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MD, o cómo a Rosa Díez se le ha hundido el chiringuito
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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MD, o cómo a Rosa Díez se le ha hundido el chiringuito

A Miguel Durán le conozco -personalmente- desde hace más bien poco tiempo, pero ya en el pasado le tenía aprecio pues el hecho de haber sido

A Miguel Durán le conozco -personalmente- desde hace más bien poco tiempo, pero ya en el pasado le tenía aprecio pues el hecho de haber sido víctima de la persecución implacable del juez Baltasar Garzón le hacía ganar muchos enteros: que te persiga no deja de ser todo un certificado de buen demócrata, teniendo en cuenta que el magistrado es un antagonismo del Estado de Derecho y un brazo armado del estado policial. Después he ido conociendo a una persona moderada en las formas, firme en la defensa de sus principios, con ideas bastante claras y atractivas sobre cómo debe ser la democracia, próximo al liberalismo, buen conversador y mejor amigo. Yo no votaré a Libertas ni a la candidatura que encabeza Miguel Durán porque aunque aborrezca con toda mi alma esta Europa de burócratas aferrados al sillón y me gustaría, de verdad, que se transformara en una Europa de ciudadanos con unas estructuras mucho más democráticas, hay dos razones por las que me resisto a probar algo tan nuevo: una es que en este caso creo que las elecciones europeas son fundamentales para ejercer un voto de castigo a Rodríguez -pero de esto hablaré en otra ocasión-, y la segunda es una natural desconfianza hacia lo desconocido que se complementa con la convicción de que antes que cambiar Europa, tenemos que cambiar los estados que la componen, y son tantas las décadas que llevamos en ese empeño que como utopía lo veo muy loable, pero habrá que empezar a ser realistas y, al menos, intentar mejorar lo que se pueda.

No es una actitud derrotista, ni mucho menos. Creo que es posible, y ahora ya me detengo en el caso español, mejorar nuestra democracia, y hacerlo desde los propios partidos que dan sustento a la soberanía popular. Pero eso no es óbice para que la candidatura de Ciudadanos-Libertas me resulte simpática, aunque no comparta muchos de los postulados de algunas de las formaciones que la sustentan y que ideológicamente pescan en las aguas de la socialdemocracia. Ese objetivo de una Europa de los ciudadanos, en la que el Parlamento Europeo tenga capacidad de decisión y en la que a los miembros de la Comisión se les elija por el método del sufragio universal, no puede por menos que contar con mi benevolencia. De hecho, esa candidatura puede resultar muy atractiva para un votante de centro-izquierda, que reniegue de votar al PSOE después de tanto engaño y de una política que nos conduce al desastre, pero que en lugar de votar al PP se incline por la abstención. Pero en ese mismo espacio la candidatura de Miguel Durán coincide, choca mejor dicho, con la de UPyD que encabeza Francisco Sosa Wagner, un perfecto desconocido para casi todo el mundo salvo para sus alumnos y para Rodríguez -fue profesor suyo-, de ahí que el peso de la campaña lo vaya a llevar Rosa Díez. El hecho de que dos listas pugnen por un mismo espacio electoral no debería sorprendernos ni provocar rechazo alguno, pero sin embargo los ‘demócratas’ de siempre, aquellos que sólo entienden la democracia vista desde su propio prisma, han desatado una campaña feroz contra la candidatura de Miguel Durán.

¿Por qué? Sencillo. La candidatura de Durán no es un engaño, ni nace de una operación mediática que utiliza a una mujer de izquierdas perfectamente previsible, para conquistar el voto de la extrema derecha del PP o el voto más conservador y católico ocultándole la verdadera naturaleza del ideario laicista y proabortista de Rosa Díez, o mintiendo sobre su conversión prematura al centralismo y el supuesto abandono de los principios por parte del Partido Popular. La candidatura de Durán no es una farsa montada como excusa para cargarse de razones y argumentos falsos y prefabricados contra el líder del PP. La candidatura de Ciudadanos-Libertas no busca su nicho electoral en el fundamentalismo conservador, sino que pretende atraer a ese elevado porcentaje de descontentos provenientes de la izquierda moderada, de ahí que el elegido para encabezar la lista sea una persona de sobra conocida, con una visión muy abierta y plural de la sociedad, que lo primero que dejó claro antes de aceptar el encargo fue que él no iba a esa lista a defender posiciones ultracatólicas -que es de lo que se acusa a la Plataforma Libertas-, sino algo tan simple y aceptable como una Europa más democrática.

