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El 'Fortuna' es un yate fantasma
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El 'Fortuna' es un yate fantasma

La efigie veraniega del Rey se vinculaba con mayor intensidad al yate 'Fortuna' que al palacio de Marivent. La imagen del monarca, vestido de blanco impoluto

La efigie veraniega del Rey se vinculaba con mayor intensidad al yate 'Fortuna' que al palacio de Marivent. La imagen del monarca, vestido de blanco impoluto y con la mirada marinera perdida en el horizonte, servía como metáfora de que todo funcionaba con corrección en la cúpula del Estado. Curiosamente, el embrujo se rompió cuando el penúltimo yate de tan afortunado nombre fue sustituido por su actual reencarnación. La multiplicación de la potencia y del confort no contribuyó a reforzar la estampa náutica de Juan Carlos de Borbón, sino que la ha debilitado progresivamente. La crisis económica y la amenaza de ETA han hecho el resto. A fecha de hoy, no hay fotografías de la Familia Real a bordo de su lujosa cabalgadura náutica. El 'Fortuna' es un yate fantasma, que vaga por el Mediterráneo porque avergüenza a sus pasajeros. En resumen, la antítesis de la componente exhibicionista que gobierna la adquisición de embarcaciones de recreo.

 

Una de las primeras confusiones a deshacer sobre el 'Fortuna' tiene que ver con su naturaleza de obsequio privado. Es cierto que los hoteleros más imponentes -Escarrer, Barceló, Matutes, Fluxá, Riu, Hidalgo- se sumaron a otros empresarios de tronío para la adquisición mediante partes alícuotas de un yate de ensueño. Ya sabemos lo peligrosos que se han vuelto los obsequios en la política, pero ha transcurrido el tiempo suficiente para que desvelemos que el propio Jefe de Estado fue el impulsor de la colecta. Es decir, movilizó a hombres de su confianza para que a su vez motivaran a los líderes empresariales citados. Esperemos que hoy pueda anotarse esta circunstancia sin vulnerar lo que el 'Sunday Times' de Rupert Murdoch definía el pasado domingo como la actitud "reverencial de la prensa española" hacia su Familia Real.

Otro falso tópico a deshacer apunta a que sólo los magnates citados contribuyeron económicamente a sufragar la nave. En realidad, la cantidad obtenida resultó insuficiente, por lo que el gobierno autonómico de Baleares debió aportar 400 millones de las antiguas pesetas para materializar la entrega. Es decir, cada habitante de la región aportó tres euros al navío. Ahora que está infrautilizado, habría que barajar alguna fórmula para que la plebe tuviera acceso al 'Fortuna'.

Sabino Fernández Campo fue el primero en alzar la voz contra la posibilidad de que el Rey recibiera obsequios de empresarios privados. De hecho, durante su etapa al frente de la Casa del Rey bloqueó el mismo presente náutico, a cargo de personalidades tan controvertidas como Mario Conde o Javier de la Rosa. Finalmente, los paganos tuvieron que contemplar como su regalo era recibido por representantes de Patrimonio, sin que compareciera ningún miembro de la Casa Real. Eso no quiere decir que en años sucesivos rechazaran el juguete náutico. El año pasado, los Duques de Palma y sus hijos circunnavegaron Balears a bordo del 'Fortuna'. Les sorprendió una fenomenal tormenta y la familia Urdangarín se vio obligada a buscar refugio en el puerto de Maó.

Este año, el 'Fortuna' fue en principio un yate fantasma por culpa de la crisis. Austeridad regia es un oxímoron, pero los Reyes han de compatibilizar el exhibicionismo inherente al cargo con una morigeración a prueba de la crisis económica ambiental. La visibilidad que alcanzan en Mallorca es un arma de doble filo. Cada gesto y cada gasto será contabilizado. El espectro a no repetir son las alegres y criticadas vacaciones de 1990, en la primera guerra mundial contra Sadam. Han de disfrutar de un veraneo que no lo parezca. En esa ficción se sentirán muy acompañados por la ciudadanía.

Pocas veces se habrá puesto tanto esmero en no desentonar con la vulgaridad ambiental. Desde 1995, cuando ETA tuvo al Rey en su punto de mira según las sentencias judiciales, el 'Fortuna' se refugia en una enorme nave industrial -mejor no entremos en consideraciones urbanísticas-. El doble asesinato de ETA multiplicó las revisiones del yate, que ahora sólo navega en secreto. Y también lo ha arrinconado la pasión cinegética de Juan Carlos de Borbón, que ha cambiado el timón por la escopeta.

La efigie veraniega del Rey se vinculaba con mayor intensidad al yate 'Fortuna' que al palacio de Marivent. La imagen del monarca, vestido de blanco impoluto y con la mirada marinera perdida en el horizonte, servía como metáfora de que todo funcionaba con corrección en la cúpula del Estado. Curiosamente, el embrujo se rompió cuando el penúltimo yate de tan afortunado nombre fue sustituido por su actual reencarnación. La multiplicación de la potencia y del confort no contribuyó a reforzar la estampa náutica de Juan Carlos de Borbón, sino que la ha debilitado progresivamente. La crisis económica y la amenaza de ETA han hecho el resto. A fecha de hoy, no hay fotografías de la Familia Real a bordo de su lujosa cabalgadura náutica. El 'Fortuna' es un yate fantasma, que vaga por el Mediterráneo porque avergüenza a sus pasajeros. En resumen, la antítesis de la componente exhibicionista que gobierna la adquisición de embarcaciones de recreo.