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Cacería contra el PP: el PSOE entró a por lana, y salió trasquilado
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Cacería contra el PP: el PSOE entró a por lana, y salió trasquilado

Se dice que no debe hacerse leña del árbol caído, pero a mí me van a perdonar porque lo que me pide el cuerpo es atizarles

Se dice que no debe hacerse leña del árbol caído, pero a mí me van a perdonar porque lo que me pide el cuerpo es atizarles al ministro pendenciero y al juez prevaricador sin piedad, o al menos con la misma piedad con la que ellos han abusado de sus respectivos cargos para hacerle la vida imposible a todo aquel que se les pusiera por delante. Bermejo ha caído -ya les dije la semana pasada que olía a cadáver-, y aunque tarde, la dicha es buena. No ha habido peor ministro de Justicia que él, que además ha demostrado el peor de los talantes y se ha mostrado como un auténtico déspota. Pero Bermejo no es el único responsable. De entrada, aunque las responsabilidades políticas las haya asumido él -era insostenible un ministro que cuenta en su haber con graves infracciones de la ley-, quien de verdad debería dar explicaciones a los ciudadanos y pedir perdón a la opinión pública por haberle nombrado es Rodríguez. Pero permítanme que les haga caer en la cuenta de que si no llega a ser porque los chicos de Intereconomía nos descubrieron la cacería maldita de Garzón y Bermejo en Jaén, hoy el ministro seguiría al frente de su departamento retorciendo un poco más la ley y violando otro poco más el Estado de Derecho para poner la Justicia al servicio del Gobierno.

 

Bermejo ha caído porque se había convertido en la viva imagen de la corrupción, no de la corrupción político-económica de la que tanto se habla estos días, sino de la peor de las corrupciones, la que afecta a la estructura misma del Estado de Derecho, la que ha matado a Montesquieu: la que configura en una sola comunidad de intereses a los tres poderes del estado supuestamente independientes entre sí. Por eso la dimisión de Bermejo no es suficiente, y esta trama de intereses conciliados entre política y justicia debe tener otra víctima: el juez Garzón, en quien además concurren otras razones que podrían ser motivo de investigación por parte del CGPJ.

El órgano de los jueces debería preguntarse hasta donde llega la relación del juez con la fiscal Dolores Delgado, qué hacía ésta en la famosa cacería, y si esa relación va más allá de lo profesional y, por lo tanto, puede estar interfiriendo en algunos de los procesos que sigue el magistrado cuestionando la propia instrucción de los mismos. Los asuntos personales de un juez son personales mientras no afecten a terceros, pero cuando lo hacen pasan a tener rango de consecuencias jurídicas, independientemente de que al juez le den o no subidas de tensión después de recibir determinadas llamadas desde su domicilio particular. Su inhibición en el caso que ocupa las portadas de El País desde hace dos semanas no es suficiente: a Garzón habría que apartarlo de la carrera judicial.

Lo tremendo de todo esto es que todos los implicados en esta trama contra el PP son juez y parte de la misma, y todos han actuado al servicio de una causa, de un interés común, que no era otro que el de causarle al partido de Rajoy un daño que, de haber logrado su objetivo, habría sido irreparable. Con esto, y me remito a una afirmación que ya he hecho más veces, no quiero decir que el PP deba cerrar los ojos a la realidad y esconderse de sus propias responsabilidades: debe limpiar todo lo que está sucio dentro del partido y en sus aledaños en la medida que pueda hacer esto último. Pero es evidente que todo este espectáculo rocambolesco de idas y venidas de presuntos implicados, filtraciones, sospechas de nuevos imputados, tramas, acusaciones sin pruebas, conversaciones grabadas, etcétera, etcétera, se montó con ese único objetivo de hundir al PP y, como dice el refrán, quien entró a por lana, salió trasquilado.

Por ahora, el único que ha tenido que asumir su responsabilidad política por un comportamiento ajeno a la ética, la estética y la decencia democráticas, ha sido el ministro de Justicia, que también tiene bemoles, y ese galón se lo pone el PP, que, lejos de amilanarse ante el ataque coordinado de la Audiencia Nacional, el Gobierno, y los grupos Prisa y La Secta -visto así, impone, ¿eh?-, ha reaccionado con inusitada firmeza y poniendo al Gobierno a los pies de los caballos. Y a menos de una semana de las elecciones. Squeeze debe estar mordiéndose las uñas de rabia.

Se dice que no debe hacerse leña del árbol caído, pero a mí me van a perdonar porque lo que me pide el cuerpo es atizarles al ministro pendenciero y al juez prevaricador sin piedad, o al menos con la misma piedad con la que ellos han abusado de sus respectivos cargos para hacerle la vida imposible a todo aquel que se les pusiera por delante. Bermejo ha caído -ya les dije la semana pasada que olía a cadáver-, y aunque tarde, la dicha es buena. No ha habido peor ministro de Justicia que él, que además ha demostrado el peor de los talantes y se ha mostrado como un auténtico déspota. Pero Bermejo no es el único responsable. De entrada, aunque las responsabilidades políticas las haya asumido él -era insostenible un ministro que cuenta en su haber con graves infracciones de la ley-, quien de verdad debería dar explicaciones a los ciudadanos y pedir perdón a la opinión pública por haberle nombrado es Rodríguez. Pero permítanme que les haga caer en la cuenta de que si no llega a ser porque los chicos de Intereconomía nos descubrieron la cacería maldita de Garzón y Bermejo en Jaén, hoy el ministro seguiría al frente de su departamento retorciendo un poco más la ley y violando otro poco más el Estado de Derecho para poner la Justicia al servicio del Gobierno.

Baltasar Garzón