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Urdangarin, el chico de los azotes de la Familia Real
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Matías Vallés

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Urdangarin, el chico de los azotes de la Familia Real

El recién fallecido Gore Vidal se convirtió en superventas en España con su novela Juliano el Apóstata, sobre el emperador romano que restauró el paganismo para

El recién fallecido Gore Vidal se convirtió en superventas en España con su novela Juliano el Apóstata, sobre el emperador romano que restauró el paganismo para frenar a los galileos o cristianos. El protagonista se plantea una hipotética pregunta a sus súbditos sobre el papel que debía desempeñar:

–¿Queréis un hombre o una estatua?

Y el 'populus' respondería:

–Una estatua.

Las estatuas humanas de la Familia Real española atraviesan tiempos agitados. De hecho, son desmontadas periódicamente en el Museo de Cera, equivalente postmoderno de la estatuaria clásica. La imagen es fundamental para los seres de origen divino, según ha demostrado la genial artista -que no restauradora- del 'Ecce homo', al exponer la teoría estética de que el Cristo no tenía por qué reflejar la perfección física de su Padre. Quizás era gordo.

Sin necesidad de viajar a la isla, Iñaki Urdangarin se ha convertido en protagonista del verano mallorquín, y por tanto de estas crónicas estacionales. Su actitud desafiante desde las páginas de la prensa del corazón tal vez no constituya la defensa más inteligente para un presunto saqueador de fondos públicos. Sin embargo, y siempre atentos a sorprender a nuestros lectores, desde esta sección tan profana como Juliano vamos a defender que son los familiares del balonmanista olímpico, y por tanto pagano, quienes se refugian detrás de la musculatura que este verano no se ha dorado junto al Mediterráneo.

Sin necesidad de viajar a la isla, Iñaki Urdangarin se ha convertido en protagonista del verano mallorquín, y por tanto de estas crónicas estacionales. Su actitud desafiante desde las páginas de la prensa del corazón tal vez no constituya la defensa más inteligente para un presunto saqueador de fondos públicos

Cada vez que la densidad informativa decae, podemos contar con un titular referente a Urdangarin. Se le saca bajo palio y bajo palo, para constatar su fertilidad a la hora de obtener dinero por medios tortuosos y, por supuesto, su desvinculación radical de una familia política que lo idolatraba cuando era la antítesis de Jaime de Marichalar. El exesposo de Elena de Borbón se queja amargamente del tercer grado al que fue sometido por el jefe de Estado, tras heredar un piso madrileño de una familiar. Se vio obligado a justificar detalladamente la propiedad, mientras su concuñado obtenía millones de euros de comunidades gobernadas por el PP y de empresarios que creían cobrar un pedazo de acceso a La Zarzuela.

Mientras su esposo declaraba en un juzgado de Instrucción, Cristina de Borbón recibía llamadas de sus próximos en la soledad fuera de temporada de Marivent. La hija favorita de Juan Carlos de Borbón contaba a sus amistades que "estoy tranquila, porque hoy Iñaki lo aclarará todo". Ocurrió lo contrario, y la comparecencia ante el juez José Castro convenció por fin a la Casa del Rey de que tenía un problema serio con la credibilidad del yernísimo. Y aquí viene lo grave: que no lo detectó o no hizo esfuerzo alguno o cerró piadosamente los ojos durante los largos años en que el incisivo recaudador llamaba prácticamente todos los opulentos del país, con unas mañas seductoras que envidiaría el propio Ruiz Mateos.

Y llegamos así a nuestra tesis. Las monarquías inglesa y alemana crearon la figura del “chico de los azotes” o "whipping boy". Acompañaba al auténtico príncipe pero, como nadie salvo el rey podía reprender a su sucesor, el muchacho sin sangre azul recibía los castigos que merecía su ilustre compañero. El paralelismo con Urdangarin es inmediato. Se le ha utilizado como el escudo humano que blinda comportamientos extraños de sus familiares, tal vez ha sido más Borbón que Urdangarin. 

El recién fallecido Gore Vidal se convirtió en superventas en España con su novela Juliano el Apóstata, sobre el emperador romano que restauró el paganismo para frenar a los galileos o cristianos. El protagonista se plantea una hipotética pregunta a sus súbditos sobre el papel que debía desempeñar:

Iñaki Urdangarin