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Leopoldo Abadía

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Carpe Diem

El optimismo consiste en luchar con uñas y dientes en una situación concreta. Y situaciones concretas perfectas no han existido nunca

Foto: Varios ciudadanos aplauden durante un mitin político. (Reuters)
Varios ciudadanos aplauden durante un mitin político. (Reuters)

Di hace poco una conferencia en Funermostra, en Valencia. Nunca me había ocupado del sector funerario. Pensaba que era una actividad con clientela asegurada y sin necesidad de innovación. Sí me había llamado la atención que una funeraria ofrecía vestir al difunto con un traje de Toni Miró, pero me había parecido una simple ocurrencia. Pues no. Como toda empresa que quiere sobrevivir, los que se dedican a este negocio son personas que le dan muchas vueltas a la cabeza, presentando innovaciones que yo no me habría imaginado nunca.

Una de las empresas había colgado en una pared unas hojas grandes de papel con el fin de que los visitantes fueran escribiendo un poema con el título Carpe diem, locución latina de la que el diccionario de la RAE dice que es una “exhortación a aprovechar el presente ante la constancia de la fugacidad del tiempo”. Me pidieron que escribiera algo y lo escribí.

Después de mi colaboración en el poema, he dado alguna vuelta que otra al carpe diem, porque pienso que, en un plazo no excesivamente largo, puedo ser cliente de una empresa de las que estaban representadas en la Muestra. Ya sé que estoy muy bien y he oído muchas veces lo de “Leopoldo, ¡qué bien te conservas!”. Todo eso ya lo sé, pero también sé que aquí no se queda nadie. (Por cierto, con todo el respeto hacia el trabajo de innovación de mis amigos del sector funerario, mi familia ya sabe que, en mi caso, de innovaciones, nada. Yo siempre he sido muy tradicional.)

Sigo con las vueltas al carpe diem. Y, vuelta a vuelta, voy recordando aquello de “comamos y bebamos, que mañana moriremos”. Si lo dice una persona, me parece una tontada. Me parecería normal si lo hubiera dicho mi perro Helmut, que ya se murió y cuya vida era eso, comer y beber, y dormir, aunque de vez en cuando tenía detallicos -lamernos la mano, ladrar de alegría, callarse si nos veía preocupados-, que hacían que mi mujer le dijera que era una buena persona. Pero pienso que yo era más que Helmut y, por eso, lo de comer y beber deprisa, que esto se acaba, no me acaba de convencer.

En el futuro, Mariano, Pedro, Albert, Pablo, Artur, Susana, etc... Serán sólo unas figuras desvaídas que quizá aparecerán en algún libro de texto

Lo del “comamos y bebamos” se puede decir de maneras distintas: “¡que me quiten lo bailao!” o “aprovéchate hoy, fórrate hoy, que la vida es breve y no sabes si llegará mañana”.

Y pienso que, según lo que se incluya en la palabra “aprovéchate”, lo del carpe diem es una preciosidad o una solemne estupidez. Lo del bailao me suena a egoísmo pobretón y barato. (Como todos los egoísmos.)

Ya he dicho antes que lo de que todos nos morimos es verdad. Ahora se habla poco de la muerte. Se dicen esas frases, “desde que falta don Fulano”, “cuando nos dejó don Mengano”. Mirad: aquí nadie falta y nadie nos deja. Sencillamente, todos se mueren. Todos.

Eso quiere decir que el 12 de junio de 2115, o sea, de aquí a 100 años, todos nos habremos muerto. Y, peor aún, nadie se acordará de nosotros, con lo majos, listos e influyentes que somos. Nada. Nadie.

Mariano, Pedro, Albert, Pablo, Artur, Josep Antoni, Susana, etc., serán unas figuras desvaídas que quizá aparecerán en algún libro de texto, si es que antes no se los han llevado por delante las 20 o 30 reformas universitarias que se habrán hecho de aquí a esa fecha.

Estando así las cosas, se puede producir una tentación, cuando uno se fija en “la fugacidad de la vida”: que diga en voz alta lo que yo pienso, en voz baja y en aragonés, cuando uno de mis nietos me presenta una novia: “pa´ lo que va a durar…”.

