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¡Qué difícil es hacer oposición!
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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¡Qué difícil es hacer oposición!

Sobre todo con tanto lameculos mediático bailando al son de la flauta mágica de Rodríguez o, dicho de otro modo, con tanto baluarte de la independencia

Sobre todo con tanto lameculos mediático bailando al son de la flauta mágica de Rodríguez o, dicho de otro modo, con tanto baluarte de la independencia informativa y la libertad de expresión pidiendo árnica presupuestaria al Gobierno a cambio de pisotear esos principios por los que tanto dicen haber luchado. Verán, a mi es que hay cosas que me resultan de lo más sorprendentes. Entiendo que al diario independiente de la mañana le provoque orgasmos de satisfacción cada vez que Rodríguez abre la boca, aunque sea para decir cualquiera de sus memeces. Eso va de suyo, que por algo es independiente. Puedo comprender que La Secta y todas sus terminales mediáticas se pongan firmes cada vez que Rodríguez da la voz de “¡ar!”, que para eso los ha bañado en millones. Pero después de haber escuchado el conjunto de sandeces que el presidente del Gobierno hiló bajo la pretendida definición de discurso del debate del estado de la Nación, me resulta de todo punto increíble que haya un solo periodista independiente, o que se crea tal cosa, capaz de decir una sola cosa buena de ese relato propio de Alicia en el País de las Maravillas. Y, sin embargo, así fue. ¿Por qué? Fácil, porque en este país son habas contadas los medios y los periodistas verdaderamente libres e independientes. El resto, bien sea por hábito, o bien sea por débito, están todos más comprados que un policía corrupto de los tiempos de Al Capone, y más manoseados que una pelandusca carcomida de la calle Montera.

Así es imposible hacer oposición. Unos por lamerle el culo a Rodríguez, otros por pateárselo a Rajoy, al final resulta que las tribunas mediáticas elevan a la categoría de brillante uno de los peores discursos que hayan podido escucharse en el Parlamento: mal construido, mal escrito, mal dicho y plagado de memeces. Por no decir que, encima, se fue por peteneras como si en este país no hubiera una recesión de caballo y más de cuatro millones de parados haciendo cola a la espera de unas migajas en forma de contrato de lo que sea. El líder del PP se desgañitó, puso a Rodríguez ante el espejo crudo de la realidad y dibujó en él su imagen falsa y engañosa. Pulsó la tecla de la respuesta a la crisis -reformas, reformas y reformas-, y cuando Rodríguez le quiso devolver la pelota con un catálogo de insultos traídos desde casa escritos en una servilleta de papel, Rajoy le sacó los colores de sus propias contradicciones con una réplica y una dúplica que sí deberían pasar a los anales del parlamentarismo por su brillantez. Es verdad, a Rajoy se le da mejor improvisar, y a lo mejor él mismo debería ser consciente de que eso es lo que le hace ganar puntos. Pero, ¿en qué se fijan los periodistas? En que Rajoy les dijo a los diputados socialistas, después de que estos interrumpieran varias veces su discurso con una actitud bronca propia de taberna, que no sabían leer. Hombre, es para echarse a llorar, porque si en este país no estuviéramos como estamos podría parecer hasta divertido pararse a debatir sobre esas tonterías, pero perderse en las formas de esa manera cuando el fondo está como está, dice mucho del bajo nivel de calidad informativa de nuestra profesión.

