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Quiero varios salvapatrias 'cantankerous'
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Leopoldo Abadía

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Quiero varios salvapatrias 'cantankerous'

A nadie le nombran jefe de gobierno o ministro de chucherías varias para que haga amigos, sino para que nos diga dónde quiere llevar España y cómo lo va a hacer

Foto:  El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble. (EFE)
El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble. (EFE)

Desconcierto general. El ruido político no cesa. Las idas y venidas intelectuales -por llamar de alguna manera a decir blanco hoy (por la mañana) y negro hoy (por la noche) con cara de absoluta seriedad-mientras -supongo- por dentro van diciendo "a ver si cuela", dejan al personal en estado de 'shock'. La pregunta "¿a quién tengo que votar?", que me han hecho en tres días tres personas, de 68, 33 y 21 años, me indica que muchos no lo ven claro. Y no me acabo de creer que los españoles seamos tontos, incapaces de discurrir normalmente.

He hablado repetidas veces del 'safety car', compuesto por cuatro personas que dirijan España durante cuatro años mientras los partidos se lamen las heridas, se ponen tiritas en los rasguños, echan a los que sobren, repasan su ideario y lo ponen al día para no parecer que estamos copiando, con cara de novedad, las formas del Sacro Imperio Romano Germánico.

Una persona elegida por el Rey (que modera y arbitra) y tres elegidas por esa persona. Y los partidos políticos, calladicos, para que podamos decir que esa persona ha sido elegida por consenso democrático. (Democrático, palabra que hay que utilizar siempre, aunque no venga a cuento y, en bastantes casos, sea más falsa que Judas Iscariote).

Digo esto en una tertulia e, inmediatamente, como si estuviera en el guion que les mandan desde las altas esferas, un político dice: "No queremos salvapatrias". Una vez dicho lo que le han ordenado que diga, sigue jugueteando con el móvil. Ya ha cumplido su misión.

Me voy al DRAE. No aparece la palabra "salvapatrias", y en algunas citas que leo los ponen muy mal.

Pero pienso por mi cuenta y digo: si a mí me gusta mi patria (que me gusta); si veo que está en peligro (que lo está); si creo que necesita que alguien la salve (que lo necesita), pues ¡a por los salvapatrias!

Si a mí me gusta mi patria (me gusta); si veo que está en peligro (lo está); si creo que necesita que alguien la salve (lo necesita), pues ¡a por los salvapatrias!

Una vez que he llegado a un acuerdo conmigo mismo (no todos lo consiguen), pienso que sería conveniente poner nombres, de modo que la gente pudiera decir: "Esa persona cumple con las condiciones. El Rey ha acertado".

Como estamos en época de casualidades -una conversación grabada hace dos años se descubre inesperadamente ahora, y otras cosas similares-me llega una foto que me envía Carlos, un amigo mío, que celebró hace poco con su familia y sus amigos sus 90 años. La foto viene en una carpetilla, en cuya portada dice que, en ese tiempo, Carlos ha luchado por llevar a la vida diaria su escala de valores: fe, familia, honor, amistad, empresa, sentido de patria.

Eso es lo que yo quiero. Eso es un salvapatrias. Comparo con lo que veo: bastantes hundepatrias que hacen daño a los seis valores de mi amigo, pensando en sí mismos, para sí mismos, en favor de sí mismos.

El fin de semana leo 'Time Magazine', como siempre. Hablan de Wolfgang Schäuble, ministro Federal de Finanzas de Alemania. Le llaman "cantankerous", o sea, "desagradable, de mal genio, difícil de manejar".

Algo más tendrá un hombre que sigue trabajando duro en silla de ruedas desde que hace 26 años sufrió un atentado. No sé si sonríe mucho, pero sí sé que es un hombre exigente y que no se anda con finezas "democráticas" a la hora de decir lo que piensa. Se le entiende todo. Cuando, en la campaña del Brexit algunos dijeron que Gran Bretaña se podía ir sin daños colaterales, dijo una frase que me entusiasmó: "In's in. Out's out". Más claro, agua.

Quiero salvapatrias que tengan los valores de mi amigo Carlos. Y si son un poco 'cantankerous', casi mejor. Porque a nadie le nombran jefe de gobierno o ministro de chucherías varias -ministerios peores hemos sufrido- para que haga amigos, sino para que nos diga dónde quiere llevar España y cómo lo va a hacer.

