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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Cosas serias

Necesitamos señores. Los busco y no los acabo de encontrar. Señores que defiendan sus derechos, pero que se den cuenta de cuáles son sus obligaciones

Foto: Mariano Rajoy (i), Pedro Sánchez (2i), Albert Rivera (2d) y Pablo Iglesias (d), antes del debate a cuatro de la campaña electoral. (EFE)
Mariano Rajoy (i), Pedro Sánchez (2i), Albert Rivera (2d) y Pablo Iglesias (d), antes del debate a cuatro de la campaña electoral. (EFE)

Hay días en que es difícil encontrar tema y otros en los que sobran asuntos. Hoy es un día mitad y mitad.

Por un lado, las cosas siguen igual. Los que viven de la política en España no se han puesto de acuerdo todavía, a pesar de que ya ha pasado San Fermín, que fue la fecha tope que les di.

En Europa, lo mismo. Nadie quería el Brexit, según pensaba yo, y la mayoría votó a favor. Después, manifestaciones pro-Europa. Parece que algunos votaron Brexit sabiendo (¡?) que perdería, porque ellos estaban a favor de quedarse en la UE. Esquizofrenia pura, o sea, "disociación específica de las funciones psíquicas".

Como consecuencia, dimiten todos. Cameron, que quería quedarse. Johnson, que quería sucederle. Farage, que quería irse. Todos a la calle, después de hacer, como dicen en Aragón, un pan como unas tortas.

Y nadie empieza el proceso de desconexión, porque, en confianza, es un rollazo inmenso deshacer lo que, con tanto esfuerzo, se ha construido a lo largo de los años. Unos quieren retrasarlo. Otros, hacerlo lo más rápidamente posible. Hasta hay quien quiere hacer otro referéndum que diga que de lo dicho no hay 'ná' y que todo fue fruto del calor que hacía, al que en Reino Unido no estamos acostumbrados.

Y mientras, las bolsas hundidas, los fondos en corralito, lo que no tiene ninguna gracia y, lo peor, una pobre señora asesinada por un 'chalao' que se creyó que lo del Brexit era un problema de vida o muerte.

Fútbol, con Inglaterra perdiendo ante Islandia y con Gales haciendo mejor papel hasta encontrarse con Portugal.

En el resto de Europa, nerviosismo, con amenazas de que yo también me quiero ir y qué será de la Unión Europea, causante de todos nuestros males.

Mal los bancos italianos, entre los márgenes de interés que se encogen, las exigencias de capital que les exigen y algunos miles y miles de créditos con muy mala pinta.

Cuando en los Comentarios de Coyuntura del IESE del mes de mayo, veo un titular, 'El renminbi: problemas en el horizonte', pienso que es lo que nos faltaba. Aunque no tengo 'renminbis' y pienso que esos problemas no me afectarán.

O sí, porque si la señora Yellen, presidenta de la Reserva Federal Americana, retrasa la subida de intereses por la incertidumbre mundial, el dólar no subirá y yo podré exportar en peores condiciones, y lo siento, porque le había cogido gusto.

Les oigo hablar de medidas que van a tomar. Cada uno presenta al otro medidas que exige, líneas rojas que pone, que estaría dispuesto a quitar a cambio de, y así

En España, regateo continuo. Al final, acabarán poniéndose la zancadilla a sí mismos. Leo las infinitas combinaciones que me explican periodistas de los que me fío, y me pierdo. Y les admiro, porque parece que ellos lo entienden. Al final, la gente normal, preocupada: "¿Cómo ve usted la situación?".

Les oigo hablar de medidas que van a tomar. Cada uno presenta al otro medidas que exige, líneas rojas que pone, líneas rojas que estaría dispuesto a quitar a cambio de, y así.

Mientras tanto, Tardà va a La Moncloa para darle un 'pen drive' a Mariano, Artur reinventa CDC con un nuevo nombre que el consejo del partido tiene que elegir entre dos que se le han ocurrido a Artur y que solo conocen él y su mujer, y Carles está feliz con la independencia porque ha visto una película estonia que lo explica todo.

Pedro se pone una gorrica blanca y se va con su mujer unos días de vacaciones, lo que me parece el único gesto con sentido común que he visto en esta campaña.

Albert, no sé dónde está, y Pablo, reunido con sus fieles o menos fieles, recuperándose anímicamente del batacazo electoral, soltando tontadas tales como eso de las proporciones bíblicas que le ha salido de la boca, mirándose al espejo y descubriendo que era más feo de lo que pensaba. Como siempre es desagradable descubrir la fealdad propia, echa la culpa a la ajena y dice que la culpa fue de la alianza con Cayo Lara, que, honradamente, ha reconocido la realidad y se ha apuntado al paro.

A otros niveles, siguen las pintorescas ocurrencias de la Sra. Carmena, que, gracias a Dios, dejó de ser jueza y se dedicó a cosas fundamentales, como instaurar el día sin bañador en una piscina donde hay unas señoras que, si tuviesen dos dedos de frente, lucharían por el día con bañador-boina-bufanda-calcetines, para estar ligeramente presentables y no ser el auténtico remedio contra la lujuria. Es que para ser sinvergüenzas hay que ser listas, majas.

Pero el problema serio en Europa es esa cantidad enorme de personas, los refugiados, de los que ya no se habla. Me he enterado de que mi amiga Angela ha acogido un millón, con lo cual demuestra que es dura/blanda cuando considera que debe serlo. En España hemos hablado bastante; la señora Carmena puso un letrero en el Ayuntamiento -'refugees, welcome'-, que ahora ha sido sustituido o tapado por una bandera del Orgullo Gay. Digo que hemos hablado bastante, pero yo tengo la sensación de que aquí no ha llegado nadie.

