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En busca de la normalidad
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Leopoldo Abadía

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En busca de la normalidad

Ahora, a volver a la normalidad. Dificilísimo. Nervios a flor de piel en Europa. Partidos internacionales suspendidos. El Bernabéu, bunkerizado. Los aviones franceses, atacando Raqqa. Todos con miedo

Foto: Vista de una pintada que dice 'Reza por París' en la Plaza de la República en París. (EFE)
Vista de una pintada que dice 'Reza por París' en la Plaza de la República en París. (EFE)

Escribir un artículo esta semana y no hablar de los atentados de París sería extraño. Pero he leído mucho sobre esos sucesos, todo ello muy bien documentado, y tengo muy poco que añadir a las manifestaciones de pena por la salvajada. Me hizo ilusión el lema 'Pray for Paris', porque me pareció que era lo más acertado entre tantas palabras que, a fuerza de utilizarse, corren el peligro de que se vacíe su contenido: solidaridad, conmoción, dolor...

Me gusta más rezar por París y, más aún, por cada una de las personas asesinadas, por cada uno de sus familiares, por cada uno de sus amigos.

... Y por cada uno de los terroristas, porque vivir -y morir- para el odio debe ser espeluznante.

... Y por cada uno de los que inocularon el odio en los corazones de esos desgraciados, porque eso es más que espeluznante.

Ahora, a volver a la normalidad. Dificilísimo. Tiroteo en París. Nervios a flor de piel en Europa. Partidos internacionales suspendidos. El Bernabéu, bunkerizado. Los aviones franceses, atacando Raqqa. Todos con miedo, porque es difícil luchar contra un enemigo así, que lo que busca es hacer daño y lo mismo le da suicidarse en una iglesia que en una discoteca, sobre todo si considera que la discoteca y la iglesia están en París, "la ciudad que enarbola el estandarte de la Cruz". Frase que han utilizado en un comunicado y que a Quim Monzó -y a cualquier persona con sentido común- le ha llenado de perplejidad, según afirma en uno de sus últimos artículos en 'La Vanguardia'.

Es difícil luchar contra un enemigo así, que lo que busca es hacer daño y lo mismo le da suicidarse en una iglesia que en una discoteca

Con ganas de normalidad, me voy a las páginas deportivas de los periódicos, aunque ya sé que no son un buen lugar para encontrar eso. Se ven cosas que no son ejemplo de normalidad, precisamente. Pero me relajan, porque, objetivamente, no tienen ninguna importancia.

Las noticias deportivas deberían estar en las páginas de economía. Nos hablan de inversiones importantes a las que hay que sacar rendimiento económico. Los goles que hacen rugir al público se traducen en camisetas vendidas, giras por Asia que dejan rendidos a los que juegan, creyéndose que son los protagonistas, copas que proporcionan más contratos por televisión y montones de sugerencias de los representantes de los jugadores, afirmando que su representado está triste por falta de cariño y porque cuando él quería meter gol se le adelantó otro y lo metió. Las sugerencias suelen ir acompañadas de una sonrisa del jugador hacia el presidente de otro equipo y unas declaraciones diciendo que no se ve en el equipo actual durante toda su carrera. Al final, si interesa la inversión, se le paga más, y si empieza a molestar y hay una oferta buena, se le vende y a por otro.

Me olvido de todo eso y veo los partidos que puedo por televisión. Cuando estoy con la familia, al empezar el partido, anuncio con qué equipo voy, lealtad que cambio con relativa frecuencia si al cabo de un rato veo que mi circunstancial equipo va perdiendo, y lo que a mí me gusta es ganar. (Digo que me gusta ganar, no que soy un 'winner', porque ya he dicho muchas veces que los 'winners' no existen y que el que se cree 'winner' es tonto).

(Nota aclaratoria e innecesaria. El cambio de lealtad no se produce nunca si juega el Zaragoza, porque yo soy de ese equipo pase lo que pase. Y cuidado que nos han pasado cosas malas. Pero tenemos mucha moral, porque este año hemos celebrado el 20 aniversario del gol de Najim, que nos hizo ganar la Recopa de Europa contra el Arsenal, y el año pasado, el 50 aniversario de los cinco magníficos, lo que demuestra que tenemos muy pocas cosas que celebrar y que nos agarramos a un clavo ardiendo).

El frenazo, con marcha atrás incluida, de los independentistas catalanes es digno de admiración

Sigo en busca de la normalidad y me meto en las páginas de política, aunque sé que allí, tampoco. El frenazo, con marcha atrás incluida, de los independentistas catalanes es digno de admiración. Pensar que se puede decir blanco y negro con la misma cara (dura) en un espacio de tiempo brevísimo, bate los récords establecidos por Frégoli, el actor italiano que en sus actuaciones realizaba varios papeles, cambiándose rápidamente para interpretar a uno o a otro. Con él surgió la especialidad del transformismo, seguida y mejorada por muchos personajes actuales.