Errejón está exigiendo la confesión pública, de manera que todos nos podamos escandalizar y no perdonar lo malo que alguien dice que ha hecho una persona

Tenemos la enorme ventaja de que estamos en camino hacia los Estados Unidos de Europa (García Margallo & Abadía dixerunt). O sea, sabemos hacia dónde vamos, sabemos la flexibilidad (prácticamente ninguna) que tenemos para hacer lo que nos dé la gana y, si no lo tenemos claro, siempre podemos hablar con Alexis Tsipras, modelo internacional de bocazas obediente.

Para colmo, hoy, en la Contra de 'La Vanguardia', Luis Crespo, estadístico del Estado, dice que le interesan poco los programas económicos de los partidos que se presentan a las elecciones, "porque gane quien gane -Podemos incluido- al final serán reconducidos al 'diktat' de Bruselas y su reducción del déficit".

Ya falta menos para las elecciones. Aún aparecerán sucesos de hace muchos años descubiertos puntualmente hoy día 24 en España y mañana día 25 en Andorra. (Aquí no aparecerá ninguna noticia, porque tenemos que reflexionar. Ay, que me da la risa).

Por si faltaba algo, ya están saliendo tics inquisitoriales de personajes que añoran a Torquemada, aquel chico tan majo que resolvía los problemas rápidamente. En la hoguera.

Errejón, ese señor con cara de niño, ha exigido a David de Gea, el portero de la selección española, que nos dé explicaciones sobre unas aventuras que han dicho que tuvo y que también han aparecido puntualmente al empezar la Eurocopa. El inquisidor exige: "De Gea debe dar buenas explicaciones sobre asuntos que nos resultan turbios".

¡Toma ya!

Hace siglos, la Iglesia católica instituyó la confesión. Individual, como es natural, porque nadie tiene que enterarse de las cosas malas que estoy intentando honradamente corregir.

Como empecemos a exigir a todos explicaciones, los españoles se dividirán en: los puros -Errejón y alguno más- y los millones de impuros restantes

Pues Errejón está exigiendo la confesión pública, de manera que todos nos podamos escandalizar y, por supuesto, no perdonar lo malo que alguien dice que ha hecho una persona. Porque si podemos llenar de odio las cloacas, para qué intentar construir.

Como todos empecemos a exigir a todos que demos explicaciones, los españoles se dividirán en dos clases: los puros -Errejón y alguno más, no muchos- y los millones de impuros restantes.

Al llegar aquí, solo se me ocurre desear fervientemente que salgan pronto los salvapatrias 'cantankerous' para poner en orden este país.

Democráticamente, por supuesto.

P.S. 1

1. Y si el día 26 seguimos como hasta ahora, NO ME DA LA GANA DE QUE HAYA OTRAS ELECCIONES.

2. Es el momento del 'safety car'.

3. Que no les gustará a algunos, pero no será porque no les hemos dado ocasión de hacer las cosas bien.

P.S. 2

4. Son las 10 de la noche del día 23. Tengo que enviar el artículo. Los colegios electorales cierran a las 11 en Gran Bretaña y los resultados no se sabrán hasta las 8 de la mañana.

5. Tengo un dato importante: las casas de apuestas están a favor del Bremain.

6. En consecuencia, parto de una base: han ganado los del Bremain.

7. Ahora, a trabajar, porque, entre unas cosas (elecciones, Fernández Díaz, De Gea) y otras (que me voy, que no me voy de la UE) y otras (que gana Trump, que no gana), aquí no trabaja nadie.

8. Y lo malo es que le estamos cogiendo gusto a no pegar ni brote.

9. Exigiendo nuestros derechos, eso sí.

10. Porque son inalienables, eso también.

11. Y democráticos, claro.

12. Faltaría más.

P.S. 3

13. El referéndum no era vinculante.

14. Me entero ahora.

15. Es lo que me faltaba.

Desconcierto general. El ruido político no cesa. Las idas y venidas intelectuales -por llamar de alguna manera a decir blanco hoy (por la mañana) y negro hoy (por la noche) con cara de absoluta seriedad-mientras -supongo- por dentro van diciendo "a ver si cuela", dejan al personal en estado de 'shock'. La pregunta "¿a quién tengo que votar?", que me han hecho en tres días tres personas, de 68, 33 y 21 años, me indica que muchos no lo ven claro. Y no me acabo de creer que los españoles seamos tontos, incapaces de discurrir normalmente.

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