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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Objetivo para agosto

Estamos -siempre hemos estado- en tiempo de Discurrir. De no aceptar a la primera lo que nos digan. De escucharlo, digerirlo, hacerlo nuestro o no. Tal como nos lo presentan o no

Foto:  El papa Francisco saluda a los peregrinos a bordo del papamóvil durante la ceremonia de bienvenida de la JMJ en Cracovia. (EFE)
El papa Francisco saluda a los peregrinos a bordo del papamóvil durante la ceremonia de bienvenida de la JMJ en Cracovia. (EFE)

Me escribe Iván. No le conozco. Es un hombre de 33 años. Está en el paro. Preocupado.

Hace cino años decidió irse de una entidad financiera porque lo que veía allí no le gustaba. Y lo que su jefe directo le ordenaba que hiciera, menos. Y no quiso "seguir comulgando con las tropelías que de manera más o menos clara, pretendía su empleador (colocar productos, a su entender, no aptos para el consumidor medio -depósitos estructurados, fondos de inversión complejos, etc.-)".

Desde ese momento, su "cómoda vida con salario más que digno", se ha convertido en una sucesión de empleos mal remunerados y sin visos de continuidad.

Oigo al Papa en Cracovia, hablando a chavales. En aquella multitud hay siete nietas mías. No sabía que habían ido. A base de whatsapps me he enterado. Es lo que pasa en familias numerosas, que cada uno hace lo que quiere y -menos mal- informa diciendo dónde está.

Se han pegado un palizón para ir, se han gastado sus ahorros y algo más, que van a devolver a base de clases particulares que empezarán a dar en cuanto vuelvan.

Escucho al Papa:

"Me genera dolor encontrar a jóvenes que parecen haberse 'jubilado' antes de tiempo. Esto me entristece. Jóvenes que parecen que se han jubilado a los 23, 24, 25 años. Me preocupa ver a jóvenes que 'tiraron la toalla' antes de empezar el partido. Que están 'entregados' sin haber comenzado a jugar. Que caminan con rostros tristes, como si su vida no valiera. Son jóvenes esencialmente aburridos... y aburridores".

Pienso en Iván. Ni es aburrido ni aburridor. Sigue jugando, no tira la toalla. Le cuesta mucho. A él y a su novia, porque no les llega el dinero para casarse.

Me dice que se va a Alemania.

En San Quirico, me encuentro con un chaval. Dice que todo es un desastre. Estamos en un quiosco de periódicos. Me pregunta si se compra uno. "Todos dicen mentiras".

Estoy plenamente convencido de que a todos nos interesa que funcionen TODOS los cerebros y que los que no funcionen, funcionen

Antes de que le diga lo que es mi manía -leer dos periódicos, siempre los mismos, para discurrir y tener criterio- se va, sin comprar ninguno. Con 'La Vanguardia' en la mano, le oigo: "Total, para dar de comer al conde...". Y deja 'La Vanguardia', y se va.

No le conozco al conde, pero supongo que su comida de hoy no depende de la compra que haga este chaval. Y me da pena que el chaval se vaya sin enterarse de lo que pone 'La Vanguardia', no por lo que dice, sino porque pierde una ocasión para discurrir.

Estoy acabando 'El cura y los mandarines', de Gregorio Morán, una persona que piensa de modo muy distinto a como pienso yo, pero con el que me entiendo muy bien en nuestras comidas más o menos mensuales, en las que pretendemos arreglar casi todo, porque si arreglamos todo, ¿de qué hablamos en la próxima?

Habla de Gramsci, nombre que le pondrá de los nervios a mi amigo Manuel. Dice que le juzgaron en 1926 -tiempos de Mussolini- y que al fiscal no se le ocurrió otra cosa más que decir: "Durante veinte años tenemos que impedir que funcione este cerebro".

Estoy plenamente convencido de que a todos nos interesa que funcionen TODOS los cerebros y que los que no funcionen, funcionen. Esto último será más difícil, como suele pasar con un motor que no se ha puesto en marcha en mucho tiempo. O nunca.

Ese cerebro, también. No hay cerebros "de papelera".

El hacerse mayor, para una persona normal, es obligatorio. Una persona normal -más si es un hombre joven- compra el periódico, aunque "todo sea mentira"

Porque si no -vuelvo al Papa en Cracovia- duele ver "cómo hay jóvenes que pierden hermosos años de su vida y sus energías corriendo detrás de vendedores de falsas ilusiones -en mi tierra natal diríamos 'vendedores de humo'- que les roban lo mejor de ustedes mismos".