Con esos mimbres, era evidente que a Rosa Díez le salía algo más que una china en el zapato: en su propio terreno aparecía alguien con más credibilidad que ella. Para colmo de males, sus sostenes mediáticos se baten en retirada, y a partir del verano se va a quedar más sola que la una sin que nadie ladre todas las mañanas insultos e improperios para los demás, y halagos y lisonjas para ella como si no supiéramos nadie de qué pie cojea. Las últimas elecciones gallegas y vascas han puesto de manifiesto dónde está su fuerza electoral: en Galicia, cero, y en el País Vasco solo ha recogido los votos de la extrema derecha que dejó huérfanos Unidad Alavesa, porque en Vizcaya y en Guipúzcoa todo el mundo sabe cómo es y lo que hizo. Lo curioso es que los mismos que ahora se inventan, por ejemplo, que detrás del Partido Socialdemócrata -parte de la candidatura de Durán- están Balbás y Tamayo, lo cual es mentira, o que Libertas es una formación de extrema derecha anti-europeista, que también es mentira, o buscan cualquier otra excusa para desacreditar la candidatura de Miguel Durán, son los mismos que respaldan a una mujer que hace un año acusaba al PP y al PSOE de pretender prohibir “si pudieran, la aparición de nuevas fuerzas políticas y decretarían el bipartidismo obligatorio”. Pues estos, si pudieran, impondrían la ley del partido único: UPyD. Y ustedes ya saben lo que es eso, puro totalitarismo, férrea dictadura de las conciencias.

No, miren, a Rosa Díez se le ha ido al garete su invento porque no nacía de un verdadero sentimiento de transversalidad en la política, de una pretensión sincera por querer cambiar algunas cosas aún siendo consciente de que la democracia perfecta no existe. Nacía de una idea conspiradora, frentista, que no buscaba espacios de acuerdo sino rupturas violentas y viscerales. Basta con ver de dónde surgían sus apoyos mediáticos. La candidatura de Miguel Durán sí que tiene esa vocación de transversalidad, y en la medida en que es así es posible que en el futuro ese proyecto pueda convertirse en algo parecido a un partido bisagra que introduzca cierta dosis de cordura en las relaciones parlamentarias sometidas ahora al chantaje permanente del nacionalismo. Aunque para eso sería muy necesario cambiar la ley electoral. El resultado de las europeas será muy decisivo en ese tipo de movimientos, pero a la vista de cómo algunos han reaccionado ante la aparición en escena de alguien tan próximo a la idea de ciudadano como es Miguel Durán, y por lo tanto tan fácilmente cercano a la gente de la calle, quizá sea cierto que estamos ante un proyecto capaz de encontrar un discurso atractivo para ese importante número de ciudadanos descontentos de la política. Precisamente lo que no ha conseguido Rosa Díez, y ella sabe muy bien por qué.

A Miguel Durán le conozco -personalmente- desde hace más bien poco tiempo, pero ya en el pasado le tenía aprecio pues el hecho de haber sido víctima de la persecución implacable del juez Baltasar Garzón le hacía ganar muchos enteros: que te persiga no deja de ser todo un certificado de buen demócrata, teniendo en cuenta que el magistrado es un antagonismo del Estado de Derecho y un brazo armado del estado policial. Después he ido conociendo a una persona moderada en las formas, firme en la defensa de sus principios, con ideas bastante claras y atractivas sobre cómo debe ser la democracia, próximo al liberalismo, buen conversador y mejor amigo. Yo no votaré a Libertas ni a la candidatura que encabeza Miguel Durán porque aunque aborrezca con toda mi alma esta Europa de burócratas aferrados al sillón y me gustaría, de verdad, que se transformara en una Europa de ciudadanos con unas estructuras mucho más democráticas, hay dos razones por las que me resisto a probar algo tan nuevo: una es que en este caso creo que las elecciones europeas son fundamentales para ejercer un voto de castigo a Rodríguez -pero de esto hablaré en otra ocasión-, y la segunda es una natural desconfianza hacia lo desconocido que se complementa con la convicción de que antes que cambiar Europa, tenemos que cambiar los estados que la componen, y son tantas las décadas que llevamos en ese empeño que como utopía lo veo muy loable, pero habrá que empezar a ser realistas y, al menos, intentar mejorar lo que se pueda.

UPyD Rosa Díez