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En manos de un auténtico irresponsable
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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En manos de un auténtico irresponsable

Hubo un tiempo en que por razones aparentemente lógicas una parte importante de la sociedad mostraba una irrefrenable tendencia hacia posicionamientos ciertamente radicales. Acabábamos de salir

Hubo un tiempo en que por razones aparentemente lógicas una parte importante de la sociedad mostraba una irrefrenable tendencia hacia posicionamientos ciertamente radicales. Acabábamos de salir de una dictadura férrea y era hasta cierto punto comprensible que los ciudadanos, o buena parte de ellos, buscaran satisfacción en el extremo contrario, y eso llevó a que los responsables políticos respondieran a esas demandas con posturas maximalistas en asuntos como la OTAN –OTAN no, bases fuera- o las centrales nucleares –Nuclear, no gracias-. Era tiempo de eslóganes fáciles y rentable demagogia, y accidentes como el de Chernobil restaban credibilidad a los argumentos de quienes desde el sentido común defendían la energía nuclear como una alternativa muy viable y barata a un más que probable escenario de escasez energética. Llevado por esa necesidad de satisfacer la demanda social, el gobierno de Felipe González aprobó la moratoria nuclear y España dejó de avanzar en ese campo permitiendo que el resto de los países de nuestro entorno nos tomaran una apreciable delantera. Pasaron los años y las cosas han cambiado notablemente. La nuestra es una sociedad que en su mayor parte huye de los radicalismos. Rodríguez supo utilizar muy bien esa baza en la pasada legislatura con asuntos como Educación para la Ciudadanía o los matrimonios gays que empujaron a las calles a los sectores católicos con los obispos en primera línea de batalla, de modo que el resto de la sociedad lejos de ver a Rodríguez como el ‘radical’, señalaba a estos sectores como los extremistas, de lo que Rodríguez obtuvo una ventaja singular.

Pero ya no cuela. Las provocaciones de antaño -aborto, píldora del día después-  ya no consiguen llenar las calles de católicos indignados marchando en pos de las sotanas, que era lo que la izquierda quería ver antes de las elecciones, y la oposición a estos asuntos se ha trasladado al terreno político, donde el que aparece como radical es Rodríguez, y como provocador. De cara a la sociedad, en un momento bien distinto al de la pasada legislatura, el presidente ha dejado de ser el campeón de talante y ahora muestra su rostro más irresponsable con un discurso extremadamente ideologizado y dirigido a satisfacer, en este caso, las demandas de sus electores más la izquierda, alejándose del centro político y de la moderación. Esa actitud es la que le lleva a mantener una posición absolutamente irresponsable en un asunto que es de vital importancia para nuestro futuro. Rodríguez solo mira por el corto plazo y por sus intereses electorales, pero a un presidente hay que exigirle que sea capaz de ver más allá, y el cierre de la central nuclear de Garoña, lejos de ser un símbolo del ecologismo, es una absoluta insensatez porque implica condenar a nuestro país al ostracismo energético y a una dependencia exterior cada vez mayor, lo que actúa en contra de nuestros propios intereses porque supone que la energía que compramos fuera se produce en su mayor parte mediante las mismas centrales nucleares que nosotros rechazamos tener aquí. Y, además, nos conduce a un encarecimiento de la energía difícil de soportar.

Que la energía nuclear es una energía limpia, barata y constante lo ha entendido ya todo el mundo y es lógico que políticos como Felipe González que en su día mantuvieron una actitud contraria, ahora hayan rectificado sus posiciones lo cual es muy de agradecer. No es el único converso, los hay muy destacados como el fundador de Greenpeace, Patrick Moore, para quien la correcta combinación de energía nuclear y renovable garantiza el abastecimiento futuro. Los expertos señalan que esa combinación debería darse en un porcentaje de un tercio para cada una de las fuentes de energía, la tradicional –ciclo combinado-, la nuclear y la renovable. Y en plena crisis económica, este debate cobra una singular importancia en lo que al coste de la energía se refiere. Pero, lejos de aceptar las opiniones de quienes quieren ver este asunto desde el sentido común, incluso dentro de su propio partido, Rodríguez vuelve a pretender engañarnos con recursos a la demagogia y con mentiras fáciles de desmontar. Justifica el cierre de Garoña diciendo que en el mundo solo hay una central con más de cuarenta años y que dentro de dos años va a cerrarse. Falso. La realidad es que en Estado Unidos hay actualmente una central nuclear que ha superado los 40 años (Oyster Creek) y tiene permiso de funcionamiento hasta los 60 años. Asimismo, existen otras 8 centrales en Estados Unidos que tienen actualmente entre 38 y 39 años y han recibido autorización para operar hasta los 60 años. También existen 2 centrales suizas, que llevan operando más de 38 años y disponen de permiso de operación indefinido.