La Biblia habla de tiempos. Tiempo de nacer, tiempo de morir. Tiempo de plantar, tiempo de cosechar. Estamos -siempre hemos estado- en tiempo de Discurrir. De no aceptar a la primera lo que nos digan. De escucharlo, digerirlo, hacerlo nuestro o no. Tal como nos lo presentan o no. Incorporando cosas que nos digan otros o no. Incorporando, o no, lo que hace muchos años nos dijeron nuestros padres, aquellos chicos jóvenes llenos de ilusiones que hace años se fueron al Cielo.

En suma, examinando a fondo lo que se nos propone y, como consecuencia, discurriendo, haciéndonos mayores. Aquí no pongo "o no", porque el hacerse mayor, en el sentido que digo, para una persona normal, es obligatorio. Una persona normal -más si es un hombre joven- compra el periódico, aunque "todo sea mentira". Porque en el trabajo de separar el trigo de la paja, discurre.

Me encuentro con otro vecino de San Quirico. Después de los saludos de ritual -"¿Se acabará esto? - sí- ¿cuándo? - eso es otra pregunta-" me habla, sin venir a cuento, de la austeridad. Tema que yo creía que ya estaba olvidado, pero que este hombre tiene muy presente y muy claro. Y vuelve a decir lo de siempre: que es tan de sentido común que no vale la pena ni darle vueltas. Que, para la gente normal, siempre ha estado claro. Y que le preocupa que haya gente en apariencia normal que, sin criterio, -repite, sin criterio-, se traga todo lo que le suelten.

Se me junta todo:

1. El cerebro de Gramsci.

2. Los chavales aburridos y aburridores.

3. El que no quiere dar de comer al conde y, de paso, no se entera de lo que pasa, porque para qué.

4. El que sí se entera, pero te lo cuenta en voz baja, como si decir que la austeridad es lo normal no fuera lo normal.

A la vista de todo y después de leer mis periódicos de hoy, excepto uno, que leí ayer noche en primera edición, antes de apagar la luz, discurro.

1. Mariano dice que no es lo mismo recibir el encargo de formar gobierno que someterse a la sesión de investidura.

2. Pedro dice que no le gusta nada nada: dar su voto a Mariano; intentar formar un gobierno con IU y Podemos; otras elecciones.

3. Albert dice que a ver si se decide Mariano.

Los cerebros - todos - nos interesan mucho y, en consecuencia, no podemos permitirnos el lujo de no enterarnos de nada porque "todo es mentira"

Sigo discurriendo:

4. La UE nos da prórroga para cumplir con el déficit. Era natural.

5. La UE no nos multa por no cumplir el déficit. Era natural. Y, además, era justo, porque con los apretones que hemos sufrido -bajar el déficit de 91.000 a unos 50.000 en cinco años-, solo nos faltaba una multa para animar al personal.

6. La UE hace otro test de estrés a los bancos. Los nuestros aprueban. Los italianos no están para echar cohetes, sobre todo un banco en el que yo hubiera invertido todo mi dinero...por el nombre. Porque tener el dinero en el Monte dei Paschi di Siena tiene mucho más glamour que tenerlo en el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria. (Perdón, Paco, pero a glamour te ganan).

7. Los nuestros aprueban, pero su futuro no se ve claro clarísimo, con unos márgenes de intereses bajos bajísimos.

8. Y entre los del Paschi y similares y lo flojito que está el negocio, el IBEX está flojito también.

9. Mientras tanto, Mariano, Pedro, Albert, Pablo, a lo suyo. Que no es lo nuestro, aunque algún día lo debería ser.

10. Se presentan papeles, parece que no los leen, repiten lo que dicen siempre...y Mariano amenaza con nuevas elecciones, pensando -quizá con razón- que ahora sí.

11. Pero Mariano sale en la tele y dice que con Albert "han dado un primer paso en la larga caminata".

Hay que irse de vacaciones. No como el Rey, que, siguiendo la tradición de tantas familias, irá a Marivent los fines de semana, porque hay que estar en Madrid, no vaya a ser que estos tengan una idea. Que en este mundo, todo puede ocurrir.

Hay que irse de vacaciones a continuar haciendo la revolución civil. Esta semana nos toca discurrir. Leer periódicos, ver la tele, oír la radio...

Y luego, a usar el cerebro, que para eso nos lo puso Dios donde lo puso. Me parece que es un buen objetivo para estas vacaciones: usar el cerebro.

Y así, de paso, decimos a las personas que piensan como el fiscal del juicio de Gramsci que los cerebros - todos - nos interesan mucho y que, en consecuencia, no podemos permitirnos el lujo de no enterarnos de nada porque "todo es mentira".

Me escribe Iván. No le conozco. Es un hombre de 33 años. Está en el paro. Preocupado.

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