Pero… ¿Qué quieren? Si resulta que la mayoría de los grupos mediáticos de este país le debe algo a este Gobierno… Unos porque les ha salvado la cuenta de resultados audiovisual con la nueva ley de financiación de RTVE hecha a gusto de las cadenas privadas aunque la trampa la tengamos que pagar los españoles con la subida de tarifas que nos van a aplicar las telecos, es decir, otro canon encubierto, esta vez para que los dueños de las ondas sigan haciendo su agosto. Otros porque Maritere, que también es la artífice de lo anterior, les está preparando un plan de salvamento in extremis al estilo Sarkozy para solventar las pérdidas de las caída de publicidad en los medios escritos de papel… ¿Dónde va a quedar la libertad de expresión, la garantía de una opinión libre e independiente, más allá de los medios digitales y de algunos grupos más pequeños que no están dispuestos a caer en las redes mafiosas que teje este Gobierno? El asunto es preocupante, no crean otra cosa. La tentación de controlar la prensa es tan vieja como la de ocupar el máximo de espacio de poder, y éste Gobierno sucumbe a ambas. Si a eso se une que de los pocos medios que dicen ser independientes, la mayoría la han tomado por una cuestión de espurios intereses con el líder de la oposición, al final aquí resulta que toda la información y la opinión que llega al gran público está, cuando menos, manipulada y tergiversada, por no decir además que es falsa y engañosa.

Un ejemplo, solo para tomar nota: los mismos que le critican a Rajoy no haber respondido al conjunto de propuestas de patio de colegio que Rodríguez expuso el martes por la mañana, son los que alaban por su contenido y por sus formas el discurso de Durán i Lleida esa misma tarde. Hombre, a mí me gustó mucho el discurso de Durán i Lleida, casi tanto como el de Rajoy, pero el portavoz de CiU tampoco respondió a ni una sola de las propuestas que por la mañana había hecho Rodríguez. ¿Por qué si no lo hace Rajoy está mal, y si no lo hace Durán está bien? ¿Quizás porque todos los medios críticos formaban parte de la trampa? Era evidente la intención de Rodríguez, tan evidente que hasta resultaba insultante: hacer creer que preparaba un discurso escorado a la izquierda –el domingo pasado en Vistalegre-, y luego presentarse con un conjunto de propuestas aparentemente aceptables para el centro-derecha y así obligarle a Rajoy a cambiar su discurso sobre la marcha para debatirlas. Infantil. “¡Ah!, pero, ¿no os ha sorprendido?”, le preguntaban los periodistas de El País a los diputados del PP en los pasillos del Congreso… “¿A estas alturas?”, contestaban éstos. A estas alturas pocas trampas de Rodríguez pueden ser efectivas, salvo porque hay toda una corte de medios y periodistas dispuestos a bailarle el agua y a hacerle el trabajo sucio, como así fue. Triste país, triste profesión, y difícil escenario para hacer oposición como mandan los cánones de una democracia libre e informada.

Sobre todo con tanto lameculos mediático bailando al son de la flauta mágica de Rodríguez o, dicho de otro modo, con tanto baluarte de la independencia informativa y la libertad de expresión pidiendo árnica presupuestaria al Gobierno a cambio de pisotear esos principios por los que tanto dicen haber luchado. Verán, a mi es que hay cosas que me resultan de lo más sorprendentes. Entiendo que al diario independiente de la mañana le provoque orgasmos de satisfacción cada vez que Rodríguez abre la boca, aunque sea para decir cualquiera de sus memeces. Eso va de suyo, que por algo es independiente. Puedo comprender que La Secta y todas sus terminales mediáticas se pongan firmes cada vez que Rodríguez da la voz de “¡ar!”, que para eso los ha bañado en millones. Pero después de haber escuchado el conjunto de sandeces que el presidente del Gobierno hiló bajo la pretendida definición de discurso del debate del estado de la Nación, me resulta de todo punto increíble que haya un solo periodista independiente, o que se crea tal cosa, capaz de decir una sola cosa buena de ese relato propio de Alicia en el País de las Maravillas. Y, sin embargo, así fue. ¿Por qué? Fácil, porque en este país son habas contadas los medios y los periodistas verdaderamente libres e independientes. El resto, bien sea por hábito, o bien sea por débito, están todos más comprados que un policía corrupto de los tiempos de Al Capone, y más manoseados que una pelandusca carcomida de la calle Montera.