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El Rey recibe en Marivent a un Rajoy noqueado
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Matías Vallés

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El Rey recibe en Marivent a un Rajoy noqueado

Luis Bárcenas ha concedido vacaciones de verano a Rajoy, que sin embargo no deberá confiarse porque los sobresaltos han sustituido a los sobresueldos. El Rey recibe

Los encuentros de Juan Carlos de Borbón y los sucesivos presidentes del Gobierno en Marivent permitían calibrar la duración de las vacaciones presidenciales, al borde de la eternidad en el caso de Zapatero. No es de extrañar que se le pasara por alto el desencadenamiento de la crisis que ha barrido al PSOE, ociaba más días que Bush. Las audiencias también han permitido calibrar la sintonía entre el jefe de Estado y su primer ministro, siempre más acentuada con los socialistas que con los populares, en aplicación de las leyes del magnetismo sobre la repulsión de polos del mismo signo. Antes de que las instituciones estatales se precipitaran al vacío, se concertaba una primera cita a principios de agosto, y otra a finales de mes. Tal vez por el comienzo a mediados de mes de la Liga de fútbol que concentra la atención presidencial, se ha suprimido la cita de clausura.

El presidente estaba descentrado por completo y mostraba el notable estado de abatimiento de quien ha roto con un amigo de toda la vida, por no mencionar los sobresueldos

El Rey finaliza hoy su ajetreada agenda en Balears, dado que celebró la cena de despedida con las autoridades locales al día siguiente de haber desembarcado en la isla. Comienzan por tanto las jornadas ambiguas en que, so pretexto de hallarse de vacaciones en Mallorca, el Jefe de Estado se desplaza a cualquier lugar del planeta, con frecuencia a África en misión humanitaria. Supongo que tenemos que explicar el titular, donde se habla de un “Rajoy noqueado”. La ventaja del verano mallorquín consiste en que Madrid se traslada masivamente a la isla, llevando a cuestas las confidencias que se cuecen en la capital. Por unas semanas, tienes que aterrizar en Palma si deseas estar en contacto con la corte.

Una de las personas que departió con Rajoy, días antes del debate parlamentario sobre Bárcenas, explica que el presidente era “incapaz de seguir una conversación”. Había que recapitular constantemente los términos del diálogo, el presidente estaba descentrado por completo y mostraba el notable estado de abatimiento de quien ha roto con un amigo de toda la vida, por no mencionar los sobresueldos. Puede que la intervención ante el Congreso en el Senado mejorara los biorritmos presidenciales. Tiene gracia que haya sido comparado con el Nixon consumido por Watergate, y que se llame Simon Nixon el columnista del ‘Wall Street Journal’ que ha alcanzado notoriedad en España al proclamar que la mezcla de pasividad y austeridad del Gobierno ha dado sus frutos. Rupert Murdoch aprieta, pero no ahoga.

Los lectores más recalcitrantes insistirán en que Rajoy no responde al patrón de los veraneantes mallorquines, por lo que debería ausentarse de esta sección. Se equivocan. Como vicepresidente de Aznar y como líder de la oposición disfrutó de dilatadas estancias en la isla. Siempre a solas, sin los miembros de la familia hacia quienes ha expresado su devoción. He tenido el honor de compartir largos ratos con Rajoy, y me asombraba que el número dos pudiera permanecer horas sin sufrir ninguna intromisión del mundo exterior. Ni una llamada telefónica, los escoltas a notable distancia. Habitaba una paz inquietante, el aislamiento radical. Le gustaba el lujoso hotel Son Vida en las afueras de Palma, pero me dijo que “se ha puesto a unos precios...”, por lo que cambió al Arabella de la misma cadena en la siguiente estancia. Ignoro de qué caja salían las reservas hoteleras.

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