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El primer abucheo frente a un palacio real
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Matías Vallés

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El primer abucheo frente a un palacio real

Mallorca alberga desde esta semana el discutible honor de haber registrado el primer abucheo frente a un palacio real de la historia y la crisis recientes.

Mallorca alberga desde esta semana el discutible honor de haber registrado el primer abucheo frente a un palacio real de la historia y la crisis recientes. De momento, el destinatario de la pitada no era el inquilino de Marivent sino su invitado, un tal Mariano Rajoy. Medio centenar de abigarrados manifestantes le recriminaron el martes su política económica y sexual, además de exhibir una bandera republicana cuyo destinatario no sería estrictamente el presidente del Gobierno. Un gesto mínimo por comparación con el calor que nos ocupa, pero pueden anotarlo junto al asalto de supermercados como gérmenes del otoño que viene. La movilización aumenta de volumen al recordar que se ha producido en la isla de la calma, que no sigue a profetas ni persigue a brujas. Por pereza, más que nada.

Medio centenar de abigarrados manifestantes le recriminaron el martes su política económica y sexualExpresada en términos simétricos, la concentración de protesta ante Marivent es tan sorprendente como una congregación espontánea de mallorquines para festejar a la Familia Real. La foto más simbólica del pasado verano muestra a dos mujeres llamadas Letizia Ortiz y Cristina de Urdangarin paseando tranquilamente por las calles de Palma, sin un escolta encima de ellas. Se cruzan con un grupo de jóvenes que aprecian las siluetas de las princesas, pero que ni siquiera abandonan sus taburetes para piropearlas. 

Esta escena desenfadada sería hoy inimaginable, y no sólo por el recrudecimiento de la tensión entre cuñadas. Los ministros suprimen su agenda pública por el temor a enterarse en público de la valoración popular que los sondeos del CIS hacen llegar a sus despachos, y el temor a la indignación ciudadana se ha propagado a la Corona.

Aunque el manto regio no protegió a Rajoy, el presidente no debe tomarse la protesta frente a Marivent como algo personal. Le hubieran abucheado aunque fuera un gobernante eficaz. Una vez más, la clave radica en la residencia palaciega, que habitualmente pasa tan desapercibida que cuenta con una parada de autobús junto a la puerta principal, además de estar situada frente a una gasolinera y un Mercadona. No es la primera vez que se oyen pitidos en un acto presidido por el Rey, véase el jolgorio patriótico del 12 de octubre. 

Ni siquiera es la primera vez que un destacado miembro de la Familia Real ha de enfrentarse en Mallorca al descontento ciudadano con su persona. En 2005, los príncipes de Asturias estrenaron una gira autonómica en Baleares. Al visitar la universidad, un apreciable contingente de estudiantes catalanistas exteriorizó su descontento con la presencia del heredero en la institución educativa. Felipe de Borbón resolvió la situación con desparpajo, al saludar sonriente a quienes le silbaban como si le estuvieran homenajeando.

Mallorca alberga desde esta semana el discutible honor de haber registrado el primer abucheo frente a un palacio real de la historia y la crisis recientes. De momento, el destinatario de la pitada no era el inquilino de Marivent sino su invitado, un tal Mariano Rajoy. Medio centenar de abigarrados manifestantes le recriminaron el martes su política económica y sexual, además de exhibir una bandera republicana cuyo destinatario no sería estrictamente el presidente del Gobierno. Un gesto mínimo por comparación con el calor que nos ocupa, pero pueden anotarlo junto al asalto de supermercados como gérmenes del otoño que viene. La movilización aumenta de volumen al recordar que se ha producido en la isla de la calma, que no sigue a profetas ni persigue a brujas. Por pereza, más que nada.