo “a cero patatero” para que nadie piense que copio a un señor que salió por la tele el otro día. O sea, de aquí a las elecciones, partido aburridísimo, como cuando el Zaragoza empató con el Recreativo de Huelva en la primera jornada de la Liga de 2ª división.

Lo del pobre Rodrigo Rato es la ceremonia de la confusión. (Por favor, que nadie me diga eso de “sí, sí, pobre”. Que ya lo he oído muchas veces. Repito: pobre. Como pobre Jordi Pujol. Como pobres muchos otros. Pobres). (Y por cierto, con Rodrigo voy a seguir la misma política que con Jordi: no me meteré nunca con él, porque es muy fácil y muy corajoso –“animoso, esforzado, valeroso”– hacer leña del árbol caído cuando el árbol se ha caído, olvidándose de lo bien que muchos estaban a su sombra cuando estaba tieso).

Mientras tanto, Alexis sigue obedeciendo espectacular y religiosamente a Ángela, animado, sin duda, por el artículo que Pablo ha escrito sobre él en Time. (Esta revista americana, que es otra de mis fuentes de inspiración, ha tenido el detalle de incluir a Alexis en la lista de los 100 personajes más influyentes del mundo, en el apartado “Líderes”. Menos mal que está unas cuantas páginas más atrás que Ángela.)

En su lucha por copiar a Mariano en lo del sentido común, Pablo afirma que “hoy (Alexis) es un jefe de Gobierno responsable que ha impresionado a Europa con habilidades de negociador que combinan sabiduría y principios”.

Hay que aclarar que Pablo no estaba en el almuerzo del Foro Puente Aéreo, por lo que esta afirmación no se puede achacar a que se le fue la mano en el albariño o que, distraído por lo interesante de la conversación, lo mezcló con un rioja crianza que también sirvieron.

En el debate de que hablé la semana pasada, discutimos quién ganaría las generales. Yo no sé quién las ganará. Pero sí sé lo que hará. Obedecer

Estamos admirados de la cantidad de millones de euros que tenían los españoles en el extranjero. Pero si la economía sumergida se calcula en un 25% del PIB (Celestino Corbacho dixit, Elena Salgado dixit y muchos otros dixerunt), y el PIB es de un billón de euros, resulta que salen 250.000 millones más negros que Judas. Ahora hemos encontrado algo así como la mitad de esa cantidad y todos nos rasgamos las vestiduras. Pero hombre, si ya lo sabíamos. Ya sabíamos que la amnistía –palabra que viene del griego y que quiere decir que donde había delito ya no hay delito– tenía por objeto traer todo ese dinero a España, que aquí nos vendría bien que estuviera, porque quizá esos mozos, los del dinero, lo pondrían en sus empresas y las empresas irían bien y crearían puestos de trabajo.

O quizá, llenos de fe en el sistema bancario, lo ingresarían en entidades financieras y estas se lo prestarían a empresas y las empresas contratarían personas.

Y, a cambio, el Gobierno les dice: “Paga el 10 % y ya está”.

Pero ahora, con el lío de Rodrigo y los descubrimientos de lo malos que son los amnistiados, me parece que va a ser más difícil animar al que tenga unos milloncicos fuera a que los traiga, aunque solo sea para evitar lo que se llama “la pena del telediario”, cuando te sacan sin corbata, con mala cara, como es natural, te ponen la mano sobre la cabeza al entrar en el coche y anuncian que te detienen, cuando lo correcto es decir que te retienen.

(Cuando hablo de lo que le está pasando a este señor, no me refiero, por supuesto, a la salida a bolsa de Bankia ni a las tarjetas 'black'. Eso es harina de otro costal.)

Sentido común. ¡Menudo trabajo, Mariano, para unos pocos meses! Porque la falta de sentido común viene de lejos. Llevamos años aguantando sinsorgueces. No sé si vas a tener tiempo, pero por lo menos, inténtalo.

Luego te comprometes a lo del sentido común y puedes tener un disgusto cuando, en un mitin, alguien se levante y te lo recuerde. Y no sepas qué decir

Empate a cero. Todos iguales. No es verdad eso de “y tú, más”. No. Todos iguales. En el debate del que hablé la semana pasada, discutimos quién ganaría las elecciones generales. Yo no sé quién las ganará. Pero sí sé lo que hará. Obedecer.

A mí me parece que se obedece “hacia fuera”, mientras que el sentido común se aplica “hacia dentro”. O sea, en el caso de Mariano, de Pedro, del que manda en CiU, que no sé muy bien quién es, porque unos se quieren ir a Ítaca y a otros no les gusta esa isla; de Pablo, de Albert y de los demás, se empieza por el propio partido. Primera pregunta: “Mi partido, ¿es una jaula de grillos?”. Segunda: “¿Quiénes son los grillos?”. Y así, hasta concretar, uno por uno, qué grillo sobra y qué grillo no sobra, aunque moleste, porque dice cosas que pueden no gustar, pero que tienen sentido común.

¡Menudo trabajo, Mariano! ¡No sabes lo que has dicho mientras comías espárragos, medallones de bacalao con pisto y un suflé, que tampoco es como para echar cohetes!

Y todo lo tienes que conseguir en pocos meses. No pierdas el tiempo con viajes. A los que te convoque Ángela, a todos. A los demás, cuantos menos, mejor. Si son fuera, que vaya Margallo. Si son en España, a algún ministro le apetecerá ir.

Comidas, pocas. Bebidas, menos. Que luego te comprometes a lo del sentido común y puedes tener un disgusto cuando, en un mitin, alguien se levante y te lo recuerde. Y no sepas qué decir, te pongas rojo y tartamudees.

P.S.

Le mando este artículo a mi amigo de San Quirico. Me contesta:

“Te dije –y no sé si lo publicaste– que, en esta vida, hay que hacer seis cosas: escuchar, callar, trabajar, aprender, no malgastar, ser honrado”.

Este, al final, siempre tiene la última palabra.

Tengo un amigo que, como pasa con una cierta frecuencia, está metido en varios frentes de lucha. Alguno, de bastante importancia. Tenemos pendiente una comida. Le ofrezco una fecha y me contesta que lo siente mucho, pero que está en plena faramalla.

Mariano Rajoy Rodrigo Rato Economía sumergida