Hace tiempo que quería escribir un artículo sobre la paz, ese atributo de los hombres de buena voluntad. Lo quería hacer, en primer lugar, porque es un tema fundamental, y, en segundo lugar, para descansar yo y que descanséis un poco vosotros, porque me parece que todos nos estamos cansando de hablar y hablar y hablar de todas esas cosas que nos quitan la paz o, por lo menos, nos la dejan bastante menguada.

A veces, al enemigo se le odia porque es el enemigo, llamando con frecuencia enemigo al que piensa distinto. Un día hablas con él y ves que es como tú

Entresaco tres definiciones del DRAE. (No sé qué haría yo sin este diccionario).

1. "Situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países".

2. "Ausencia de ruido o ajetreo en un lugar o en un momento".

3. "Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos".

Aunque las dos primeras definiciones me parecen 'externas' a la persona, en cualquier caso son debidas a las personas, que hacen guerra porque algo que llevan dentro les impulsa a hacerla. O hacen ruido y se ajetrean porque quieren, porque lo necesitan en su vida y en cuanto no lo hacen o no se mueven o no suben y bajan no están tranquilos. Frecuentemente, molestando a los demás. Frecuentemente, sin tener paz interna para discurrir, para permitir que otros discurran, para poder discutir con ellos, negociar, consensuar con un mínimo de condiciones para que el proceso se desarrolle bien.

La tercera me parece que es más 'interna' todavía. Pienso que es más difícil de conseguir y que exige una lucha constante contra esas ganas que casi todos tenemos muchas veces de arrollar al otro, confundiendo al que piensa distinto con un enemigo.

Y, a veces, al enemigo se le odia porque es el enemigo, llamando con frecuencia enemigo al que piensa distinto de ti. Un día hablas con él y ves que es como tú, normalito.

Hace años conocí a dos señores, de unos 50 años. Eran vecinos. Vivían en la misma ciudad, la misma calle, la misma acera, uno en el 34, otro en el 42. Se odiaban a muerte. No se habían hecho ninguna faena ni había intereses económicos por en medio. Simplemente, diferencias de opinión en un consejo en el que estaban los dos y en el que, cuando uno votaba blanco, el otro votaba automáticamente negro.

Cuando los matrimonios salían de paseo, el primero que atisbaba al otro se cambiaba de acera.

Todo fue así, hasta que pasó lo natural. Que el hijo de uno se enamoró de la hija del otro. Porque los vecinos se pueden odiar, pero también se pueden enamorar. El noviazgo siguió adelante hasta que llegó la fecha de la petición de mano por parte de los padres del novio a los padres de la novia. El padre se resistió, pero el hijo le forzó: "Papá, nunca te he pedido nada. Ahora te lo exijo, por favor". El padre, con mala cara: "Bueno, pero déjame unos días para digerirlo". Todo un caballero.

Llegó el día de la petición. Llegaron los padres del novio, ligeramente nerviosos. Salieron sonrientes los padres de la novia. El padre cogió por el brazo al otro padre y le dijo: "Vamos a mi despacho". Estuvieron hablando 10 minutos, salieron cogidos del brazo -ahora sonreían los dos- y desde aquel momento las familias se llevaron de maravilla, acompañándose en los momentos buenos y en los malos.

He pensado muchas veces en aquellos dos señores, a los que tuve la suerte de conocer.

Mariano, Pedro, Albert, Pablo, estáis obligados a llegar a acuerdos rápido. Estáis obligados a gobernar España en el momento en que algunos se quieren ir

Necesitamos señores. Los busco y no los acabo de encontrar. Señores que defiendan sus derechos, pero que se den cuenta de cuáles son sus obligaciones.

Y en este caso, Mariano, Pedro, Albert, Pablo, estáis obligados a llegar a acuerdos rápidamente. No me hicisteis caso cuando os fijé la fecha de San Fermín. El 25 es Santiago, Patrón de España. Puede ser una buena fecha, porque estamos esperando a que os pongáis de acuerdo para gobernar España.

Estáis obligados a gobernar España en el momento en que algunos se quieren ir. No sé si todos seguirán queriendo irse después del estropicio que ha organizado Cameron. Pero sí tendréis que hablar con los que se quieren ir, porque no creo que sea difícil llegar a acuerdos.

Pero si no llegáis a acuerdos entre vosotros, y os seguís tirando los trastos a la cabeza y alguno de vosotros está ilusionado por babosear odio, no haremos nada.

Mejor dicho, haremos unas terceras elecciones y unas cuartas y unas quintas, hasta que los sembradores de odio hayan desaparecido y los que queden, groguis como el boxeador sonado, firmen lo que han dado en llamar un acuerdo de mínimos.

Y uno se acuerda de estadistas europeos y tiene nostalgia. Y, más cerca, uno se acuerda de los señores del 34 y el 42, que se odiaban de manera definitiva hasta que, hechos unos señores, salieron del despacho cogidos del brazo y sonrientes.

Tampoco es tan difícil.

Pero hay que ser señores.

Y esos, hoy, no abundan mucho.

Pero alguno hay.

¡Si nos tocara!

Hay días en que es difícil encontrar tema y otros en los que sobran asuntos. Hoy es un día mitad y mitad.

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