Añade Rodríguez que en el mundo hay solo seis centrales con un escenario de prórroga para pasar los cuarenta años de funcionamiento. Falso también. La verdad es que actualmente hay en el mundo 58 centrales en operación con permiso para operar hasta los 60 años: 4 en Estados Unidos, 4 en Suiza y 1 en Holanda. También existen otras 19 centrales en los Estados Unidos que están a la espera de recibir la autorización para operar hasta los 60 años. El colmo de la mentira es cuando el presidente afirma, sin tapujos, que en todo el mundo solo se está construyendo una central nuclear, cuando lo cierto es que actualmente existen 50 centrales en construcción en el mundo: 3 en Japón, 1 en Argentina, 14 en China, 1 en Francia, 6 en la India, 6 en Corea, 3 en Rumanía, 1 en los Estados Unidos, 1 en Finlandia, 8 en Rusia, 2 en Eslovaquia, 2 en Taiwán y 2 en Ucrania. Y existen en proyecto otras 51 centrales: 12 en Japón, 1 en Brasil, 13 en china, 8 en la India, 2 en Corea, 2 en Sudáfrica, 5 en Rusia y 8 en los Estados Unidos. Afirma Rodríguez que la prórroga es una excepción en la vida de una central cuando lo cierto es que en Estado Unidos, de las 104 centrales en funcionamiento, hay 54 que tienen autorización para operar hasta los 60 años y 19 más que están en proceso de evaluación. Esto significa que un 70% del parque nuclear de Estados Unidos está en el proceso de operación hasta los 60 años. Pero el colmo de la demagogia y el oportunismo de nuestro presidente llega cuando afirma que para el consumidor tiene el mismo coste el kilowatio de energía nuclear que el kilowatio de energía eólica: mentira. La realidad es que, con datos de 2008, el coste de generación eléctrica –por megawatio/hora- fue de 35 euros para la nuclear, 60 para la de ciclo combinado, 80 para la eólica y 400 euros para la fotovoltaica, y para cualquiera con dos dedos de frente es fácil comprender que la sustitución de la energía nuclear por otra más cara afecta irremediablemente al coste marginal del sistema y eso se traduce en un aumento del precio final que paga el consumidor. Irresponsable. Mentiroso e irresponsable. Rodríguez se ha convertido en un verdadero freno a nuestro progreso y desarrollo pero, esta vez, tengo para mí que los españoles han empezado a comprenderlo.

Hubo un tiempo en que por razones aparentemente lógicas una parte importante de la sociedad mostraba una irrefrenable tendencia hacia posicionamientos ciertamente radicales. Acabábamos de salir de una dictadura férrea y era hasta cierto punto comprensible que los ciudadanos, o buena parte de ellos, buscaran satisfacción en el extremo contrario, y eso llevó a que los responsables políticos respondieran a esas demandas con posturas maximalistas en asuntos como la OTAN –OTAN no, bases fuera- o las centrales nucleares –Nuclear, no gracias-. Era tiempo de eslóganes fáciles y rentable demagogia, y accidentes como el de Chernobil restaban credibilidad a los argumentos de quienes desde el sentido común defendían la energía nuclear como una alternativa muy viable y barata a un más que probable escenario de escasez energética. Llevado por esa necesidad de satisfacer la demanda social, el gobierno de Felipe González aprobó la moratoria nuclear y España dejó de avanzar en ese campo permitiendo que el resto de los países de nuestro entorno nos tomaran una apreciable delantera. Pasaron los años y las cosas han cambiado notablemente. La nuestra es una sociedad que en su mayor parte huye de los radicalismos. Rodríguez supo utilizar muy bien esa baza en la pasada legislatura con asuntos como Educación para la Ciudadanía o los matrimonios gays que empujaron a las calles a los sectores católicos con los obispos en primera línea de batalla, de modo que el resto de la sociedad lejos de ver a Rodríguez como el ‘radical’, señalaba a estos sectores como los extremistas, de lo que Rodríguez obtuvo una ventaja singular.