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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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40 años

En 1977 hubo elecciones. No estaba acostumbrado. No las consideré "la gran fiesta de la democracia" ni una "fascinante experiencia". Quizá se puede decir que "no las consideré"

Foto: Vista general del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)
Vista general del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)

Como todo el mundo, en 1977 yo tenía 40 años menos que ahora, o sea, 43 'para 44'.

La misma mujer que ahora. El hijo número 11, en camino. El 12, allá en la lejanía.

Hubo elecciones. No estaba acostumbrado. No las consideré "la gran fiesta de la democracia" ni una "fascinante experiencia", como dice Pedro J. Quizá se puede decir que "no las consideré".

Unos meses antes, me había sorprendido la legalización del Partido Comunista, de la que me enteré cenando con unos amigos en un restaurante con la tele puesta, de los que no me gustan precisamente por eso. Me había sorprendido y me había desconcertado, porque yo sabía que todos los males pasados, presentes y futuros venían de Moscú. Y estos comunistas son capaces de presentarse a unas elecciones. Menos mal que no les votará nadie.

Pues les votaron. Y a los socialistas, también. Pero, al final, ganaron 'las derechas', como está mandado.

Y empezó la democracia. Y ya sé que ahora hay que hablar mal de todos, pero el Rey y Suárez lo hicieron muy bien. Y los partidos políticos, también

Y vino la monarquía. Y empezó la democracia. Y ya sé que ahora hay que hablar mal de todos, pero el rey Juan Carlos y Adolfo Suárez lo hicieron muy bien. Y los partidos políticos, también, con un planteamiento que cuando lo digo molesta a algunos, pero qué le vamos a hacer: "Yo me olvido, tú te olvidas". Planteamiento basado en que en una guerra se hacen burradas, y si hay dos contendientes, cada uno se lleva el 50% de burrez. El que gana y el que pierde.

40 años son muchos. El hijo número 11 los va a cumplir. El número 12, a punto de los 38 años. No vivieron 'la gran fiesta'. Han vivido en democracia, sin saber cómo empezó, partiendo de que, como es natural, siempre fue así.

Si les hablas de Adolfo Suárez, como si les hablaras de Cánovas del Castillo. Si les hablas del Rey, te dicen que se ha vuelto mayor y que el de ahora es un chaval. Si les hablas de Felipe, de Alfonso Guerra, les parecen viejecitos simpáticos, que hablan cuando no tienen que hablar y, además, dicen chuminadas pasadas de moda. Si les hablas de los partidos políticos, ponen cara rara. Y te hablan de desencanto y de corrupción.

La crisis, ese fantasma real que nos atacó por la espalda cuando estaban acabando el piso que habíamos comprado sobre plano y habíamos pagado el primer recibo de la hipoteca antes de que subiera el euríbor, y nos quedaban 30 años de recibos mensuales y a ver cómo salimos de esta, continúa. Ya sé que hemos bajado el déficit, o sea, la diferencia entre lo que gastamos y lo que ingresamos, y que nos aguantamos por la deuda, como todo hijo de vecino, sea francés, inglés o sueco, y que ese aguante de la deuda se puede ir a la porra el día que suban los intereses, y que hemos bajado el número de personas sin empleo, según la Encuesta de Población Activa.

Y sé que el PIB está subiendo. Y si sube, no hará falta seguir subiendo los impuestos, porque, con el mismo porcentaje de 'atornillamiento', se conseguirán más euros.

Sé otra cosa. Que estamos en la Unión Europea y que a mí me gusta, porque me haría muchísima ilusión ver por televisión la firma del tratado de Constitución de los Estados Unidos de Europa, sobre todo ahora, cuando pienso que hace falta un bloque fuerte —Europa— que se ponga a la misma altura que los Estados Unidos de América, con ese presidente posverdadero al que, como dicen en mi tierra, le da lo mismo jota que bolero.

Ahí estamos nosotros, con una desmoralización basada en que hay mucha gente que ha visto pasar por delante muchos euros y ha pensado que si mete un poco la mano, casi no se nota. Y si la mete más, tampoco, porque el de al lado, que también ve pasar por delante muchos euros, ha decidido aprovecharse y no vaya a ser que él se lleve más que yo. ¡Hasta ahí podíamos llegar! ¿Qué pensará mi mujer/mi marido?