Hablo de la revolución civil. Que no va por los gritos ni por las promesas desaforadas de tiempo de elecciones: va por tener criterio

Esa puede ser una tentación que conduzca al paro total, a la relativización mala de las cosas, y a no hacer nada, porque total, “pa´ lo que va a durar…”.

O sea,

- En términos políticos, a la abstención, tentación que yo tengo cada vez más fuerte, supongo que por razones intrínsecas (ya soy mayor, esta película ya la he visto…) y extrínsecas (mira cómo son los políticos, menuda cuadrilla…)

- En términos personales y sociales, a la abstención, que es la misma del punto anterior, pero peor. Es la que te hace pensar que quizá va siendo hora de cerrar la tienda, tentación que puede venir a los 80 años, a los 60, y a los 32, si has pegado un pelotazo y crees que ya puedes vivir sin pegar ni brote.

- En términos personales y sociales (otra vez), a desmoralizarnos porque nuestra vida no está siendo espectacularmente exitosa y parece que seguirá así hasta el final. Desmoralización basada en pensar que lo bueno es el éxito, sin darnos cuenta de que lo bueno es el esfuerzo. Si hay éxito, muy bien. Y si no hay éxito, que me quiten lo bailao, en el muy buen sentido de la palabra, porque ahora, lo bailao es todo lo que me he esforzado durante mi vida.

Ni carpe diem ni gaitas. Aquí todos, quiero decir TODOS, tenemos una responsabilidad. No vaya a ser que algunos, quiero decir ALGUNOS, se aprovechen de que muchos, quiero decir MUCHOS, se han cansado y dicen que para qué seguir, si siempre ganan los mismos, algunos con unos ejercicios de funambulismo increíbles. (Acabo de leer que a un señor lo van a meter en la cárcel porque parece que ha hecho cosas indebidas. Su carrera política es deliciosa: empezó en el PC, pasó al FRAP, se deslizó hacia el PSOE y acabó en el PP. Un auténtico crack.)

Ahora estamos pactando. Primero, nosotros votamos y después, estos chicos pactan. Y salen unos matrimonios, ménage à trois, un poco raros

Seguimos en tiempo de elecciones, y lo que te rondaré, morena. Ahora estamos pactando. Primero, nosotros votamos y después, estos chicos pactan. Y salen unos matrimonios, ménage à trois o a más de trois un poco raros, pero “con esos bueyes hay que arar”. O sea, “hay que arreglárselas con lo que se tiene”.

Recordando siempre que el optimismo consiste en luchar con uñas y dientes en una situación concreta. Y situaciones concretas perfectas no han existido nunca. Y las situaciones concretas que saldrán de los pactos no nos convencerán al 100%.

Sigo hablando de la revolución civil. Que no va por los gritos ni por las promesas desaforadas de tiempo de elecciones. Va por tener criterio, por votar responsablemente y por aceptar lo que salga, porque si jugamos a la democracia, jugamos a la democracia. Y como sabemos que nuestra democracia está unida a otras democracias, sabemos que en esas democracias hay quien manda más que los nuestros y que a los nuestros, sean quienes sean, les toca obedecer. Por eso no podemos exigirles muchas cosas que nos apetecerían ni podemos sostener un Estado insostenible por lo que pesa.

En el poema de las hojas en la pared, puse tres líneas:

“Vivir en paz/Ayudar a los demás a que vivan en paz/Morir en paz”. Y luego, rodeé todo con una línea y puse: “Eso es la vida”.

Muy pocos días después, se murió un amigo mío. Yo le quería mucho. Era muy buena persona. Un hombre alegre, serio, trabajador, con una familia estupenda. Deportista. El único amigo que, a los 60 años, jugaba a pelota a mano, lo que me parecía increíble.

Intentó vivir en paz. Llenó de paz a sus amigos. Murió en paz.

Como si me hubiera copiado el poema.

Di hace poco una conferencia en Funermostra, en Valencia. Nunca me había ocupado del sector funerario. Pensaba que era una actividad con clientela asegurada y sin necesidad de innovación. Sí me había llamado la atención que una funeraria ofrecía vestir al difunto con un traje de Toni Miró, pero me había parecido una simple ocurrencia. Pues no. Como toda empresa que quiere sobrevivir, los que se dedican a este negocio son personas que le dan muchas vueltas a la cabeza, presentando innovaciones que yo no me habría imaginado nunca.

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