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Cristina en Mallorca, hola y adiós
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Matías Vallés

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Cristina en Mallorca, hola y adiós

Unos veranos atrás, Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin veraneaban en su palacete particular de Mallorca, ajenos al incipiente escándalo que hoy ya se conoce en

Unos veranos atrás, Cristina de Borbón e Ignacio Urdangarin veraneaban en su palacete particular de Mallorca, ajenos al incipiente escándalo que hoy ya se conoce en todo el mundo. Se habían citado con su gran amiga mallorquina en la legendaria playa de Es Trenc, y le avisaron de que la recogerían “con el barco”. El vehículo en cuestión es el yate Fortuna, cuyos depósitos se llenan con miles de euros. La excursión estaba preparada cuando llegó el veto de las alturas. Ni hablar de fletar el lujoso palacio flotante cuando arreciaban las críticas por el funcionamiento de las sociedades mercantiles de la pareja. Aquel ucase marcó el comienzo del exilio interior del matrimonio, que tanto ha hecho para que su hermano y cuñado Felipe no alcance el trono de España.

No está bien que lo diga un aborigen, pero Mallorca es una adicción difícil de superar. Sólo así puede explicarse la fugaz aparición en la isla de Cristina de Borbón el pasado lunes. La opinión pública local aprueba mayoritariamente su citación - que ha bloqueado el Gobierno- como imputada para responder por la generosa cantidad de fondos autonómicos derivados hacia la mercantil Aizoon, de la que posee la mitad de las acciones. Los amigos de fundamentar sus juicios en cifras deben saber que la Infanta recibió al menos 300.000 euros de las arcas públicas, jamás justificados y a cambio de servicios que Hacienda ha determinado irrevocablemente que su sociedad no estaba capacitada para prestar. Los Urdangarin Borbón empleaban a personal de servicio como si fueran avezados consultores especializados que rastreaban economías y econometrías por la red.

Cristina es la última prueba de la invulnerabilidad de La Zarzuela

Cristina ha vuelto, pero no para quedarse. Ha llegado a poseer cinco pisos en la isla, un dato que los lectores de esta página fueron los primeros en conocer entre la estupefacción y la incredulidad. La vinculación de Cristina con Mallorca es la más fuerte de la Familia Real, con la posible excepción de la Reina. Antes del simulacro de ostracismo al estilo Cospedal con Bárcenas, cogían las llaves del ‘Fortuna’ como si fuera el utilitario de papá. Los Urdangarin Borbón eran los últimos en abandonar el complejo de Marivent en vacaciones, circunnavegaban la isla o comían en restaurantes donde disertaban sobre el contenido energético de las aceitunas.

Cristina conoce Mallorca con los ojos cerrados, y en especial su vida nocturna. Tal vez fuera en la isla donde planteó su personal ultimátum al Rey con motivo de su enamoramiento irreversible. “Más vale que te guste”, le dijo su hija favorita al jefe de Estado. Con perspectiva, más valdría que no le hubiera gustado. También fue en Mallorca donde se detalló la infeliz estrategia que la Casa del Rey urdió para solventar el escándalo. La Zarzuela suspiraba para que Telefónica se deshiciera de su ejecutivo americano -un puesto muy codiciado entre los cargos de la empresa con hijos en edad universitaria- en aplicación de su código ético. A continuación, la Infanta se percataría de que su futuro económico quedaba comprometido, y abandonaría a su esposo. Nada salió según lo esperado, y la confianza ciega se cifra ahora en el famoso cortafuegos que ha de impedir la declaración judicial de la Infanta. A continuación, un enjuague descomunal en los tribunales supremos desactivaría simultáneamente a Bárcenas, los ERE y el ‘caso Nóos’.

Cristina, hola y adiós. Llegó, vio y se marchó. La novelesca esposa de Bárcenas sigue imputada por sus manejos bancarios. Las esposas de Millet y Montull, los expoliadores del ‘caso Palau’, han mantenido abierta su imputación durante años, hasta que el juez ha considerado desdeñable su participación en las turbias sociedades conyugales. Cristina es la última prueba de la invulnerabilidad de La Zarzuela. Llegó a Palma temiendo que los silbidos piropeadores de antaño se tornaran lanzas abucheadoras. Seguramente le invadió la misma nostalgia que cuando aguardaba en Marivent la primera declaración de su esposo y confiaba a sus próximos que “Iñaki lo explicará todo”. Nada ha salido según lo planeado.

placeholder La infanta cristina acudió junto a sus hijos a la escuela de vela de calanova (efe).

Unos veranos atrás, Cristina de Borbón e Ignacio Urdangarin veraneaban en su palacete particular de Mallorca, ajenos al incipiente escándalo que hoy ya se conoce en todo el mundo. Se habían citado con su gran amiga mallorquina en la legendaria playa de Es Trenc, y le avisaron de que la recogerían “con el barco”. El vehículo en cuestión es el yate Fortuna, cuyos depósitos se llenan con miles de euros. La excursión estaba preparada cuando llegó el veto de las alturas. Ni hablar de fletar el lujoso palacio flotante cuando arreciaban las críticas por el funcionamiento de las sociedades mercantiles de la pareja. Aquel ucase marcó el comienzo del exilio interior del matrimonio, que tanto ha hecho para que su hermano y cuñado Felipe no alcance el trono de España.

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