Quico Homs, a quien me encontré en una emisora de radio diciendo que los empresarios catalanes siempre habían tenido el valor de ir hacia lo desconocido, una vez que alguno de ellos se ha ido hacia lo conocido (Irlanda), asegura que deja su puesto como 'conseller' de Presidencia de la Generalitat para ir a Madrid a negociar, dialogar y pactar. Una vez que me he repuesto del ataque de risa, veo que Duran dice que para negociar, dialogar y pactar ya estaba él, que llegó primero.

En un alarde de... como no sé qué decir que no sea insultante, lo dejo ahí.

En un alarde de, Quico asegura que después del 27-S, el independentismo tiene fuerza para iniciar el proceso de creación de un Estado catalán independiente, pero no para culminarlo. Traducción: los que dijimos que no queríamos independencia somos más que los que dijeron que sí. Segunda traducción: cuando doña Carme, la presidenta del Parlament, acabó su discurso con el "visca la república catalana", se podía haber callado, porque a ver cómo lo arreglas, Quico, cuando vayas de Taradell a Madrid a negociar, dialogar y pactar.

Esta es nuestra normalidad. Quico, yendo a Madrid; Oriol J., diciendo que no quiere dialogar, y Antonio Baños, que hace tiempo vino a mi casa a hacerme una entrevista y que es un tío muy majo, poniendo condiciones a Artur, que obedece religiosamente, sin duda como entrenamiento para cuando Cataluña sea independiente, perdón, soberana, y tenga que obedecer religiosamente a Angela Merkel.

Todas estas cosas cuestan dinero. Porque estos cobran a final de mes. Las farmacias, no, por culpa de Madrid. (Por cierto, hace mucho que no oigo la cantinela de "Madrid nos roba". Debe ser que ha empezado el diálogo, la negociación y el pacto, o que se ha descubierto que no hacía falta ir a Madrid para que nos robasen.)

Esta es nuestra normalidad. Quico, yendo a Madrid; Oriol J., diciendo que no quiere dialogar y Antonio Baños poniendo condiciones a Artur

Tengo informes contradictorios, que oscilan entre que las inversiones en Cataluña van como nunca de bien o como nunca de mal. Cuando tengo estas dudas, me suelo poner delante del espejo y, como la madrastra de Blancanieves, me pregunto: "Leopoldo, Leopoldico (así me llamaba mi madre), si tuvieras mucho dinero, ¿invertirías ahora en Cataluña?". Me contesto que no y me voy a pasear.

Las agencias de calificación de riesgos, que han hecho muchas tonterías, pero a las que les seguimos haciendo caso, dicen que si quieres que haya inversores que presten dinero a Cataluña, les tendrás que pagar unos intereses altos. Esto, en un momento en el que, por la fabricación de dinero por parte del BCE y porque le han autorizado a que preste dinero directamente a los estados, sin pasar por los bancos, y bien que lo sienten los bancos, varias naciones, entre ellas la malvada España, cobran en vez de pagar intereses.

Por cierto, que Fitch, a lo de los intereses altos le llama "bono basura", cosa que me parece una ordinariez. Lo malo es que, antes, Moody's y Standard & Poor's ya habían utilizado el mismo calificativo.

Como cuando uno hace una profecía la repite una y otra vez, porque un profeta no puede cambiar de opinión como los autonomistas-soberanistas-independentistas-dialogadores-negociadores-pactantes, repito una vez más que lo de Cataluña se arreglará con dinero. A muchos les molestará.

Y tendrán razón, porque ya se sabe que el sucesor de Artur, o el siguiente, explicará, ayudado por el sucesor de Quico, o el siguiente, que hemos ganado, que los corruptos catalanes eran de origen madrileño y que ahora tampoco pueden pagar a las farmacias porque se han metido en otro lío, que, mira por dónde, también ha costado dinero.

Y yo buscando la normalidad. ¡Seré ingenuo!

Escribir un artículo esta semana y no hablar de los atentados de París sería extraño. Pero he leído mucho sobre esos sucesos, todo ello muy bien documentado, y tengo muy poco que añadir a las manifestaciones de pena por la salvajada. Me hizo ilusión el lema 'Pray for Paris', porque me pareció que era lo más acertado entre tantas palabras que, a fuerza de utilizarse, corren el peligro de que se vacíe su contenido: solidaridad, conmoción, dolor...