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Bermejo apesta a cadáver (político, se entiende)
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Bermejo apesta a cadáver (político, se entiende)

A los progres patrios, estos que van por ahí alardeando de la defensa de los más pobres y marginados de la sociedad, numantinos adalides del pensamiento

A los progres patrios, estos que van por ahí alardeando de la defensa de los más pobres y marginados de la sociedad, numantinos adalides del pensamiento único y esclavos de la visa oro, les molesta –por no decir otra cosa más fuerte- que se les compare con el franquismo. Se revuelven enseguida si uno ajusta la imagen de Rodríguez a la de un vulgar franquito al que lo único que obsesiona es la eternidad en el Gobierno y es lo único que le mueve. Y se alteran si se te ocurre decir que el ministro Bermejo es un falangista. Pero lo es. Lo fue su padre, y lo es él. No es un insulto, es una constatación de la realidad. Verán, no es una cuestión ideológica, sino de interiorización de unos modos de comportamiento propios del falangismo y del franquismo. A estas alturas, franquistas como tales ya quedan pocos, por no decir casi ninguno, pero perdura un franquismo sociológico que sobrevive instalado, no en la derecha liberal –donde no tiene cabida-, sino en una izquierda que comulga con ese mismo objetivo de partido único, perdurabilidad y ocupación del poder en toda su extensión que servía de cimiento al Régimen. Ese franquismo sociológico, al que le daba igual churras que merinas, se instaló de inmediato en el socialismo y fue tejiendo una poderosa red de influencias en la izquierda, hasta el punto de que los políticos socialistas se dejaron tentar y aprovecharon la estructura de seguridad e información que le ofrecían los viejos miembros de los servicios policiales del Régimen. ¿Cómo, sino, creen que fueron posibles los GAL y otras andanzas del anterior Gobierno socialista? Pues bien, con este nuevo Gobierno del PSOE ha pasado tres cuartos de lo mismo con una salvedad, que además los franquistas, o falangistas, se han instalado en el propio Consejo de Ministros.

Digo, insisto, que es una cuestión de haber interiorizado comportamientos, más que ideológica, aunque también se trata de esto último –el franquismo bebe en las aguas del socialismo y de la intervención del Estado en la sociedad-, y por eso no es de extrañar que ciertas cosas se repitan como en aquella película que le gusta tanto a mi compañera María José, El día de la marmota. Los socialistas, algunos socialistas –perdón, creo que hay mucha gente honrada, incluso en el Gobierno, que no es así-, se creen amparados de una absoluta impunidad para hacer de su capa un sayo, ir a cazar a fincas del Estado como si fueran suyas, y responder a la oposición y a los jueces en huelga con una chulería propia de un jefe de escuadra de la Falange. Pero lo cierto es que nunca antes, con la excepción de otra ministra que peca de las mismas manera como es la de Fomento, un miembro del Gobierno había conseguido dilapidar su escaso capital político en tan poco tiempo, y apestar a cadáver hasta el punto de que a su lado hay que taparse la nariz. Ayer, sin ir más lejos, su jefe de filas y la vice lo dejaron solo ante los miuras de la oposición, pero lejos de arrugarse el tío encima hace gala de su manera antidemocrática, populista y franquista de entender su “trabajo”.

Bermejo ha conseguido batir records importantes: es el primer ministro de Justicia al que los jueces le hacen una huelga; ha politizado hasta extremos que rayan lo delictivo la Fiscalía del Estado; demuestra un pésimo respeto hacia la democracia y el necesario control parlamentario de su labor; se ríe de los ciudadanos –votantes y contribuyentes- cuando no se cisca –metafóricamente hablando- en sus derechos; ha degradado la Justicia hasta sus niveles más bajos de aceptación popular; ha roto cualquier posibilidad de consenso con la oposición traicionando los acuerdos a los que había llegado con el PP; en su haber se cuentan delitos achacables al mal funcionamiento de la Justicia como el de la niña Mari Luz; lejos de avanzar en la modernización y agilización de los juzgados, éstos acumulan millones de causas pendientes sin que sea posible solucionar el problema… Razones más que suficientes como para que el presidente del Gobierno le hubiera puesto ya de patitas en la calle, pero en lugar de eso lo mantiene en su puesto haciéndose corresponsable de sus tropelías y de sus desmanes. Claro que no cabe esperar otra cosa de un presidente del Gobierno con cuya actuación se está llegando a los niveles más bajos de calidad democrática que nunca haya alcanzado este país. Que sigan cazando en Quintos de Mora a costa de nuestros impuestos, mientras el resto del país se hunde en una de las peores crisis de su historia. Por cierto, ¿alguien de la oposición ha tenido a bien preguntar con quién se iba el ministro de caza a la famosa finca, además de con su familia? A lo mejor se llevan una sorpresa interesante…

A los progres patrios, estos que van por ahí alardeando de la defensa de los más pobres y marginados de la sociedad, numantinos adalides del pensamiento único y esclavos de la visa oro, les molesta –por no decir otra cosa más fuerte- que se les compare con el franquismo. Se revuelven enseguida si uno ajusta la imagen de Rodríguez a la de un vulgar franquito al que lo único que obsesiona es la eternidad en el Gobierno y es lo único que le mueve. Y se alteran si se te ocurre decir que el ministro Bermejo es un falangista. Pero lo es. Lo fue su padre, y lo es él. No es un insulto, es una constatación de la realidad. Verán, no es una cuestión ideológica, sino de interiorización de unos modos de comportamiento propios del falangismo y del franquismo. A estas alturas, franquistas como tales ya quedan pocos, por no decir casi ninguno, pero perdura un franquismo sociológico que sobrevive instalado, no en la derecha liberal –donde no tiene cabida-, sino en una izquierda que comulga con ese mismo objetivo de partido único, perdurabilidad y ocupación del poder en toda su extensión que servía de cimiento al Régimen. Ese franquismo sociológico, al que le daba igual churras que merinas, se instaló de inmediato en el socialismo y fue tejiendo una poderosa red de influencias en la izquierda, hasta el punto de que los políticos socialistas se dejaron tentar y aprovecharon la estructura de seguridad e información que le ofrecían los viejos miembros de los servicios policiales del Régimen. ¿Cómo, sino, creen que fueron posibles los GAL y otras andanzas del anterior Gobierno socialista? Pues bien, con este nuevo Gobierno del PSOE ha pasado tres cuartos de lo mismo con una salvedad, que además los franquistas, o falangistas, se han instalado en el propio Consejo de Ministros.