Llega la encuesta. Y retrata lo que pasa:

1. Que, en general, la gente está hasta el gorro de ver el telediario, con los personajes detenidos y con la cara tapada (no sé por qué, si les conocemos a todos).

2. Que la franja entre 18 y 35 años es la más crítica, porque están desencantados.

3. Están desencantados porque la democracia se realiza a través de los partidos políticos, y en los partidos políticos hay personas, y esas personas no son las que nos habíamos imaginado: personas nobles, sinceras, honradas, que piensen en España, que defiendan sus ideas con limpieza...

4. Y aparecen unos señores y unas señoras y unos aglutinados con ideas extremistas: Marine le Pen, xenófoba y que se quiere ir de la Unión Europea; Geert Wilder, en Holanda, que también se quería ir; Beppe Grillo, con sus cosas; Pablo Iglesias, amenazante, con una chica que se hace famosa por hacer un discurso castrista...

La encuesta dice que el 47,9% de los ciudadanos se siente 'satisfecho' con la democracia, y que —es una interpretación— los jubilados, que vivieron la Transición que desembocó en la España de hoy, son los que valoran con más optimismo lo que ha ocurrido desde 1977.

Las reformas y la regeneración del sistema son los grandes retos políticos pendientes

Y el resultado de la encuesta deja patente que las reformas y la regeneración del sistema son los grandes retos políticos pendientes.

Yo empezaría por la regeneración, o sea, por "la reconstrucción que hace un organismo vivo por sí mismo de sus partes perdidas o dañadas". Y, dentro de la regeneración, por la "reconstrucción personal interna", la que hace distinguir lo malo de lo bueno y lo anormal de lo normal. Y, una vez distinguido, la que hace obrar en consecuencia.

Esto no se logra con un cambio de Gobierno. Se logra con un cambio interno de los miembros de ese Gobierno. Es decir, si XX (póngase el nombre de una persona perteneciente a Podemos), que es un sinvergüenza, sustituye a YY (póngase el nombre de una persona del Partido Popular), que es otro sinvergüenza, las cosas seguirán exactamente igual. Se habrá sustituido una corbata por una camiseta. Y ni eso, porque Pablo ha empezado a llevar chaqueta y corbata.

He repetido muchas veces que el capitalismo salvaje no existe. Que lo que hay son salvajes que hacen de capitalistas. Salvajes que piensan únicamente en la cuenta de resultados, olvidando —despreciando— todo lo demás, aunque todo lo demás se refiera a las personas.

No sé cuándo habrá elecciones. Para entonces, necesito un partido que me diga que piensa en la persona. Que no me hable de los obreros, de las castas, de todo lo que suene a lucha de clases. Que esa película yo ya la he visto. No solo yo. Lo que pasa es que bastantes no la han visto, porque la 'echaron' (así se decía en mi colegio) antes de que ellos nacieran. Y piensan que se les ha ocurrido a ellos. (A esto lo llaman 'adanismo', pensar y actuar como si yo fuera el primer hombre sobre la tierra y todo lo que se me ocurre no se le hubiera ocurrido antes a nadie).

Ya me habré encargado yo de regenerar el sistema y, una vez regenerado, cualquier reforma será buena

Me sobran muchos políticos actuales. En concreto, todos los que tienen que explicar su comportamiento. Esto es un problema 'transversal'. No es solo del PP, o solo de Convergència o de su sucesor PDeCAT, o del PSOE, o de quien sea. Pensemos que es de todos y si algún partido está absolutamente limpio, ese es el que, en principio, me interesa.

Luego examinaré lo que esos señores propongan y la filosofía que hay detrás de lo que propongan. Si está basada en el respeto al hombre y a lo que es natural, sin pretender llamar natural a lo que no lo es, me interesará más.

Después miraré cómo viven los de ese partido. Si su vida intenta es coherente con todo lo anterior, les votaré.

Y si me preguntan en una encuesta si estoy satisfecho con la democracia, contestaré que sí, porque ya me habré encargado yo de regenerar el sistema y, una vez regenerado, cualquier reforma será buena.

Ya tengo trabajo para una temporada.

Como todo el mundo, en 1977 yo tenía 40 años menos que ahora, o sea, 43 'para 44'.

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